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¿Qué pasa si comes la canasta básica argentina 3 meses? Spoiler: puedes enfermarte

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Desde los 80, el gobierno argentino usa una canasta básica de 58 alimentos para medir la pobreza; ahora, un grupo de voluntarios la está poniendo a prueba

Emilia Erbetta

15 Enero 2020 01:24

Siete kilos de pan, cuatro zanahorias, 24 frutas, 330 gramos de pescado, 30 de café. Fideos, arroz blanco, bastante papa. Carne... algo, pero grasosa y de mala calidad. La posibilidad (o no) de acceder a ellos es lo que determina que una persona esté por arriba o por debajo de la línea de la pobreza argentina.

La canasta está calculada para alimentar a un hombre “estándar”, de entre 30 y 59 años, y supone que las mujeres deben consumir un 75% de las cantidades que consume el varón. Sólo en 2019, su valor aumentó un 45%: hoy está en poco menos de 12 mil pesos argentinos por persona: unos 180 dólares por mes se van sólo en comer.

Puede parecer poco (el peso argentino viene en caída libre desde hace años), pero el salario mínimo es de 282 dólares.

Pero... ¿y si la Canasta Básica no es la manera correcta de medir la pobreza? Con esta pregunta, un grupo de científicos argentinos armó el Proyecto Czekalinski, un experimento por el que tres voluntarios empezaron hace tres meses a alimentarse sólo con el presupuesto y los alimentos de la canasta.

Lo que quieren es visibilizar que la canasta no es nutritiva e influir para que se reemplace como método para medir la pobreza.

El sistema es así: cada voluntario recibe por mes el monto total de la canasta, con la premisa de comprar sólo lo que está incluido. La idea es que hagan la experiencia completa: administrar el dinero y la comida para que duren todo el mes. Los productos son los más baratos de la góndola.

Lo primero que notaron fue que, sin planificación, era imposible llegar a los 30 días si querían hacer todas las comidas.

Lo segundo se los empezó a decir el cuerpo: Florencia De Marchi, una de los voluntarias, tenía sed todo el tiempo. Siempre me quedo con ganas de comer algo fresco”, le dijo al diario cordobés La Voz, que también auspicia al proyecto.

Es que la canasta incluye muy pocas frutas y verduras. Por ejemplo: unas cuatro zanahorias al mes para una mujer adulta. Y menos de una fruta por día.

La mayoría de las comidas son hidratos de carbono: arroz, papa, fideos, pan. Alimentos que llenan el estómago, sí, pero que solos no nutren demasiado.

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Claudia Albrecht - Proyecto Czekalinski (La voz)
Foto: Claudia Albrecht, una de las voluntarias del Proyecto Czekalinski (Diario La Voz)

Martín Maldonado, voluntario y coordinador general del proyecto, empezó a dormir mal y a ir menos al baño. Se puso de mal humor, con dolor de cabeza. Incluso transpiraba más.

Todos - Florencia, Martín y también Claudia Albrecht, la tercera voluntaria- bajaron entre el 2 y el 4 % de su peso en el primer mes. A los tres meses, ellas tuvieron que abandonar el experimento porque habían adelgazado demasiado: una de ellas incluso dejó de menstruar. A todos les aumentó el colesterol, los triglicéridos y la insulina y les bajaron la vitamina B12 y el magnesio.

Comer no es suficiente

“Necesitamos otros parámetros para medir la pobreza”, nos dice Sofía Chacón, que es parte de Proyecto Czekalinski desde el principio. Es politóloga y en la Universidad Nacional de Córdoba fue alumna de Martín Maldonado, politólogo, investigador del CONICET y coordinador del Proyecto.

Empezaron siendo cinco personas y hoy son más de veinticinco entre politólogos, nutricionistas, comunicadores, etc. No los financia el estado, reciben donaciones de privados y particulares.

“Este método surge en los 60. Se confeccionó en base al consumo del segundo y tercer decil más pobre de la sociedad argentina de ese momento”, nos explica Sofía. Acá ya hay un problema: la canasta no está armada con base en las necesidades nutricionales de las personas.

“Por eso nosotros proponemos que para medir la pobreza por ingreso, hay que tener una canasta con productos que sean nutritivos”, dice.

El planteo es doble: por un lado, que alcanzar la canasta no garantiza estar bien alimentado (quizás, si, no tener hambre, pero todos sabemos que no es lo mismo), por otro, que no alcanza con comer para no ser pobres, porque la pobreza es un fenómeno de muchas dimensiones.

“Hay otras carencias que no están solo vinculadas con el ingreso que percibe una familia por mes, sino que se vinculan a otras cuestiones y a otras limitaciones de accesos a otros derechos: salud, medio ambiente, cuestiones de género, de entretenimiento”, nos explica Sofía.

Después de las dos bajas en combate, el proyecto sigue en marcha. Y aunque ya bajó seis kilos, por ahora Martín Maldonado sigue alimentándose de acuerdo a la canasta básica. Sus análisis de laboratorio van a indicar si sigue o si tiene que parar.

Pero en Argentina hoy hay unos 16 millones de pobres y ellos no pueden elegir: con lo que ganan en un mes apenas llegan a la canasta y su vida cotidiana no es ningún experimento.

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