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Artículo "Hice público mi VIH y ahora los pandilleros que me violaban a diario me quieren matar" Now

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"Hice público mi VIH y ahora los pandilleros que me violaban a diario me quieren matar"

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Hablamos con Karla Avelar, la salvadoreña que se ha convertido en la primera transexual que puede ganar este año el premio internacional de activistas Martin Ennals. Una vida de transfobia, violaciones colectivas, disparos a quemarropa y acoso constante de las pandillas le impiden dormir por las noches.

Germán Aranda

25 Mayo 2017 06:00

Hace unas semanas, unos pandilleros se plantaron en la casa de Karla Avelar, en San Salvador. Se pensaban que había ganado el premio internacional para activistas Martin Ennals y le pedían con amenazas de muerte el 50% de la recompensa que hubiera recibido.


Pero se equivocaban, pues por ahora Karla Avelar se ha convertido sólo en la primera transexual en llegar a la final de dicho reconocimiento de un jurado formado por prestigiosas ONG del mundo. La ceremonia tendrá lugar en octubre en Ginebr, Suiza.

Después de las amenazas, Karla pidió protección policial y una investigación por las amenazas. La respuesta, como de costumbre en El Salvador: nada. “Es un estado fallido”, lamenta la líder trans en entrevista con PlayGround.

Que me pongan policía tampoco garantiza mi vida, me pongo a pensar y son uno de los principales ejecutores de violencia”, matiza Karla, que se plantea la posibilidad de pedir asilo político fuera de su país.

De la mano de la ONG que lidera, Comcavis Trans, y también junto a la ONG ASPIDH Arco Iris, Avelar ha denunciado en tres ocasiones al estado salvadoreño frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otra más frente a la ONU por no defender la vida y los derechos humanos de los transgénero.

Denuncian que de los 700 asesinatos producidos entre 1993 y 2017 “ninguno ha sido investigado”, a pesar de una reforma jurídica que pretende aplicar penas más duras, de hasta 60 años de cárcel, para quienes cometan crímenes de odio. “¿De qué sirve que se reforme el código penal si los crímenes quedan impunes?”, se pregunta Karla.

El pasado mes de febrero, tres mujeres transexuales fueron asesinadas en San Salvador, según Associated Press. En lo que va de año, se han registrado siete casos.

En el mundo, la ONG Transgender Europe registró 2.343 asesinatos de personas trans entre 2008 y 2017.

Perseguida por la violencia: "Las pandillas han hecho que yo no duerma agusto"

Que ella misma no forme parte de la estadística es un milagro. Su memoria le castiga con fogonazos de violencia sexual y transfobia que apenas le dejan dormir. “Ahora me he mudado a un barrio un poco más seguro y duermo un poco mejor, antes mis insomnios eran muy prolongados, pero duermo un poco en función de lo frustrante que haya sido el día”, cuenta.

No es para menos. Cuando tenía 9 años y vivía en una zona rural de El Salvador, un primo suyo la violó. Huyó hacia la capital, San Salvador, y vagó por las calles pidiendo dinero. Con 10 años empezó a asumir su identidad femenina y a vestir como mujer de manera definitiva.

El inevitable contacto con las maras y pandillas, responsables de miles de asesinatos, es inevitable para quien vive en las calles. Y empezó a mostrarle a Karla el rostro de la muerte. Quince pandilleros la violaron colectivamente cuando aún era una niña y le dejaron una segunda herida en la memoria que no sería la última.

A los 15 años, sobrevivió a nueve disparos a quemarropa, por los que pasó varias semanas en coma.

Aunque por entonces no se había metido de lleno en el activismo trans, Karla cree que se convirtió en activista en cuanto salió de casa, “desde el momento en que no coincides con tu familia y sales de casa, te vuelves protagonista de la lucha por los derechos humanos y luego lo amplías a otras personas”. “Yo quería llamarme Karla y no compartía que mi familia no me aceptara”, remata.

Pero su peor infierno aún estaba por llegar. En el año 96, sufrió en sus carnes la transfobia de la justicia, que la condenó por defenderse de una agresión.

Pasó cinco años en la cárcel que aún le rasgan el alma al recordarlos. “Estuve cumpliendo pena junto a mi verdugo. Al juez no le importó que le avisara de que me iban a matar. Hicieron trizas cinco años de mi vida que aún me persiguen. ¡Cada día me violaron! Las pandillas han hecho que yo no duerma a gusto, me han marcado de por vida. Sé que soy un blanco para ellos, que tarde o temprano...Tengo un tatuaje en el cuerpo desde el momento en que los denuncié”.

