"Hemos estado haciendo esto desde que la CIA se fundó en 1947. Hemos usado carteles, panfletos, anuncios publicitarios, materiales promocionales, lo que sea. Hemos publicado información falsa en periódicos extranjeros, hemos utilizado maletas de dinero en efectivo", afirma un profesor estadounidense en una investigación del 'New York Times'
En la última semana el fantasma de la injerencia rusa en las elecciones norteamericanas ha vuelto a revivir. El martes, la inteligencia estadounidense advertía al Comité de Inteligencia del Senado que Rusia podría estar lista para repetir en las elecciones de mediados de 2018 las mismas tretas que utilizó en 2016. Justo el viernes, el fiscal especial del Russia Gate, Robert Mueller, acusó a 13 rusos y 3 empresas por el proyecto Lasktha, una trama organizada de centenares de personas que tenían como único objetivo intervenir en el resultado de las elecciones presidenciales de 2016.
Estas nuevas informaciones han preocupado a muchos estadounidenses, que consideran la intervención rusa un ataque directo contra su sistema político. Sin embargo, un artículo publicado en The New York Times ha recordado una verdad incómoda: los norteamericanos ya lo hicieron antes.
“Rusia no es el único que se entromete en las elecciones. Nosotros lo hacemos también”, es el titular que acompaña al resultado de las conversaciones del periodista Scott Shane con diversos ex funcionarios de la inteligencia estadounidense y expertos en la materia.
Según explican en la cabecera norteamericana, la CIA ha estado interviniendo en las elecciones de varios países desde sus inicios. “Hemos estado haciendo esto desde que la CIA se fundó en 1947”, explica Loch K. Johnson, profesor de la Universidad de Georgia y experto en seguridad nacional. “Hemos usado carteles, panfletos, anuncios publicitarios, materiales promocionales, lo que sea. Hemos publicado información falsa en periódicos extranjeros, hemos utilizado maletas de dinero en efectivo”, enumera Johnson.
La inteligencia estadounidense ayudó a derrocar a líderes en Irán y Guatemala, respaldó golpes de estado durante la década de 1960, apoyó a gobiernos anticomunistas en Latinoamérica, Asia y África, tramó asesinatos y sí, también metió las narices en las elecciones de varios estados. El Times menciona el trabajo de Dov H.Levin, experto de Carnegie Mellon que recopiló las operaciones de influencia de EEUU y Rusia entre 1946 y 2000 y encontró que EEUU hizo 81 y la Unión Soviética y Rusia 36.
"No estoy de ninguna manera justificando lo que hicieron los rusos en 2016", explicó Levin. "Fue completamente incorrecto que Vladimir Putin interviniera de esta manera. Dicho esto, los métodos que utilizaron en esta elección fueron la versión digital de los métodos utilizados por Estados Unidos y Rusia durante décadas: irrumpir en las sedes del partido, reclutar secretarios, colocar informantes en una fiesta, dar información o desinformar a los periódicos ".
“Rusia no es el único que se entromete en las elecciones. Nosotros lo hacemos también”
Además, en al menos una ocasión, fue precisamente Rusia uno de los países afectados por los movimientos de la CIA. De acuerdo con The New York Times, la inteligencia norteamericana intervino en las elecciones rusas de 1996 por miedo a que el líder del Partido Comunista, Gennadi Zuganov, derrotara a Boris Yeltsin. Entre las ayudas del Gobierno estadounidense destacan el impulso estadounidense para un préstamo de 10.000 millones de dólares del FMI a Rusia meses antes de la votación y un equipo de consultores políticos estadounidenses. Esta influencia de EEUU en la política Rusia también tiene su reflejo en los últimos años con las subvenciones que el National Endowment for Democracy ha otorgado a una organización que contrató al opositor ruso Aleksei Navalny.
En la noticia, los ex funcionarios de la CIA y expertos norteamericanos en seguridad nacional se defienden de aquellos que intentan igualar las actividades de los dos países. "Está comparando a alguien que entrega medicamentos que salvan vidas a alguien que trae veneno mortal", dice Kenneth Wollack, presidente del Instituto Nacional Demócrata. ¿Pero son de verdad tan diferentes?