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Entrevista "No entiendo a la gente que idealiza la juventud; ¡ser joven es una puta mierda!" Culture

entrevista

"No entiendo a la gente que idealiza la juventud; ¡ser joven es una puta mierda!"

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Fotos de Cristina Álvarez (Late Motiv)
 

20 Mayo 2018 10:50

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Un perfil de Carlo Padial, con Carlo Padial

Carlo Padial (Barcelona, 1977) me está esperando en la puerta de la librería Laie de la calle Pau Claris.

—Pensé que llegarías tarde.

—Sí, yo también —me contesta.

Pedimos cafés con hielo y aguas y terminamos hablando de la que ha liado Kanye West en las últimas semanas.

—¿Qué piensas de todo lo que le critican por haberse alineado con Trump?

—Me entusiasma Kanye. Es uno de los tipos más grandes de nuestro tiempo y la gente que le critica, simplemente, no tiene ni puta idea. Kanye ha sido siempre así. Como decía Dave Chapelle, cuando él no era nadie se ponía encima de los soundboards de los estudios de grabación gritando que era el salvador de Chicago —Padial abre los brazos escenificando—. Está por encima del resto, le está dando un uso a internet sin precedentes, y tiene una visión que solo se puede entender desde la inteligencia.

—¿No crees que la política intenta siempre controlar la creatividad?

—Sí, ¿pero y eso qué más da?, —responde—. Me recuerda esto a Salvador Dalí, para mí uno de los mejores escritores de España. Y, ojo, que digo escritor. Le asociaban con Franco y el fascismo. Pero él simplemente seguía su camino creativo. La gente intentará ponerle en un lado o en otro, pero él no está en ninguno de esos lados, sino por encima.

"Me entusiasma Kanye. Es uno de los tipos más grandes de nuestro tiempo y la gente que le critica, simplemente, no tiene ni puta idea. Kanye ha sido siempre así"

El caso es que no estamos aquí para hablar de Kanye o de Dalí, sino de Padial: dibujante, escritor, autor de cómics y de vídeos virales, cineasta…

—¿Cómo se hace humor en un momento de audiencias constantemente ofendidas?

—No lo sé. Es que no me interesa. Solo hago lo que me da curiosidad y lo que me gusta.

—Ya, pero tú vives del entorno mediático y el entorno mediático es el que es.

—Cierto, pero yo he tenido la suerte de que los intereses del mercado se han alineado con mis intereses. La gente que habla de los límites del humor o que intenta hacer política con él simplemente son mediocres. Pero incluso quienes se están inhibidos a eso tampoco son buenos, porque de alguna forma se posicionan. Ambos necesitan eso para ser relevantes porque su proceso creativo no lo es por sí mismo.

Padial se crió en el barrio barcelonés del Eixample como hijo único. Le pusieron Carlo porque su abuelo era decorador, viajaba y pasaba largas temporadas en Italia. Su padre trabajaba en un banco y su madre era esteticién. Y él se encerraba en su habitación donde pasaba las tardes leyendo, dibujando y viendo películas.

—Comencé a convivir con la soledad muy temprano y eso provocó que la creatividad fuese mi puerta de conexión con el mundo.

La mayoría atravesamos la adolescencia con fuertes condicionantes externos que arrastramos, a veces, para siempre: ligues, molar o ser el primero en ser elegido para el partido de fútbol del patio. La aceptación o el rechazo. Los que lo consiguen ganan y los que no son los perdedores, lo que al final se convierte en un eterno loop esclavo del convencionalismo. Pero Padial se salvó, de alguna manera: fue su propia introversión y su canal de convivencia con la soledad lo que le ayudó a conquistar la libertad creativa. Un friki, aunque él no se considera como tal.

—El recuerdo más fuerte que tengo de ser adolescente es cuando un amigo me regaló un disco de Thelonious Monk. Los demás puede que dedicasen sus energías a lo prosaico y está bien. Pero yo solo me acuerdo de aquel disco. ¡No lo hacía para ser diferente ni nada, sino que simplemente me interesaba eso y nada más! Mi otra opción no era ser Leonardo Di Caprio. La gente se compromete con cosas que no van con ella, yo intento comprometerme con lo que es profundo y tiene significado para mí.

"No me gusta el término friki, es una versión muy devaluada de la palabra freak (que tampoco me gusta), que se ha convertido en España en una manera de englobar cualquier cosa, desde los personajes que sacaba Cárdenas en Crónicas Marcianas, a cualquiera que se atreva a pensar o hacer las cosas de una forma diferente"

Claro que apreciar más un disco de Monk con 17 años también le trajo problemas. Es paradójico que alguien como Padial, que se expone sin ningún sentido del ridículo a las realidades más extravagantes, reconozca que tiene miedo a lo cotidiano:

—Me aterra que el camarero nos haga cambiar de mesa, o que nos metan una bronca. Siento todo el tiempo que alguien me quiere castrar y me da mucho miedo la castración. Yo no podía ni comprar una entrada para el cine por vergüenza, por vergüenza de existir —nombre de una de sus series. Padial se fue a un piso compartido y estuvo años yendo a un psicoanalista, experiencia que terminaría plasmando en su último libro Doctor Portuondo—. Mi psicoanalista era un tipo que había tenido vida, un tío del siglo XX, que secundó la revolución cubana y luego fue perseguido por ella, que vivió en Estados Unidos, era médico, boxeador y que era capaz de darse puñetazos con cualquiera, incluso conmigo para que despertara. Me hizo un trasplante de una energía que yo no tenía por mis circunstancias familiares y vitales hasta ese momento…

—Preséntamelo.

