Dos viajeros a bordo de un trolebús protagonizaron una cómica batalla para ver quién se hacía con el control de la ventanilla del vehículo. ¿Quién se acabó dando por vencido?
Imagina estar viajando en el transporte público una mañana corriente, mientras te diriges al trabajo o a tu lugar de estudios. Estás pensando en tus cosas, sin prestarle demasiada atención a tu entorno. De repente, una absurda batalla que parece sacada de un guión de los hermanos Marx te saca de tu propia mente y te hace prestarle atención a lo que ocurre.
Esto es lo que les debió suceder a los pasajeros de un trolebús en Nizhni Nóvgorod, en Rusia, cuando presenciaron una lucha encarnizada por el control de una de las ventanillas del vehículo en el que viajaban. Los protagonistas, una mujer de mediana edad y un joven local, estuvieron varios minutos peleando por ajustar la apertura a su gusto... sin mediar ni una sola palabra.
Así, durante un buen rato, el joven trató por todos los medios de mantener la ventanilla del trolebús abierta. La mujer, por su parte, estaba convencida de que debía permanecer cerrada. El vídeo termina antes de que podamos averiguar quién salió victorioso del enfrentamiento, pero lo que sí podemos observar en las imágenes son las formas cada vez más desesperadas en las que ambos trataban de salirse con la suya.
¿Quién tenía razón de los dos? Según el espectador que grabó el vídeo, la temperatura en el vehículo era de 27ºC en el momento de los acontecimientos; sin duda, debía hacer calor, pero la sensación térmica puede llegar a ser muy subjetiva.
Este es uno de los principales inconvenientes del transporte público: al contrario que cuando viajamos en un vehículo personal, las condiciones del trayecto difícilmente se ajustarán a nuestro ideal. Viajar en autobús, metro o tranvía puede convertirse en toda una odisea en algunas ocasiones. Los malos olores, los compañeros de viaje poco agradables, las aglomeraciones, el excesivo calor o frío...
A nosotros, después de ver el vídeo e imaginarnos los minutos de antes y después —la cosa siguió durante varios minutos, según varios testigos—, nos queda la duda de si el remedio no sería peor que la enfermedad: cuesta imaginar que algunas de las posturas que adoptan los dos pasajeros para alzarse con la victoria fueran especialmente cómodas. A cabezones, eso sí, no les gana nadie.
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