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Artículo Donde viven los monstruos: Kanye West es superhéroe y villano en su disco más descarnado Culture

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Donde viven los monstruos: Kanye West es superhéroe y villano en su disco más descarnado

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'Ye' es un vívido retrato del oscuro momento por el que pasa el rapero

víctor parkas

05 Junio 2018 17:07

Hablar de Ye es como prestar declaración en un juicio como testigo de una pelea multitudinaria: cualquier cosa que digas no hará justicia al caos, a la maraña de puñetazos, a las sillas de bar surcando el cielo. Subes al estrado coaccionado: “Me quiero a mí mismo más de lo que te quiero a ti y he pensado en matarme”, dice Kanye, te dice Kanye, en la canción que abre su último disco. “Así que, supongo, lo que hoy me estoy planteando es matarte a ti”.

¿Aislar la vida de un artista para abordar su obra? Quizás la falacia sirva al galerista interesado en los cuadros paisajistas de Hitler, pero no: no funciona. En el caso de rap, pura autobiografía y storytelling confesional, es directamente imposible. Ye no son solo sus beats y sus letras: Ye es un ingreso en el psiquiátrico y una pronta salida. Ye es una reunión con Trump y una gorra MAGA rubricada. Ye es el infortunio en una decena de tweets y la presión del tiempo en el pecho al ver crecer a unas hijas.

Ye es un disco menor, pero quizás tenga sentido que así sea: Ye es el diminutivo de Kanye.

Ye, sus canciones, tienen el halo hortera e indolente de la balada que se escribe como dedicatoria al objeto amado. I will era para Linda Eastman. Turn your lights down low era para Cindy Brekspeare. Wouldn’t leave podría ser para Kim Kardashian, pero no lo es. Wouldn’t leave, sus tres tracks precedentes, sus tres tracks sucesivos, son para Kanye West. “Me quiero a mí mismo”, dice, le dice a Kim, “más de lo que te quiero a ti”. Aún sin pasión, Ye funciona como carta de amor dónde remitente y destinatario coinciden.

En Yikes, por ejemplo, West consigue recontar demonios a la vez que aprovecha para sacar pecho: “Creo que Prince y Mike (Jackson) estaban tratando de avisarme”, canta, colocándose, en pleno ataque de ansiedad, como arista de una santísima trinidad en la realeza pop. El derechazo que cierra la canción sirve al rapero para negar su bipolaridad como patología: es, asegura, un superpoder. “Soy un superhéroe, ¡soy un superhéroe!”, repite, antes de deshacerse en un aullido lunático.

“Podría decirse”, escribe Jordi Costa en Cómo acabar con la contracultura, “que las vidas de los santos constituían los tebeos de superhéroes de las clases populares en tiempos de la Inquisición”. Con la vuelta de tiempos inquisitoriales, se supone que la analogía debería funcionar a doscientos por hora y en dirección contraria: West, revelándose superhéroe, no está haciendo otra cosa que revelar su santidad y, con su santidad, el carácter hagiográfico de Ye, un balance de milagros en peligrosísima primera persona.

De la santidad al martirio no hay tanto, y Kanye rebasa la línea de separación sabiéndose inmune. Su actividad durante la década comprendida entre The College Dropout y Yeezus fue tan despampanante, tan influyente, que el rapero no sólo se siente con la potestad de autoinmolarse, sino de hacerlo en público y cobrar entrada por ello. Ye, más que un disco, es un souvenir adquirido en la tienda de recuerdos de un infierno que no es el nuestro, sino el de West. Entre las llamas, logos de TMZ, E!News, #MeToo. Reza. Vamos. Lo que sepas.

“Odio ser bipolar, es una pasada”, podemos leer en la cover de disco, aunque no imaginar que la advertencia podría sintetizar tan bien el espíritu de álbum. Ye sube y baja, se hunde en la miseria y estalla en conatos de euforia, es impredecible como un globo de ansiolíticos. De comienzo agresivo y nudo balbuceante, es el clasicismo de su recta final lo que te reconcilia con su propuesta: el túrmix de soul, R&B y reggae de la tríada No mistakes, Ghost Town y Violent Crimes podrían hacer de cualquier día un domingo por la mañana.

Pese a la coherencia con el resto de su cuerpo de trabajo, pese a los eventuales destellos de pop macizo, Ye da la sensación de haberse entregado con la urgencia que impone un puente levadizo en marcha —070 Shake ha confirmado que Ghost Town estuvo retocándose hasta el mismo viernes de lanzamiento. Los cuidados al resto de sus proyectos —éste es uno de los cinco discos que el sello de West tiene previsto lanzar en un lapso de dos meses— han hecho que este álbum reciba más nervio que mimos.

Que Ye no sólo sea Ye, sino también sus promesas. También lo que podría haber sido.

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