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Rudy Galindo, el latino que abanderó la visibilidad gay en el patinaje

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Más de dos décadas después de sus triunfos reflexiona sobre qué supuso ser un patinador abiertamente gay en los 90 y sobre por qué no hay tantos latinos sobre el hielo

Rubén Serrano

22 Febrero 2018 15:48

La visibilidad que están dando deportistas homosexuales y bisexuales como Adam Rippon, Eric Radford o Ireen Würst en las Olimpiadas de Invierno se puede considerar una medalla de oro para el colectivo LGTB+. Sin embargo, los 15 atletas queer de estos juegos no han iniciado este camino, sino que han seguido los pasos que otros ya dieron.

Rudy Galindo es un patinador estadounidense de ascendencia mexicana que en 1996 se convirtió en todo un héroe para la comunidad gay y latina al ganar el campeonato nacional de patinaje de EE.UU. y ser uno de los escasos atletas que salió del armario mientras continuaba activo en el deporte. Galindo decidió conciliar su vida personal y profesional: nunca escondió su homosexualidad ni tampoco que era VIH positivo y eso lo ha convertido en todo un pionero en la comunidad LGTB+.

Sin embargo, presumir de llevar la bandera arcoiris en aquella época y en medio de la pista de hielo fue "muy dificil", según explica en una entrevista para PlayGround: "Los que manejaban el poder en el patinaje me dejaron claro que ser abiertamente gay no solo era políticamente incorrecto, sino que estaba prohibido. Aún así, sabiendo que habría consecuencias negativas, lo hice público porque me sentía orgulloso, no avergonzado".

Nació en San José (California) en 1969, y no tuvo una infancia soñada. En su familia humilde y de clase obrera no sobraba el dinero. Su madre padecía una enfermedad mental y su padre, un conductor de camiones que se pasaba días en la carretera, destinaba todos sus ingresos a satisfacer las necesidades de sus tres hijos. Al poco tiempo, Galindo y su hermana mayor -Laura- encontraron en el patinaje el confort que les faltaba en la caravana en la que vivían.

Su éxito profesional se lo debe al gran esfuerzo que hizo su padre, que murió en 1993 de un ataque al corazón. “Nos daba su sueldo entero para que mi hermana y yo pudiéramos ir a clases de patinaje y así mantenernos alejados de la calle. Nunca nos pudimos permitir mudarnos a una casa porque todo su dinero iba para nuestra formación”, remarcó Galindo en una conversación con la NBC.

Galindo fue el primer campéon de patinaje de EE.UU. abiertamente gay y el primer latino que se alzó con este premio.

A los 11 años conoció a Kristi Yamaguchi, que devino no solo su pareja artística, sino también una compañera de vida. Como tándem ganaron dos veces seguidas el campeonato nacional de patinaje de EE.UU. en 1989 y 1990, su modalidad junior en 1986 y el campeonato mundial junior de 1988. Aunque no pararon de recoger coronas y laureles, se separaron en 1990 porque la joven decidió centrarse en su carrera en solitario.

Galindo inició entonces su propio viaje por la pista de hielo, caracterizado sobre todo por un sinfín de vaivenes. Justo al poco tiempo de hacer frente al fallecimiento de su padre, en 1994 su hermano George –diez años mayor que él- murió de sida. La crisis que desencadenó el VIH décadas atrás también acabó con la vida de dos de sus entrenadores, Jim Hulick y Rick Inglesi, en 1989 y 1995 respectivamente.

Las muertes lo dejaron devastado y, tras tomarse unos meses de descanso y de incluso contemplar retirarse, esta prominente figura latina del deporte decidió volver a entrenar bajo las órdenes de su hermana. En 1996 Galindo regresó a lo grande: al poco tiempo de hacer pública su homosexualidad ganó el campeonato nacional de patinaje que se celebró en su ciudad natal.

Su victoria fue triple. Tras una impresionante actuación al ritmo de “El lago de los cines” de Chaikovski, Galindo se convirtió en el hombre de más edad (26 años) que alzaba este premio en 70 años, en el primer latino que lo ganaba y en el primer campeón de patinaje de EE.UU abiertamente gay.

En su autobiografía Icebreaker (1997) confesó que se sentía desmotivado por la falta de apoyo que recibía de organizadores, jueces y compañeros; un sentimiento que todavía recuerda a día de hoy. "Algunas autoridades me pedían que patinara de forma masculina y mis trajes polémicos siempre eran aparentemente motivo de crítica. Me sentía constantemente bajo un microscopio y notaba que me querían contener dentro de una caja", señala para Playground.

"El patinaje tiene un precio. Hay innumerables latinos que no pueden permitirse pagar este deporte. Crecí económicamente en desventaja pero por suerte mi familia lo sacrificó todo por mí"

Antes de Galindo, el patinador británico John Curry ya había sentado un precedente en la comunidad LGTB+. Tras ser expulsado casi a patadas del armario por la prensa durante las Olimpiadas de 1976, habló sin tapujos sobre su homosexualidad y sobre el sida, que acabó con su vida en 1994. Ambos han sembrado un referente para otros atletas que ahora siguen sus pasos como Adam Rippon, Orlando Cruz, Michael Sam o Keegan Hirst.

Su homosexualidad no supuso para Galindo una barrera a la hora de cosechar logros profesionales. En los campeonatos mundiales de 1996 consiguió el bronce gracias a una actuación icónica e histórica: vestido de negro con un lazo rojo alrededor de su cuello patinó al compás del “Ave María” para rendirle homenaje a todos los afectados por el VIH y el sida, entre ellos su hermano y sus dos entrenadores.

Cuatro años después, Galindo reveló que le habían diagnosticado VIH. Por aquel entonces se había retirado de las competiciones deportistas y había rechazado los Juegos Olímpicos. Sin embargo, el virus tampoco detuvo al 'heroe de San José', que siguió patinando durante 12 años en la gira Champions on Ice mientras contaba su historia en medios para dejar que claro que el VIH ya no era una sentencia de muerte.

Mantiene que "tener VIH no afectó directamente" su carrera profesional. "Posiblemente afectara de forma indirecta ofertas potenciales, pero nada que fuera tangible en mi mente. Mi propia mortalidad me golpeó duramente e inmediatamente mi salud se hizo omnipotente", puntualiza.

Hoy, a sus 48 años, se dedica a entrenar a futuras estrellas del patinaje, entre ellas a la hija de Kristi Yamaguchi. Desde la distancia, reflexiona sobre la brecha social que separa a muchos latinos -como él- de triunfar en el deporte y apunta al factor ecónomico como la razón principal.

"El patinaje tiene un precio. Hay innumerables latinos que no pueden permitirse pagar este deporte. Sin recursos financieros, uno no puede acceder ni a las clases. Crecí económicamente en desventaja pero por suerte mi familia lo sacrificó todo por mí. Ahora soy el que está ayudando financieramente a mi sobrina y a mi sobrino", matiza este deportista latino pionero en el colectivo LGTB+.

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