—Está muerto.

"La gente se compromete con cosas que no van con ella"

Aquel trasplante le hizo salir del caparazón de la introversión, hasta sentarse en el sofá de Buenafuente y hacer vídeos sobre un tipo que quiere ser negro, entrevistar a swaggers y estrellas incipientes del trap o salir de rave con su inconfundible camisa negra y completamente sobrio. Siempre que he visto vídeos de Padial me da la sensación de que se ríe y ridiculiza lo más extravagante, como un ejercicio de reivindicación de lo corriente y lo normal. Pero asegura:

—No, no. Es que simplemente me llaman la atención. Me fascinan las cosas que hace la gente, soy solo un simple observador, obsesionado con la forma, con hacerlo perfecto.

—Pero todos cargamos la mochila que cargamos, tenemos una visión del mundo aprendida y tenemos prejuicios.

—Posiblemente, pero al final me acerco a estas realidades con una ingenuidad auténtica. No hay segundas intenciones, de verdad. Mi mochila es la del ingenuo, la de la pura fascinación guiada por la curiosidad. He llegado aquí a través de descartar todo lo que no me interesa, lo banal. Me acerco a realidades que me deslumbran por lo incomprensibles que resultan para mí. Es decir, yo soy un tío que no puedo beber porque al segundo whisky que me tomo tengo ganas de llorar y de irme a casa a ver vídeos de Michael Jackson. Pero me fascina la gente que bebe a lo bestia. El alcohol mueve el mundo porque saca la versión más extrema y real de cada uno y por eso me atrae. Los porros no, los porros te dejan tirado en el sofá viendo Juego de Tronos. O, por ejemplo, yo no sé ni poner una bombilla, pero me fascinan los tíos que saben poner bombillas o arreglar televisores en casa. Aunque no sabe poner una bombilla, está casado y tiene dos hijos:

—Decidimos tener un segundo para romper el maleficio, porque lo del hijo único ya se vé que no salió muy bien —dice. Padial conoció a su mujer, la crítica de cine Desirée de Fez, en el entorno de las películas—. Primero la admiraba, pensaba que era mayor que yo. Luego me la presentó Miqui Otero y en ese momento yo estaba con mi primera película, “Mi loco Erasmus”. Comencé a enseñarle las versiones y, bueno, es una persona… muy guay —fue a partir de ese momento que comenzó a despegar. Pasó tiempo hasta eso.

—¿No te frustrabas?

—No, porque mi respuesta era simplemente producir más. No nos hacían ni caso pero era mi obsesión. Ahora bien, es mucho mejor ahora que antes porque ahora hay dinero. Ser joven es una puta mierda. No entiendo a la gente que idealiza la juventud, ¡es espantoso! Hay gente que lo echa de menos por el aspecto físico, pero eso no tiene ninguna importancia.

"El alcohol mueve el mundo porque saca la versión más extrema y real de cada uno y por eso me atrae. Los porros no, los porros te dejan tirado en el sofá viendo Juego de Tronos"

Los hijos han supuesto un cambio en su carrera profesional. La curiosidad podía ser el motor inicial. Ahora es eso y el miedo.

—A mí nunca me han interesado las cosas, ni los coches, ni los pisos. Si me compro un libro es porque lo necesito, pero no me gusta acumular. De pequeño hacía cómics y me enviaban el pago de las colaboraciones en monedas dentro de sobres, porque me pagaban tan poco que no daba para poner billetes. Ahora me mueve el miedo, es maravilloso. Solo quiero no encontrarme a mis hijos con el pelo blanco rebuscando en los contenedores, no quiero hijos homeless y eso ha supuesto un salto brutal por crecer. Las mejores obras de la historia han surgido gracias a motivaciones tan mundanas como querer comprarse un piso, como le pasó a Louis-Ferdinand Céline.

Pero también es cierto que, junto a ese subidón, la vida de familia ha limitado de alguna forma los horarios de su bestia creativa (de apariencia inofensiva).

—Ha sido una patada bestial —asegura. Padial no para de producir y de crear—. No supone ningún esfuerzo, es lo que hago. Cuando James Brown terminaba un concierto a las 2 de la mañana se iba al estudio de grabación sin ningún reparo. Mi descanso es hacer cosas como “Go, Ibiza, Go”, donde vamos a llevar al límite el estado mental de ese momento, pero que tengan un vídeo. Tenemos tomando Blanc Pescador (un vino blanco) más alucinaciones que San Juan de la Cruz. Esa es mi fiesta, mi experiencia más cercana al clubbing.

Lo mismo le sucede a su equipo.

—He encontrado a gente brillante, sobre todo, con sentido del humor —asegura.

—Inteligente.

—Claro, sin inteligencia no hay humor. Pero gente que sobre todo pueda seguir mi ritmo, y entiendo que no todo el mundo quiera salir a las 3 de la mañana de un estudio.

Al final de dos horas de charla y muchas aguas, Padial me pregunta qué es lo que hay que hacer para comprarse un piso.

—Una hipoteca, Carlo.

—¿Y eso qué es?, ¿como que vas al banco y pagas de tu sueldo como si fuese el alquiler?

—Sí, algo así.

—Ah, es que ni idea.

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