No la deja KO... pero casi. ¿O quizás está actuando?
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Una de las preguntas que más suelen recibir los amantes de las mascotas es “¿Eres de perros o de gatos?”. Como si fuera algo incompatible. A trazo grueso, suele decirse que el amante de los perros es más dado a entregar mimos y esperar que la mascota esté siempre a tu disposición, mientras que el apasionado de los gatos sabe que el animal dispone de un espacio de libertad e independencia y que los afectos los busca el gato cuando él los desea, y también lo contrario. Los felinos tienen un carácter más independiente y la docilidad, como el temperamento, es variable.
De ahí que los amantes de los gatos se diviertan con vídeos como este. En él vemos a un gato rondando un estanque artificial a cuya orilla está sentada, sobre una especie de balaustrada, una foca. La foca acerca un poco el morro y... recibe dos “notables puñetazos”.
Lo que completa la gracia de la imagen es que la foca resulta una estupenda actriz dramática y a pesar de su muy superior volumen, hace un medio giro y se finge K.O.
El gato sabe ser también tierno y juguetón, claro. Lo que ocurre es que tiene la cualidad de saber estirar sus patas delanteras y, con una asombrosa curiosidad, tocar, sentir... Y sí, a veces proyectan sus “manitas” hacia delante como ejercicio de defensa o ataque. Eso, sin sacar sus garras. Cuando las sacan... eso es que ya van en serio. Los puñetazos son otra cosa.
Lejos de nuestras intenciones glorificar ninguna forma de violencia, pero el puñetazo es tan nuestro... que hemos de mirarlo con simpatía en otras especies. Porque igual no lo sabes, pero las proporciones de la mano que permiten la formación de un puño pueden decirnos algo importante acerca de nuestra historia evolutiva y lo que somos como especie.
Algunos científicos sugieren que nuestras manos han evolucionado no solo para manejar objetos con facilidad, también para pegarnos mejor. Otros han determinado que, en los inicios de la evolución del homínido, los antepasados del hombre desarrollaron sus rasgos faciales masculinos como una defensa contra las peleas a puñetazos. Todo eso tiene una sombra alargada que llega hasta el día de hoy. Como señala el profesor David Carrier de la Universidad de Utah, “si nuestra anatomía está adaptada para la lucha, tenemos que ser conscientes de que siempre podemos estar obsesionados por emociones básicas y conductas reflexivas que muchas veces no tienen sentido -y son peligrosas- en el mundo moderno”.
