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¿Por qué la gente pierde la cabeza en los festivales de música?

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Obviando los dos factores más comunes que conllevan a este descontrol automático –alcohol y drogas–, son varias las circunstancias que se pueden analizar para tratar de descifrar este tipo de comportamiento frenético.

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28 Septiembre 2019 00:55

Hace un par de días, el fantasioso universo de las redes nos regaló un par de videos virales que dejan entrever claramente los impulsos impredecibles que provocan los festivales de música en ciertas personas. Durante la más reciente edición de Lollapalooza Chicago, el fotógrafo Jeremy Cohen captó el instante preciso en el que una marejada de jóvenes decide derribar –de manera violenta– varias de las barreras que limitan el ingreso al festival, accediendo como una estampida enfurecida y dejando a una sola persona detenida, la cual portaba una prótesis de pierna. Una jugada estratégica que, según el mismo Cohen, “definitivamente fue planeada”

Durante el mismo Lolla, otra particular situación se robó la mirada de las cámaras: varios de los asistentes decidieron dejar atrás cualquier prejuicio higiénico para hacer crowd surfing en las canecas de basura del festival. Un acto que se suma a la interminable lista de curiosidades y locuras que se han visto en festivales musicales a lo largo de la historia, pero que deja varias preguntas sobre la mesa; tal vez la más básica de ellas: ¿por qué la gente enloquece de esta manera en los festivales de música?

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Obviando los dos factores más comunes que conllevan a este descontrol automático –alcohol y drogas–, son varias las circunstancias que se pueden analizar para tratar de descifrar este tipo de comportamiento frenético. Si nos vamos a terrenos más científicos, podremos toparnos de entrada con la llamada psicología de mesas, ciencia patentada por el sociólogo francés Gustave Le Bon, la cual ha venido estudiando este tipo de manifestaciones humanas desde el siglo XIX, pero que a lo largo de las últimas décadas ha comenzado a ver a las multitudes como algo más que masas sin sentido.

Según John Drury, experto en psicología social y manejo de masas de la Universidad de Sussex en el Reino Unido, "la multitud es, psicológicamente hablando, tan específica como lo es el individuo". En palabras más sencillas, las multitudes físicas pueden transformarse en multitudes psicológicas en un abrir y cerrar de ojos, debido simplemente a un seguimiento inconsciente de patrones.

Por ejemplo, según estudios realizados por la misma Universidad de Sussex, los especialistas en seguridad de masas saben que cuando los fans están bailando y saltando en un concierto o festival de rock, el punk o hip hop, están siguiendo una regla. Esto ha llevado a que los nuevos hallazgos en materia de psicología sean aplicados, en una gran parte, a los eventos masivos de música.

También está el lado afectivo, donde vuelve y juega el querido Le Bon. Partiendo de su propio planteamiento de la psicología de las masas, Le Bon advierte sobre la existencia de un “alma colectiva” que hace posible la formación de la masa. Por ende, Le Bon afirma que la masa es "como si la mente de los individuos estuviera fusionada en una sola, casi como si fueran sujetos hipnotizados". Por ende, el individuo pierde su identidad y se convierte en la “médula espinal de los movimientos multitudinarios”.

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Asimismo, recientes investigaciones ligadas a la psicología positiva pretenden descifrar, de una vez por todas, la conexión existente entre la música y el bienestar de cualquier ser humano. Científicos de la Universidad Caledonia de Glasgow están explorando cómo la música transmite ciertas emociones específicas a nuestro cerebro. Su objetivo es desarrollar un modelo matemático que explique este fenómeno y que conduzca a la creación de programas informáticos que identifiquen la música que aumenta el estado de ánimo.

De igual manera, son muchos los asistentes a los festivales de música que buscan satisfacer –no solo con el artista, sino también con los demás espectadores– sus más íntimas necesidades afectivas y carencias emocionales. “En muchos casos los asistentes a este tipo de festivales reciben mucho más amor de sus artistas predilectos, que muestras afectivas de su propia familia”, asegura Beatriz Collantes, fundadora del CIEPSE (Centro de Investigación y Evaluación Psicológica Educativa).

Palabras más, palabras menos: existen miles de personas en este planeta que esperan con ansias, tachan las fechas en cuanto calendario tengan a la mano, y cuentan los días, las horas y los minutos para estar en fila rumbo al escenario principal de un festival de música. Así como los seguidores más devotos de los Mundiales de fútbol, de las Comic-Con, los intercambios de sneakers e inclusive de las convenciones XXX, los fervientes fanáticos de la música encuentran en los festivales un desahogo a las vicisitudes acumuladas del día a día, y tal vez una sensación de fraternidad que no encuentran en sus vidas comunes.

Así que la próxima vez que veas a alguien corriendo desesperadamente por alcanzar la primera fila de un concierto, metido dentro de un lodazal mientras de fondo suena la guitarra eléctrica de su banda favorito, o montado en los hombros de su mejor amigo mientras deja la vida por subir al escenario… simplemente recuerda que eso es a lo que llamamos ser putamente feliz.

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