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Este perro patina mejor que muchos niños

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¿Adorable o todo lo contrario?

Playground community

11 Abril 2018 14:46

Los perros nos aman, incluso cuando no nos lo merecemos. Jamás debemos olvidar esto. Aman a sus cuidadores, a sus compañeros que son familia, a sus propietarios. Digámoslo de manera alta y eufónica: aman a sus amos. Los quieren, nos quieren, a pesar que nosotros —los humanos, la parte contratante de la primera parte de este contrato vital— les hagamos perradas.

Sí, perradas. Nosotros a ellos.

¿O acaso no es un poco perrada lo que este vídeo nos muestra?

Y el perro va y colabora. E incluso parece feliz.

Primero, le vestimos con un ajuar que parece sacado del armario de Minnie Mouse (pero de muy del fondo del armario de la ratita estrella de la casa Disney, eh…!) y con el que no dejaríamos salir en público ni a nuestro peor enemigo. A continuación dedicamos un tiempo a que aprenda a subirse a un monopatín. “Venga, otra vez. A ver tontita, empuja y sube. Así, muy bien, ¡toma galletita!”.

Y por último, le obligamos a ejecutar la actividad ante un improvisado público en una plaza de nuestra ciudad. Y como los perros nos aman —nunca lo diremos las suficientes veces— y son buena gente y no pueden desconfiar de nosotros, ni tienen eso que a los humanos tanto nos sobra y a lo que llamamos orgullo, ni tampoco sufren de eso que a los humanos tanto nos falta y que llamamos vergüenza, pues sale a la calle con el trapo de marras y el patinete y se pone a dar vueltas como si fuera Bart Simpson y, encima, lo pasa bien.

Pero no seamos quisquillosos ni más papistas que el Papa: como digo, la pequeña Mia, que es el nombre de este Boston Terrier, parece feliz. Por sí misma, por haber llevado a cabo la proeza y por estar haciendo —apuesto a que sí— feliz a su amo, que estaba ocupado en grabar la exhibición mientras empezaba a pensar en la siguiente frontera, lo que hará seguidamente con su Boston Terrier, el más difícil todavía. ¿En qué consistirá? Aún no lo sabemos, pero atentos a sus pantallas.

De momento, te invitamos a ver jugar a la pequeña Mía y a imaginar que el ridículo vestido es en realidad una capa, una capa roja imponente y poderosa como la de Supermán o algún otro héroe, tal vez uno imaginado por Stan Lee. Un héroe canino cuya misión es hacer el bien y devolver el equilibro al Universo. Ése papel sí que le va.

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