“... y vosotros sois parásitos”
Es un día cualquiera y decides ir a comer una hamburguesa. Y escoges ir a “ese célebre restaurante escocés” —como decían en una comedia argentina— “de nombre McDonald’s”. Optas, por cercanía, por acercarte al establecimiento situado en Brixton Road, Londres, y allí eres testigo de cómo un defensor a ultranza de la supremacía blanca decide que se aburre de hacer cola y apuesta por usar el lugar como si fuera el “speaker’s corner” de Hyde Park.
Así, sin comerlo ni beberlo, terminas llevándote a casa, junto con la hamburguesa, un discurso rancio, apologético de una violencia estructural blanca que encima se manifiesta como oprimida y perseguida por una especie de arcano cónclave de todas las otras etnias en contra de la tuya.
Y, obviamente, todo este plan está en marcha gracias a la infiltración de inmigrantes en una sociedad que ya no es pura, ni perfecta y que cada vez achica más tus privilegios de piel rosácea.
Al ponente —por llamarlo de alguna manera— le da igual que lo graben. Incluso en estos días en los que todo, todo lo que digas, por estúpido que sea, pueda ser usado en tu contra tan pronto llegue a las redes sociales. Por bocazas. O por indigente intelectual.
Esta vez sucedió en Londres, pero allá dónde un hombre blanco esté dispuesto a decir que todo funcionaría mejor con homogeneidad en el tono de la piel, puede suceder de nuevo. Al menos mientras hablar salga gratis. Y quién dice “blanco”, dice “hombre”, ya que este charlatán parece igualmente preocupado por lo que el feminismo está haciendo a su virilidad.
Siempre habrá un voluntario para decir que los blancos han creado todo. Y si no lo han creado, lo han perfeccionado, llevándolo a las últimas y mejores consecuencias. Y que los que han venido detrás, irrumpiendo en nuestras fronteras, lo hacen en forma de “parásitos sociales”. Gentes que succionan del fondo común y nada aportan.
Esa es la idea que muchos están contentos de ayudar a difundir. Y en todo caso, como defensa, nos queda la posibilidad de que la multidifusión vía internet ayude a ver, como en un espejo distorsionador y valleinclanesco, que la imbecilidad es contagiosa y que el daño puede estar ya hecho, pero se agrava por momentos cada vez que se le prestan altavoces a ideologías que pueden acarrear graves consecuencias a la convivencia.
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