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Artículo Esmalte de uñas negro, leopardo y cuero: 10 momentos clave del glam más allá de Bowie Lit

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Esmalte de uñas negro, leopardo y cuero: 10 momentos clave del glam más allá de Bowie

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'Como un golpe de rayo' de Simon Reynolds analiza el movimiento musical más importante de la primera mitad de los setenta

víctor parkas

16 Junio 2017 06:00

“Con tu tacón de aguja, los ojos pintados, dos kilos de Rimmel, muy negros los labios: te has quedado en el 73, con Bowie y T. Rex”. En Rey del Glam, Dinarama capturaron a la perfección la frivolidad, el exceso y la diversión per se indisociables de un estilo como fue el glam, nacido en las postrimerías de los sesenta y ya plenamente asentado en la primera mitad de la siguiente década.

Aunque la capacidad de síntesis de Alaska y los suyos es envidiable para una canción pop, el periodista Simon Reynolds ha querido tomarse un poco más de cuatro minutos para analizar un movimiento juvenil tan relevante, influyente y felizmente petardo como fue el encabezado por Marc Bolan, David Bowie o Alice Cooper.

En sus casi 700 páginas, Como un golpe de rayo analiza minuciosamente una subcultura que, con sexualidad ambigua y dejes circenses, rápidamente escaló hasta el mainstream. De la misma forma que hizo con el postpunk en Romper todo y empezar de nuevo, Simon Reynolds escudriña todos los rincones del género para descubrirnos improbables deliciosos, elecciones audaces y, sobre todo, “hombreras gigantescas, glitter en el pelo, esmalte de uñas negro, leotardo y cuero”.

1) Las 35 camisas de un adolescente llamado Marc Bolan

Marc Bolan, líder de T. Rex y, por tanto, pionero del estilo que nos ocupa, fue bisagra entre dos modas juveniles: una que terminaba, la elegante tribu mod, y una por nacer, el glam. En The London Boys, de T. Rex, Bolan recreó una instantánea de ésta, su juventud, cuando se movía entre parkas, scooters y psicoestimulantes —“Mighty mean mod king / Dressed like fame”.

El periodista Nik Cohn apuntó que, en la etapa mod de Bolan, éste “solía cambiarse de ropa cuatro veces por día. En ese momento era pura imagen, arrogancia y frialdad”. Tal era su influencia en la subcultura de la que formaba parte, que incluso fue entrevistado para un reportaje sobre el movimiento publicado en la revista Town; en él, Bolan alardeaba de fondo de armario.

“Tengo 10 trajes, 8 chaquetas informales, 15 pantalones de vestir, entre 30 y 35 camisas buenas, unos 20 suéteres, 3 chaquetas de cuero, 2 chaquetas de gamuza, 5 o 6 pares de zapatos y 30 corbatas excepcionalmente buenas”. Esta obsesión por la imagen, Bolan la heredó en su paso al glam, un estilo en el que la apariencia, la puesta en escena y la actitud de los grupos acabarían teniendo el mismo peso, o incluso más, que sus álbumes y canciones.

2) Dalí sobre Alice Cooper: “Es el mayor exponente de la confusión total”

Aunque la página de Wikipedia dedicada a Alice Cooper asegure que “Alice Cooper es un cantante de hard rock y heavy metal”, de 1967 a 1975 las cosas eran sustancialmente distintas. Originalmente, Alice Cooper no era un solista, sino toda una banda —a mediados de los setenta, con Welcome to My Nightmare, el frontman Vincent Damon Furnier apostaría por una carrera en solitario, con un sonido mucho más duro, no sin antes adueñarse del nombre del grupo.

Pero, si Alice Cooper no era, en origen, el apodo Vincent, ¿a quién pertenecía tal nombre? Según cuenta la leyenda, los miembros de la banda (todavía) glam participaron en una sesión espiritista donde, ouija mediante, invocaron a una niña del siglo XVII llamada, sí, Alice Cooper. Muerta al ingerir voluntariamente veneno, a Alice se le negó la entrada al paraíso, viéndose obligada a vagar como alma en pena por toda la eternidad.

Aunque, vaya, Dunaway, el bajista, dijo que el nombre surgió sin más.

Antes de que Vincent rompiera la banda para siempre —perdiendo, así, el poderío compositivo de maravillas como School's Out—, el frontman tuvo la oportunidad de conocer a Salvador Dalí, uno de sus ídolos, durante un viaje a Nueva York. El artista, a cambio de 14.000 dólares, realizó un retrato holográfico de Cooper, destinado a coronar el escenario de la gira Billion Dollar Babies.

¿Cómo recuerda Vincent el encuentro? “La verdad, no entendí una sola palabra de lo que me dijo”.

