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Putin ha ganado, ahora comienza la guerra por su sucesión

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El resultado de las elecciones de 2018 ha sido previsible porque la verdadera batalla tendrá lugar en 2024. Dentro de los muros del Kremlin acaba de comenzar una lucha descarnada por ocupar el lugar de Putin

Margaryta Yakovenko

18 Marzo 2018 19:23

Vladimir Putin ha vencido con más del 72% de los votos en unas elecciones que ya se daban por ganadas incluso antes de haber sido convocadas. Para el hombre fuerte de Rusia, la fiesta de la democracia ha sido un día más de sus 18 años de liderazgo. Con una campaña electoral nula por su parte, y una farsa circense por parte de los 7 supuestos opositores que se le enfrentaban, no sería nada de extrañar que Putin viera las elecciones como la boda de una prima lejana: te da pereza ir pero sabes que debes aparentar delante de tu madre.

Ahora que el resultado es oficial y sabemos que el Kremlin será 6 años más su trono, la única pregunta verdaderamente relevante es: ¿qué pasará en las próximas elecciones de 2024?

Al presidente ruso, que para ese momento llevará 24 años en el poder -el mismo período que completó Stalin-, se le han acabado desde hoy las posibilidades de volver a ser reelegido. La Constitución rusa solo contempla dos mandatos consecutivos y el amaño de 2008, cuando Putin cedió su cargo presidencial a Dmitriy Medvedev mientras él mismo ocupaba el de primer ministro, ya no podrá ser repetido.

“La gente que está alrededor del presidente está decidiendo quién de ellos vendrá después de Putin. Ese el principal motivo de la pelea: es una lucha por un lugar en el sistema después de que se haya ido el presidente”, aseguró a The New York Times el analista político y exasesor del Kremlin Gleb Pavlovsky. La corte del presidente, funcionarios y oligarcas, sabe que el pitido del silbato que acaba de sonar da comienzo a una lucha descarnada y a puñetazo limpio por su propia supervivencia. La carrera por la sucesión durará seis años. Seis años llenos de intrigas y codazos por ser el blanco al que Putin apunte con su dedo antes de su jubilación dorada.

La corte del presidente, funcionarios y oligarcas, sabe que el pitido del silbato que acaba de sonar da comienzo a una lucha descarnada y a puñetazo limpio por su propia supervivencia.

Aunque para algunos analistas, esa jubilación tendrá un sabor amargo si el presidente decide retirarse definitivamente. Es muy difícil imaginar que Putin pueda dejar caer en desgracia al sistema personalista que él mismo ha levantado durante casi dos décadas. Tal y como dijo en 2014 el actual portavoz del Parlamento ruso, Vyacheslav Volodin, "si hay Putin, allí está Rusia. Si no hay Putin, no hay Rusia". Por lo tanto, al presidente solo le quedan dos opciones: elegir con mucho cuidado a un sucesor que pueda perpetuar el putinismo o elucubrar alguna nueva treta que le permita ocuparse después de 2024 de alguna institución lo bastante relevante para seguir influyendo en la política rusa.

Andrei Kolesnikov, analista político del Carnegie Center, se preguntaba en un reciente artículo de Vedomosti si era posible que Putin tratara de alguna manera convertirse en el ayatolá de toda Rusia. Pavlovsky coincidía con la idea de la permanencia eterna en el poder en una entrevista para el Eco de Moscú: “la Constitución no es una gran limitación. No hay que creer que el año 2024 es algún tipo de fecha límite. Esa fecha no existe. Puede ser movida a una legislatura más larga”, aseguraba.

Pero la desidia puede inmovilizar hasta al hombre más poderoso de Rusia. En las últimas comparecencias públicas de Putin se le ha visto apático. Ya no tiene ganas de participar en debates políticos, en despejar polémicas, en contestar a las preguntas de los periodistas. Hasta en su último gran discurso del estado de la nación de diciembre se veía que claramente preferiría estar en otro lugar. Si los dos primero mandatos de Putin fueron dedicados a sacar a Rusia de la grave crisis económica derivada del colapso de la URSS en 1991, objetivo que consiguió con creces reduciendo la pobreza en casi un 20%, y el tercer mandato fue para convertir al país en una gran potencia y recuperar el esplendor de épocas pasadas, objetivo materializado en la anexión de Crimea, la ausencia de nuevas ideas en el Kremlin augura que el cuarto mandato estará dedicado a mantener el status quo y esperar que este no empeore.

En los siguientes seis años Rusia pasará al autopilotaje y mientras los engranajes que han sido engrasados durante 18 años siguen moviéndose, Putin sabe que deberá optar por presentar en sociedad a su nuevo protegido antes de cometer errores históricos como los de algunos dictadores africanos de permanecer en el poder de manera indefinida.

Los expertos de la Fundación Política de San Petersburgo tienen ya una idea de quién podrá ser el nuevo sucesor. Por el momento, la figura con más posibilidades sigue siendo la de Dmitriy Medvedev, actual primer ministro, con 21 puntos según la fundación. A pesar de que a principios de 2017, una investigación del opositor Alexei Navalny descubría la existencia una trama corrupta alrededor del enriquecimiento de Medvedev, los numerosos actos públicos en los que Putin le acompaña (y también momentos de ocio como ir al gimnasio o a pescar) son un claro mensaje del presidente de que apoya al primer ministro.

En los siguientes seis años Rusia pasará al autopilotaje y mientras los engranajes que han sido engrasados durante 18 años siguen moviéndose, Putin sabe que deberá optar por presentar en sociedad a su nuevo protegido antes de cometer errores históricos como los de algunos dictadores africanos de permanecer en el poder de manera indefinida.

Segundos en la lista se sitúan dos candidatos con la misma cantidad de puntos: Serguéi Sobianin, alcalde de Moscú, y Alexei Dyumin, gobernador de la región de Tula, ambos con 19 puntos. El presidente mantiene buenas relaciones con ambos y en la última celebración del 9 de mayo, el día que conmemora la victoria sobre el nazismo, se vio a Putin acercarse a Sobianin para comentarle algo. El acto en sí no es sospechoso si no fuera porque en Rusia todo lo es y algunos lo interpretaron con una señal de demasido buena sincronía.

Con respecto a Dyumin, no se puede decir que su carrera no haya sido meteórica. Hace unas semanas, Bloomberg apuntaba a este político como uno de los miembros de la nueva guardia de Putin, la generación de neófitos que ha llegado al poder para poder preservar el legado putinista. De solo 45 años, Dyumin ha mostrado lealtad inquebrantable al presidente. Condecorado excomandante de las fuerzas especiales del ejército ruso, antes de llegar a la política ejerció también como guardaespaldas de Putin y fue el encargado de dirigir la operación secreta que sacó de Ucrania al expresidente Viktor Yanukovich. Fue nombrado viceministro de defensa y en 2016 se le ascendió a gobernador de la región de Tula. Él mismo presume que en su época de guardaespaldas, salvó a Putin de ser atacado por un oso. Un hombre capaz de enfrentarse a un oso, quizá también sea visto por Putin como un buen depositario de su propio poder.

A pesar de ello, tampoco hay que olvidar la opción de que Putin pueda elegir a una persona absolutamente inesperada, a alguien que ni siquiera los analistas están contemplando. Quedan por delante seis años en los que lo único predecible es que se usarán para legitimar el simbolismo del líder ruso más longevo desde 1953. Un líder que ya es uno de los principales símbolos del siglo XXI.

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