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Messi demuestra que las personas valen más que los himnos

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3 de la tarde en una pizzería de Buenos Aires. Suena el himno argentino y... NO PUEDE SER

Ignacio Pato

22 Junio 2018 13:17

9 de la noche en Nizhni Nóvgorod. 3 de la tarde en una pizzería de Buenos Aires, en una casa de Salta o en un barrio de Mendoza. Argentina se paraliza para ver el partido contra Croacia.

Suena el himno argentino. Caras concentradas y Messi que se toca la cara. Está incómodo, visiblemente agobiado, se frota la frente, no mira al frente.

Se dice siempre que en el himno hay que estar en posición solemne, hay manos en el corazón, mentones arriba y letras cantadas con pasión. En países como Francia cantar o no el himno es siempre una discusión sobre identidad nacional, lamentablemente desde posiciones de derecha casi siempre. En Argentina, mucho se ha hablado sobre la diferencia de énfasis al cantar el himno entre jugadores de la selección de rugby, los Pumas, y los de la de fútbol.

El himno no gana partidos. Messi ayer estaba molesto. No era con el himno. Era seguramente con su papel en esta selección, con el papel de la selección, con su penalti fallado, con que Sampaoli no dé con la tecla, con la ansiedad apremiante de ganar un Mundial.

Quizá el último que le quede en buenas condiciones. En dos días cumple 31 años. A Catar llegará con 34. El malestar de Messi es un malestar humano.



Humano, humanísimo fue también el monumental rebote que tenía Maradona en otro Mundial, el de Italia hace 28 años.

Argentina llegó a la final de Roma contra Alemania en medio de un barro de jugadores suspendidos, lesionados y tras dos tandas de penaltis en una semana contra Yugoslavia e Italia. Ese último cruce -tras el intento de Maradona de que los aficionados napolitanos apoyasen a Argentina- le hizo la cruz a la albiceleste.

Argentina llegó hecha mierda.

Maradona y sus compañeros tuvieron además que escuchar la gigantesca pitada al himno por parte del público italiano. "Hijos de puta", dijo dos veces con las cámaras de la RAI en la cara, el 10.

Esa no era una pitada al himno, no era una pitada contra Argentina como país, o contra su historia. Era un insulto a ese grupo de jugadores, a sus compañeros que contra todo -como en México'86-, casi contra ellos mismos habían llegado hasta allí.

Medio muertos pero habían llegado.

Los himnos no sienten, las personas sí.

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