Pero la cosa empeoró aún más: “Hice público mi diagnóstico de VIH después de cinco años en los que me violaron diariamente. Me he vuelto un objetivo para ellos por eso. Muchos me quieren matar. Mi respuesta la encontré en el camino: denunciar lo que hacen con nosotras, tanto el Estado como los criminales”.

El activismo como terapia: "Pequeños logros de una lucha constante"

Para superar tanto trauma, o al menos “disipar las heridas”, Karla lleva años de psicólogos que le han ayudado, en parte gracias a las donaciones a su ONG. El Estado no ha prestado ninguna ayuda. “Todavía, de vez en cuando, me despierto gritando”, cuenta. La ayuda de su madre, con la que se ha reencontrado y reconciliado años después, también ha sido importante.

Pero el activismo funciona también como terapia para Karla, a pesar de que reconoce que lo que consiguen son “pequeños logros en una lucha constante”. “Reconozco que hay ciertos avances políticos, sociales y culturales pero no son suficiente. Hay un fundamentalismo religioso en El Salvador que lo frena”, relata.

Una de las recientes conquistas abrió hace unos días la web elfaro.net, uno de los grandes referentes del periodismo salvadoreño. El titular era “Corte Suprema acepta que un hombre tenga nombre de mujer” y la primera frase: “Hace 17 años Lea decidió convertirse en mujer”.

La entrevistada habló con El Faro para advertirle de que lo que la Corte Suprema había aceptado era que una mujer trans pudiera usar su nombre social. Y que seguramente Lea se sentía mujer desde mucho antes de cambiar su cuerpo o su nombre.

La respuesta del medio progresista fue que así era el titular porque ese era el término jurídic. Sin embargo, según Karla “su deber como medio de comunicación es sensibilizar a la población” y actitudes como esta demuestran “que el machismo y la misoginia predominan y están institucionalizados”.

De cualquier forma, ese cambio de nombre “es un avance”, expresa Karla, sobre todo porque tres acciones jurídicas en El Salvador sientan las bases para la creación de una ley.

Pero no es sufiiciente: “El Estado tiene que legislar para proteger a las minorías trans y a las víctimas de crímenes de odio. Y hacer que la ley se cumpla. Pedimos que los países de la Organización de Estados Americanos estén obligados a ello. La sociedad cambia más rápida que los políticos, que son ahora mismo obstáculos de nuestros derechos”.

La doble moral: "El mismo que te mama, luego no quiere saber nada de ti"

La “doble moral” y el “fundamentalismo religioso, católico y evangélico” son dos de los factores que alimentan el odio en El Salvador. “El mismo que te besa, que te mama, después no quiere saber nada de ti fuera de ese contexto”, lamenta Karla.

El mercado laboral no les abre espacio: llegaron a renunciar incluso algunas de las mujeres trans que trabajaban debido a las presiones del colectivo en la Secretaría de Inclusión Social. “Hay algunas oportunidades para homosexuales, pero para trans, tanto en el área pública como en la privada, las opciones son nulas”. Se ven empujadas, como ella, a la prostitución.

Los medios de comunicación tampoco ayudan, denuncia la activista: “Las televisiones privadas deberían educar y sensibilizar, pero muchas veces abonan la idea de que la homosexualidad o la transexualidad son un riesgo. Un periodista habla libremente de forma discriminatoria y nadie dice nada”.

La educación de que “si no eres cristiano, no eres buena persona” que denuncia Karla afectaba también a su familia. Pero el caso puntual de cambio le sirve para ser optimista: “Siguen siendo extremadamente católicos o evangélicos pero han aprendido a aceptar y respetar mi condición de mujer transgénero. He aprovechado para enseñarles que utilicen las herramientas religiosas para construir y no para destruir”.

El contexto de transfobia en El Salvador no se puede disociar del clima violento que se respira en sus calles debido a la violencia de maras y pandillas. “El Estado es fallido y el problema de las pandillas se les ha escapado de las manos. Muchos pandilleros obligan a la sociedad civil a ejercer violencia, son la mancha negra de nuestra sociedad”, denuncia, contundente, Karla.

De su iniciativa nació la primera asociación de transexuales de El Salvador y a raíz de ella surgieron otras cinco. Ahora, con el premio, espera “que se amplíe el ojo crítico al Estado salvadoreño, una mirada constructiva que permita cambios”. Y que no la maten.

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