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Opinion El problema de que quieras ser el “macho definitivo” Culture

El problema de que quieras ser el “macho definitivo”

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El problema de que quieras ser el “macho definitivo”

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/OPINIÓN/ Como respuesta a las “dudas sobre su masculinidad”, lo mejor que se le ha ocurrido es sacarse esta canción misógina de la manga para cantarle a todos los envidiosos: “Siempre he sido así, ustedes lo sabían”. Lo único que sabemos, Maluma, es que tu ego ha matado a la seducción

No vendré yo a negar que no he cerrado discotecas perreando con Maluma de fondo. Desde los días iniciales de La temperatura y Borró cassette hasta la gloria de Chantaje y la oda al poliamor de Felices los 4, la música de Maluma nos hace sentir sexis, nos hace sentir lujuria mientras la bailamos. Maluma nos gusta porque su música nos excita y también porque nos permite fantasear con tener su poder.

Sin embargo, el paso que ha dado en su última canción y videoclip, Mala mía, ha hecho que el calentón se nos baje por completo.

Ya estamos acostumbrados a ver a mujeres semidesnudas en sus vídeos y a escuchar frases misóginas en sus letras, pero Mala mía ha superado toda la cosificación posible. Aquí no hay metáforas. Ni dobles sentidos. Ni si quiera invitaciones a la fantasía.

Al colombiano le sucede lo mismo que a cualquier otra estrella, que haga lo que haga es y será objeto de crítica. Pero como respuesta a las "dudas sobre su masculinidad" (¿de verdad hay que responder a eso?), lo mejor que se le ha ocurrido es sacarse esta canción de la manga para cantarle a todos los envidiosos: “Siempre he sido así, ustedes lo sabían”.

Mientras Becky G, Natti Natasha, Karol G y otras mujeres al frente del reggaetón y de la música latina mainstream están optando por introducir nuevos discursos, Maluma ha dado un paso en falso para presentarse como el ultimate machito. Atrás queda la galantería (por así decirlo) de El préstamo o Corazón. Quien ha reaparecido en nuestras vidas es un Maluma más chulo que nunca para revalidarse como hombre.

“Me besé a tu novia”, canta mientras le cuelgan unas bragas del cuello, tira alcohol por encima de sus presas femeninas, deja claro que va bien armado de entrepierna y se rodea en una cama de mujeres en lencería, en la que sólo disfruta él.

La decepción, al final, queda bien clara: tu ego ha matado a la seducción.

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