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Artículo “La voluntad política para erradicar el VIH y el sida es inexistente” Culture

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“La voluntad política para erradicar el VIH y el sida es inexistente”

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Hablamos con Nahuel Pérez Biscayart, actor de '120 pulsaciones por minuto' sobre estigma, conciencia social y la impactante cinta que protagoniza

Rubén Serrano

19 Enero 2018 14:48

Este fin de semana se estrena 120 pulsaciones por minuto, una película sobre la lucha del colectivo LGTBI contra el sida en territorio europeo. La película se centra en Francia para ensalzar el trabajo del grupo activista Act Up. Los militantes lograron con sus acciones plantarle cara al Gobierno, a las farmacéuticas y a una sociedad que miró con desprecio a los enfermos a los que dejaron morir durante años.

En ella, el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart se pone en la piel de Sean, enfermo de sida y militante de la formación que luchó hasta el final por su propia supervivencia y por la vida del resto de personas afectadas por el VIH. Hablamos con él sobre el estigma todavía existente, el despertar de la conciencia política y la urgencia de una actuación real por parte de los gobiernos para acabar con el virus.

120 pulsaciones por minuto es de las primeras cintas, sino la única, que se centra en el activismo contra el sida en Europa, ¿cómo la estamos acogiendo?

Había necesidad de una película así porque por fin se habla del lado más político de la crisis del sida en este continente. Gente adulta que vivió la época ha visto esta película como una especie de catarsis. Han podido conocer las vidas humanas que estaban escondidas detrás de Act Up y de unas acciones que consideraron brutales. Ahora contemplan con culpa [el rechazo que sintieron], se han reconciliado con ellos y agradecen que este grupo haya existido. En EE.UU., sin embargo, están cansados de esta temática porque ya han visto mucho sobre el tema.

Aquellos que los censuraron se han dado cuenta de que el trabajo de grupos como Act Up ha salvado muchas vidas.

Me hace gracia cuando se considera a Act Up como un grupo radical y extremo. No golpeaban, no mataban, no había violencia física. Todo lo que hacía era simbólico y espectacular. Quizá fuera radical la forma en la que llevaban a cabo sus acciones. Sin embargo, lo hacían a conciencia porque eran unas herramientas muy potentes para visibilizar algo que la sociedad no quería ver. Y ese estigma sigue muy presente hoy en día: no es lo mismo ser seropositivo que ser seronegativo; eso afecta el acceso al trabajo y otros muchos ámbitos.

"He recibido mensajes de jóvenes que me han dicho que el VIH pertenece al pasado y eso es mentira. Hay que recordar que el virus sigue existiendo. El conocimiento es la mejor arma."

En la película tu personaje mantiene una relación sentimental con una persona que no tiene VIH. ¿Cómo fue explorar los sentimientos de una pareja serodiscordante?

Nunca me lo planteé en esos términos porque creo que los personajes tampoco se lo planteaban así. Son personas que deciden salir de la sombra, de un lugar de vergüenza y clandestinidad que les ha asignado el resto de la sociedad. Deciden aceptarse en su totalidad con o sin virus hasta el punto de que se ríen de eso. Es cierto que mi personaje, Sean, no estaba tan abierto como Nathan [Arnaud Valois] a proyectarse dentro de una relación de pareja. Él decide guardar una distancia con el otro para protegerlo porque sabe que quizá dentro de un mes ya no esté vivo.

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Más allá de Europa y América del Norte, la cinta puede reabrir la conversación sobre el VIH y el sida que en otras partes del mundo está silenciada.

La película ha vuelto a exponer en una vitrina mundial, como el Festival de Cannes, algo que en su día fue despreciado. La hemos mostrado en países como India. Es muy positivo que se pase en lugares donde todavía reina la homofobia y donde una determinada población sigue cargando con el peso del estigma. Pero no hay que olvidar que esto también sucede en Occidente: Donald Trump ha validado en EE. UU. el discurso del odio y eso es un paso atrás. 120 pulsaciones por minuto también nos pone en alerta sobre el compromiso político que todos deberíamos asumir sino estamos contentos con el presente que vivimos.

Act Up se caracterizó por sus actos combativos y provocativos. ¿Nos hemos vuelto más pasivos a la hora de reivindicar nuestros derechos?

Yo creo que sí, quizá porque no ha habido [recientemente] otra epidemia tan transversal dentro de la sociedad como lo fue el sida. Hoy vivimos un poco más aislados detrás de nuestras pantallas y conforts personales, cuando todos los derechos se han conseguido gracias a la lucha. Pero las generaciones más jóvenes han llegado con mucha fuerza. En Francia, los chicos y chicas de los liceos salen a la calle para manifestarse contra las reformas laborales o económicas porque saben que configurarán un orden social y económico que marcará su futuro.

"Gracias a la película ahora sé que cuando un seropositivo bajo tratamiento es indetectable no puede transmitir el virus."

¿Qué has aprendido gracias a 120 pulsaciones por minuto?

He aprendido muchas cosas sobre VIH y sida que quizá son básicas para algunos. Ahora sé que cuando un seropositivo bajo tratamiento es indetectable no puede transmitir el virus y que existe la PrEP (un fármaco que reduce el riesgo de adquirir VIH). Han avanzado muchas cosas [a nivel médico] mientras que la situación política actual es desoladora. Por ejemplo, no hay tantas campañas de prevención como debería. Las herramientas farmacológicas han evolucionado mucho, pero la voluntad política es inexistente para ponerlas en acción, promover la detección del virus y erradicar el VIH y el sida de una vez por todas.

¿Ha influido esa pasividad política en que hayamos olvidado lo que todavía supone hoy en día el VIH y el sida?

He recibido mensajes de jóvenes que me han dicho que el VIH pertenece al pasado y eso es mentira. Hay que recordar que el virus sigue existiendo, se sigue transmitiendo y como dicen en la película los activistas de Act Up: “El conocimiento es tu arma y la ignorancia es tu enemigo”. Cuando uno sabe es libre, cuando uno desconoce es rehén y víctima.

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