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Artículo “¿Quién nos vendió ese rollo de mierda de que, si uno quiere, puede conseguirlo todo?” Lit

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“¿Quién nos vendió ese rollo de mierda de que, si uno quiere, puede conseguirlo todo?”

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‘Esclavos del trabajo’ recoge la experiencia de Daria Bogdanksa como inmigrante sin papeles en Suecia. La autora reflexiona sobre la precarización del trabajo, la organización sindical y los afectos en tiempos de crisis

víctor parkas

05 Septiembre 2018 14:08

“No voy a echar flores a Stalin”, dice Daria Bogdanksa en un instante de Esclavos del trabajo, “pero ahora vivimos bajo la dictadura de los ricos, y de viejos no tendremos nada. Seremos pobres, sin vivienda, y en invierno tendremos que calentarnos frente a un tonel, en un mundo destrozado por el cambio climático rollo Mad Max. Ni siquiera tendremos hijos que nos cuiden, porque todos tenemos relaciones libres”.

Lo dice tirada en el suelo, mientras cuenta ciclistas en Malmö para el ayuntamiento de la ciudad. Ése es uno de los trabajos de Daria: contar ciclistas. El otro consiste en servir y recoger mesas en un restaurante donde le pagan en negro. Suecia era mejor en la tele: desde que Daria dejó su Polonia natal para emigrar a Malmö, la precariedad se ha instalado en su vida con un contrato de arrendamiento que amenaza durar años.

Esclavos del trabajo (Daria Bogdanksa, 2018)

Esclavos del trabajo es el primer cómic de Daria Bogdanksa y también una suerte de cuchilla andante: bajo su aspecto de novela gráfica de temática slice of life, el debut de esta dibujante polaca esconde una airada reflexión sobre las dificultades que entraña ser inmigrante ilegal en Europa, sobre la necesidad de volver a confiar en el sindicalismo, sobre cómo la pauperidad medra en toda tu vida, incluidos los afectos.

Finalista del premio Artemisa 2018 y seleccionado en el último Festival de Cómic de Angoulême, Esclavos del trabajo surfea esa nueva ola de cómic indie combativo que azota Europa con Kobane Calling de Zerocalcare en la cresta. Dicha cresta, claro, sólo podía ser un mohicano de colores: si Zerocalcare es un orgulloso fan del hardcore straight edge, Bogdanksa aporrea la batería en el grupo punk War Two.

Esclavos del trabajo (Daria Bogdanksa, 2018)

Los noventa no sólo parecen cada vez más lejos: es que lo están. Si hace dos décadas los autores underground que participaban de escenas musicales alternativas, como Peter Bagge o Charles Burns, no utilizaban sus viñetas como una arma de transformación masiva, los trazos de Zerocalcare o Bogdanksa están recuperando un tiempo perdido, que no es oro, sino vida, con líneas de diálogo bien claras y mejor rotuladas.

“No, coño”, maldice Daria en el cómic, “¡no todo se soluciona! ¿Quién nos ha vendido ese rollo de mierda de que, si uno quiere, puede conseguirlo todo? La realidad es ésta: si no tienes dinero eres un perdedor y siempre lo serás”. La frase resuena como un puñetazo cuando la autora se queda sin dinero para hacer una última copa con el chico que le gusta, porque lo personal siempre es político. ¿Lo autobiográfico? Imagina.

Esclavos del trabajo (Daria Bogdanksa, 2018)

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