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Argentina ha atrapado este año a 217 prófugos en sus estadios

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Su mayor error, ser incapaces de renunciar a su equipo. Y no es la película 'El secreto de sus ojos'...

I.P.

13 Noviembre 2017 15:54

La realidad acaba superando la ficción. Ocho años después de que la película El secreto de sus ojos ganase el Oscar a la mejor película extranjera, hemos sabido que una de sus escenas más memorables, la de la identificación del sospechoso en el estadio de Huracán, no era tan rebuscada como algunos podían achacarle a sus guionistas, Eduardo Sacheri y Juan José Campanella.

217 prófugos de la justicia han sido identificados en lo que va de año en estadios de Argentina. Es gracias al programa Tribuna Segura, que impone controles de documental de identidad para todo aquel que entre al recinto deportivo.

Caen a razón de entre cinco y diez por fin de semana. No está mal, teniendo en cuenta que en Argentina existen unos 50.000 huidos de la justicia. La medida parte del gobierno de Macri, y básicamente la razón de su éxito está en incrementar el control sobre los barristas, los aficionados más radicales y también entre cuyas filas se pueden -generalizaciones clasistas aparte- encontrar presuntos delincuentes. La gendarmería argentina utiliza unos teléfonos capaces de leer el documento de cada persona que intenta entrar al estadio.

Como afirma Guillermo Madero, uno de los responsables de Tribuna Segura al diario El País, "es difícil comprender cómo alguien con búsqueda y captura se mete a un River-Boca con 1.300 policías. Pero son así". "El programa está pensado para no dejar entrar a los estadios a los 3.500 ultras que lo tienen prohibido por sus antecedentes violentos. Pero los datos se cruzan con los prófugos de la justicia y en la red caen asesinos y ladrones", añade.

Los delitos también incluyen violencia machista y los controles que comenzaron en las gradas más populares se han ido extendiendo hacia las tribunas de mayor poder adquisitivo donde por supuesto también existen espectadores en busca y captura.

El estadio de fútbol es uno de los últimos reductos de pertenencia a una identidad compartida. Como tal, puede ser un espacio de liberación, pero en este caso, donde ni el propio delincuente puede ya estar seguro, se parece más a la antesala de una cárcel.

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