3) Suzi Quatro, la 'mala feminista'

“Hoy los hombres son más guapos que las mujeres”, decía, con sorna, Suzi Quatro en 1973. “Bowie hace que me sienta realmente fea”. Como bien apunta Reynolds en el libro, la escena glam estaba compuesta por hombres feminizados, pero las mujeres desempeñaban, en el mejor de los casos, papeles secundarios. Quatro vino no solo a rebelarse contra eso, sino también contra el glamour intrínseco del estilo, aportando rudeza, rabia y un discurso poco ortodoxo dentro del rock femenino.

“Solo porque tenga un buen par de tetas no quiere decir que no pueda tocar rock and roll”, escupiría la frontgirl.

Además de patentar los rasgos mugrientos que más tarde el punk se encargaría de explotar —sus músicos se frotaban glicerina en los brazos antes de los conciertos, para que pareciesen más sudados de lo que ya estaban—, Suzi se consideraba tan autónoma que rechazó unirse al movimiento de Liberación Femenina, convirtiéndose en precedente de lo que luego acabaría llamándose 'mala feminista'. Eso, sumado a sus impertinencias durante las entrevistas, le granjearon mala fama entre las defensoras de la sororidad.

“Si quieren, llámenme la Yegua Marimacho”. Glups.

4) Gary Glitter y el oscuro subtexto de 'Do you wanna touch me?'

¿Cuánto hace que no escuchas esas palmas, esos alaridos y esa línea de bajo? ¿Cuánto hace que no escuchas Rock and Roll? Posiblemente, desde 2015, año en el que Gary Glitter fue declarado culpable de acoso sexual, intento de violación y abuso a menores de edad; niñas que iban de los diez a los quince años de edad.

Las perversiones de Glitter, que se remontan al año 1975, han hecho que caiga sobre él y su trabajo el ostracismo más severo. “Los compiladores de una reciente antología de glam decidieron excluir su música de los discos”, escribe Reynolds, “mientras que en los estadios deportivos de USA se dejó de utilizar Rock and Roll para estimular al público, como se había hecho durante décadas”.

Condenado a dieciséis años de prisión efectiva, el autor nos recuerda que Glitter, muy probablemente, acabará muriendo de viejo en la prisión donde permanece confinado. La mancha sobre su imagen, ya imborrable, hace además que temas como Do you wanna touch me? adquieran, de pronto, un subtexto de lo más perverso.

5) “¿Sabías que a Bryan Ferry le huele el aliento?”

Antes de convertirse en pionero y rey absoluto del ambient, Brian Eno puso sus sintes al servicio de Roxy Music, quizás la propuesta más elegante de toda la hornada glam. Aunque solo participase en los dos primeros álbumes de la banda, For your pleasure, donde más experimentó Eno, ha sido reconocido por Bryan Ferry, cantante de Roxy, como el mejor disco del grupo.

Ese juicio, en la época, era diametralmente opuesto: Eno, por insistencia de Ferry, se vio obligado a abandonar Roxy Music. “Odiaba leer artículos que supuestamente hablaban de Roxy Music”, declaró Ferry tras la separación, “pero a los que solo les interesaban los gusanos de cinta de Eno”.

Sí: a Bryan Ferry se lo comían los celos. El mayor punto de ebullición llegó cuando, durante el último concierto de Eno como miembro de Roxy Music, el público no dejó de gritar el apellido del técnico justo cuando Ferry, enfurecido, interpretaba Beauty Queen. Aunque Eno abandonaría el escenario para que las ovaciones se centrasen en el cantante, la decisión estaba tomada: Brian Eno, como suele decirse, tuvo que irse con la música —electrónica— a otra parte.


6) Wayne County, un verdadero desastre de género

Si al glam se le presupone teatralidad y artificio, nadie llevo eso tan lejos en los setenta como la cantante travesti Wayne County. Queen Elizabeth, su banda, hacía que los New York Dolls pareciesen The Mamas and The Papas: durante sus conciertos, County disparaba leche desde una pistola-dildo, cuando no simulaba cagar sobre el escenario y, en honor a la película Pink Flamingos, se llevaba la mierda falsa a la boca. “Cuando comenzaba a comérmela, todos se ponían a gritar y salían corriendo. A veces, las sillas volaban por los aires”.

Wayne County, en definitiva, trasladó al mundo del rock todo lo aprendido como espectadora avezada del llamado 'teatro de lo ridículo' —deformación queer del 'teatro del absurdo'. County, ahora trans y rebautizada como Jayne, sostiene que Bowie, en la época, la envidiaba profundamente. “David quería ser el bicho más raro”, dice la cantante en Como un golpe de rayo. “Y ahí estaba yo, mucho más rara que él (…). David estaba actuando un personaje. Yo no. David solo estaba fingiendo. Pero yo era eso; yo nací así (…) soy un verdadero desastre de género”.

