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La caza es una actividad sometida a un eterno debate. En nuestra era, en la que los sistemas de producción alimentaria están reglados y podrían implementarse para cubrir necesidades, la caza de animales salvajes como medio para proporcionar alimentos es discutible. Pero hay otra caza: la que sirve para alimentar no el cuerpo, sino el ego. La que se llama atrevidamente “deporte”. La que algunos intentan usar como medio para lucir un más que discutible rasgo de valor. Esa caza queda convertida en nada, en un insulto burdo, ante imágenes como las contenidas en este despreciable vídeo.
Un vídeo que ha permanecido dormido desde noviembre de 2016, pero que ahora ha salido finalmente a la luz. En él, el Gobernador del óblast siberiano de Irkutsk, Serguei Levchenko, aparece matando un oso.
A un oso dormido.
Un oso que hibernaba en una gruta.
Disparándole cobardemente en la cabeza, a quemarropa.
Matar un oso porque sí, por sentirse cazador, como en épocas añejas y más bárbaras, ya sería un acto discutible. Incluso si -como aducen los defensores del Gobernador- se ha hecho acorde a la ley y con todos los reglamentarios permisos. Pero hacerlo así, a traición, sin medirse, sin combate, no es un acto de deporte, ni de cacería. Es una iniquidad. Una obscenidad. Una acción indigna.
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Dentro de lo malo, el comportamiento del gobernador ha sido criticado por personas tan relevantes como el Presidente del Comité de la Duma de Recursos Naturales, Propiedades y Tierras, Nikolai Nikolayev, quien presentó una queja formal ante la Oficina del Fiscal General y el Ministerio del Interior. La agencia de Información rusa TASS cita literalmente que el comportamiento de Levchenko es denunciado como “indigno de un siberiano y de un hombre”.
En redes Sociales, el Gobernador ha recibido también algún que otro florido epíteto. Pero nada debería hacer más daño que la repetición de este vídeo. Daño a su imagen, a su ego y a su falsa noción de hombría. Y hacerlo con la confianza puesta en que estos hechos irán sucediendo cada vez con menos frecuencia.
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