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Una nueva voz

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Una nueva voz

Dejó de comer, de dormir, de hablar. Tenía tan sólo 11 años y ya se le habían quitado las ganas de vivir. Le diagnosticaron ‘asperger’ y trastorno obsesivo compulsivo. Le hicieron pruebas psicotécnicas, le radiografiaron el alma. Y nada. No hablaba. Años antes algo hizo ‘clic’ en su cabeza cuando se informó de los efectos del cambio climático. Al ver que ningún país emprendía acciones para solucionar el problema, se asustó. Se asustó por todos nosotros, se metió en la cama y, poco a poco, desapareció en una depresión. Hasta que un día decidió volver a hablar para decir algo importante. Greta Thunberg tiene hoy dieciséis años y es la voz de una generación que nunca tuvo un espacio en la política y que ahora, gracias al movimiento ‘School Strike 4 Climate’ (huelga estudiantil por el clima), es un referente mundial en la lucha contra el cambio climático.

“Dado que nuestros líderes se están comportando como niños, nosotros asumiremos la responsabilidad que deberían haber asumido hace mucho tiempo”, dijo Thunberg en Katowice, Polonia, delante del secretario general de la ONU. Cada viernes, miles de niños como Greta quedan delante de los ayuntamientos de sus ciudades para gritar proclamas y conspirar entre ellos. Su demanda es clara y meridiana: que los adultos despierten ante la grave crisis medio ambiental. En una total inversión de los valores de la democracia, los niños se han convertido en la voz de la razón de una sociedad cada vez más infantilizada. Esta es la paradoja de la situación actual.

¿Por qué? Retos como el cambio climático requieren de un pensamiento largoplacista. Por el contrario, nos han educado a pensar a corto plazo, a crecer económicamente sin freno y a expoliar los recursos del planeta sin tener en cuenta las consecuencias. Vivimos en un presente de distracciones, en el centro mismo de una guerra informativa por el poder en el que, la verdad y los datos científicos, son las principales víctimas. Dentro de este ruido ensordecedor no conseguimos distinguir una señal que nos guíe en un proyecto de futuro y que apueste por el bien común. Aunque a diario nos bombardeen con datos, y más datos, elegimos mirar hacia otro lado y seguir imbuidos en las distracciones del presente. El ‘cambio climático’ es un enemigo invisible que, revestido de datos y de predicciones, se nos escabulle una y otra vez. Y, por lo que parece, un monstruo que sólo aterroriza a los niños.

Según la Asociación Americana de Psicología, los jóvenes entre 15 y 21 años padecen más estrés y ansiedad que sus mayores. La crisis medio ambiental o el abuso sexual son algunas de las principales causas. Tienen miedo al presente, pero sobretodo, al futuro. Porque cuando tienes toda la vida por delante, y lo que ves es un telón de color negro, como le pasó a Greta Thunberg, te lo empiezas a cuestionar todo. Pero es precisamente esa debilidad lo que les convierte en los actores más fuertes para enfrentarse a según qué problemáticas. Pueden pensar a largo plazo, imaginar un mundo mejor y, por ello, actuar como es debido. Como los adultos que deberíamos ser todos nosotros.

“No hemos venido aquí a rogar a nuestros políticos que se responsabilicen de la situación. Nos habéis ignorado en el pasado y volveréis a ignorarnos otra vez. Las excusas se han acabado y ya hemos malgastado todo nuestro tiempo. Hemos venido aquí para contaros que el cambio va a llegar, os guste o no os guste. ¡El verdadero poder es de la gente!”, dijo Thunberg en el COP 21. Los tiempos han cambiado. Gracias a las redes sociales, las minorías que históricamente no disponían de un altavoz por el cual comunicar sus demandas, en cuestión de minutos pueden diseminar y hacer virales sus mensajes. Estamos interconectados y los más ‘débiles’ de la sociedad pueden aprovecharlo para hacer aún más sonoro su mensaje. Antaño la voz predominante en el discurso social era la del hombre, blanco y con más de 40 años. Hoy vivimos en una guerra identitaria en la que todo el mundo tiene voz y voto. En esa guerra ha entrado un nuevo e inesperado segmento social: los niños. Una nueva voz que señala el camino a seguir ante el temporal.

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