7) El país del 'Ahora' (?)

“Para ellos (los jóvenes) las palabras '¿te acuerdas de...?' son las más sucias del lenguaje”. La máxima, extraída del ensayo Revolt into Style, fue expresada por George Melly en 1969; un año después, apunta Reynolds, “ya habían aparecido algunas grietas en la hipótesis de Melly”. Y es que, el revival, fuera de forma consciente o no, empezó a medrar en la cultura glam.

Activos como Wizzard, Moodies o David Essex, con su música, comenzaron a contemplar el reciclaje como forma legítima de creación artística. Roy Wood, que en Forever quiso aunar el espíritu de Beach Boys con el de Neil Sedaka, es definido por Reynolds como “un verdadero Dr. Frankentsin del pop”.

Lo más interesante, sin embargo, fue la reacción hastiada con la que la prensa cultural recibió todas estas propuestas. “Ésta se ha convertido en la década más acosada por la nostalgia”, escribía Charles Shaar Murray en NME. “Todo el mundo se abandona en sus brazos con tanta intensidad que, si no nos ponemos en acción de una vez por todas, a la gente de las próximas décadas no les quedará nada por lo que sentir nostalgia”. Sí: suena tan actual que da escalofríos.

8) Steve Harley y la prehistoria del 'beef'

Gastamos muchas energías en intentar buscar las semejanzas que tienen glam y punk, y dedicamos muy poco tiempo a ver sus paralelismos con el hip hop. De acuerdo: no hay tantos. Pero, revisando viejas entrevistas de Steve Harley, de Cockney Rebel, Simon Reynolds localiza los primeros resquicios de lo que hoy conocemos como 'beef'.

“Espero que cuando Bowie oiga a Cockney Rebel se caiga de espaldas”, decía el cantante en Melody Maker, año 1973. “Yo estoy decidido a perseguirlo hasta caer rendido o hacerlo salir corriendo. Bowie necesitaba que apareciera algo como nosotros (...). No hay ninguna otra banda dispuesta a darle una buena patada en el trasero”.

Otras de sus declaraciones, como aquella en la que aseguraba que “estar sobre el escenario es como ser un mesías”, dejan bien claro que Harley era un Kanye-antes-de-Kanye. Su megalomanía, claro, provocó conflictos internos en Cockney Rebel: todos sus miembros terminaron marchándose, superados por los desaires de Steve —paradójicamente, su apellido real es Nice ('Majo') y su canción más exitosa, Make me smile ('Hazme sonreír').

9) Los ecos de la purpurina

En el último capítulo del libro, Reynolds hace una recopilación de lo que él entiende como extensiones del glam encarnadas en otros estilos y disciplinas. Arranca en 1975, con John Lydon presentándose a una audición para cantar en un grupo llamado Sex Pistols y termina con Lady Gaga en 2016, recogiendo un Globo de Oro por su papel en American Horror Story.

En medio, el autor certifica que la grandilocuencia y el sentido del espectáculo del glam han terminado por impregnar todas las manifestaciones pop posteriores. Marilyn Manson es glam. Morrissey es glam. El Blackout de Britney Spears lo es, del mismo modo que lo son Gorillaz o Drake rapeando “desconsolado”, a la vez que “anuncia su plan de construir la piscina residencial más grande del mundo”.

Como un golpe de rayo deja para ésta, su recta final, las apreciaciones más provocativas del libro, no aptas para puristas ni rockerillos —pueden llegar a sentir mareos cuando, por ejemplo, el autor establece paralelismos entre Ke$ha y Alice Cooper.

10) Bowie

Ni calzar un “más allá de Bowie” en el título es suficiente para escapar de su influjo —su nombre, a estas alturas de la lista, ya debe haber aparecido cinco o seis veces. David Bowie protagoniza la portada de Como un golpe de rayo, su historia ocupa más de un tercio del ensayo, y las últimas páginas de éste están dedicadas a él.

“¿Dónde estabas cuando murió David Bowie?”, nos pregunta Reynolds en el clímax de un libro que, asegura, terminó de escribir justamente cuando el irrepetible cantante nos dejó el pasado año. El periodista reflexiona sobre el impacto que la muerte de Bowie tuvo en sus fans; en cómo, en los días y semanas sucesivas a su pérdida, éstos expresaron su dolor a través de las redes sociales. “Parecía que muchas de esas personas se estaban velando a sí mismas, doliéndose del paso de su propio tiempo”.

El autor, finalmente, recupera, sirva ello o no de consuelo, una frase que se le atribuyó por error al actor Simon Pegg: “Si hoy te sientes triste, recuerda que la Tierra tiene más de cuatro mil millones de años de historia y, de alguna manera, lograste existir en la misma época que David Bowie”.

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