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Kanye West, Donald Trump y la extrema derecha obrerista

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Kanye West, Donald Trump y la extrema derecha obrerista

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El rapero se reúne mañana con el presidente republicano para tratar asuntos como el resurgir de las fábricas en Estados Unidos

Cuando Kanye West se reunió con Donald Trump por primera vez, en diciembre de 2016, el recién coronado Presidente de Estados Unidos todavía no había tenido tiempo para cumplir con las boutades prometidas en campaña. La instantánea era repulsiva, sí, pero sólo el tiempo y la gestión de gobierno la harían verdaderamente infame.

De entonces en adelante, Kanye no sólo ha asumido esa efeméride como otro capítulo más de su vida-espectáculo como secundario en Keeping up with the Kardashians, sino que el endorsement a Trump se ha convertido en parte de su agenda familiar: Kim, su mujer, también pasó por el Despacho Oval para reunirse con el Presidente.

La próxima cruz en el calendario de los West-Kardashian está marcada sobre el próximo 11 de octubre, cuando Kanye y Donald volverán a verse las caras, esta vez, para una reunión más extensa que la de 2016. Según la responsable de prensa gubernamental Sarah Sanders, uno de los temas agendados será el resurgir de las fábricas y el trabajo manual.

En la última polémica que lo corroboró como hooligan de Trump, Kanye posteó un selfie en el que vestía la reconocible gorra MAGA —Make America Great Again— y en cuya descripción podíamos localizar un “vamos a construir fábricas aquí, en América, y vamos a crear puestos de trabajo”.

La fetichización obrerista —que no obrera— del West pro-Trump es quizás la mayor evidencia de que, aunque su figura no se cuente entre esa cosmogonía donde conviven Salvini, Le Pen o Bolsonaro, las tácticas del presidente estadounidense son parejas a las que está empleando la extrema derecha: convertirse en un simulacro de la izquierda.

Está pasando: la misma semana que Matteo Salvini y Marine Le Pen ocupan el sindicato Unione Generale del Lavoro para defender “al precario que la izquierda ha olvidado”, West y Trump se sentarán alrededor de una mesa para, atendiendo a las preocupaciones ocupacionales del Presidente, tratar de revertir que “la industria del acero y del aluminio en Estados Unidos haya sido devastada por prácticas comerciales extranjeras agresivas”.

Donald programa y Kanye valida: el tejido productivo de Estados Unidos no necesita sindicatos, necesita más fábricas, más cascos, más monos azules. Si el foco está apuntando hacia profesiones masculinizadas, es porque las profesiones masculinizadas no entran en conflicto con la carcasa rapera y viril de West.

El autor de Yeezus sólo parece sentirse cómodo gestionando parodias, incluso cuando el objeto a parodiar es toda una clase; una a la que él no pertenece. Que un rapero —barra filósofo, barra diseñador— quiera apelar a lo obrero añorando la primacía de General Motors, de tan abyecto, acaba siendo tierno. El tanto, para la alt-right.

Que la ultraderecha ha sustituido la sangre por el pop para hacer entrar su letra es ya un hecho. En su aquelarre de este fin de semana, VOX utilizaba canciones de Nena Daconte, Pet Shop Boys o Ricky Martin. ¿La diferencia entre la instrumentalización de Santiago Abascal y la Donald Trump? Que con Abascal nadie quiere hacerse fotografías.

“La verdadera inspiración de la canción”, escribía Coque Malla sobre No puedo vivir sin ti, en reacción a la utilización de su canción en Vistalegre, “no es otra que la relación homosexual entre dos amigos gays muy queridos, que lo pasaron realmente mal por culpa de la intolerancia y de la estupidez homófoba”.

“Es un ejemplo”, concluía Malla con sorna, “que un partido de derechas apoye la igualdad de derechos y la libertad de elección sexual”.

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