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Ian Curtis comiendo rabo de toro, Juanita Reina con chupa de cuero

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Una dolorosa ruptura, un amigo que te deja demasiado pronto y whisky con hielo: así se hace una obra maestra del pop español

Ignacio Pato

19 Febrero 2018 15:48

Juanita Curtis, Ian Reina

La mili era una mierda. En 1982 faltaban casi tres años para que existiera una Ley de Objeción de Conciencia y algunos más para un movimiento colectivo de insumisión que llevó a unos 1.600 jóvenes a la cárcel. Era entonces casi impepinable pasarse dieciocho meses en el cuartel recibiendo órdenes y tramando escaqueos. A Edi Clavo (Madrid, 1958) le cambió la vida. A él y al grupo donde tocaba la batería desde hacía solo un año, Gabinete Caligari.

"Estábamos en la universidad y podíamos ir pidiendo prórrogas, pero nos enteramos de que nos tocaba en Madrid, anulamos la prórroga y la hicimos. Era un año que te cortaba completamente de cuajo los ensayos, las actuaciones, todo. A nosotros nos cambió porque vimos otra realidad, conocimos otro tipo de gente, escuchamos otra música, la que se oía allí en el cuartel. Era como estar preso pero sin llegar a estar en una prisión", cuenta hoy Clavo. Un encierro en tabla rasa donde no pintaban nada Killing Joke ni sonaba el 'A forest' de The Cure. "Fue cambiar radicalmente de ambiente, de la universidad a estar allí oyendo Los Chichos, Los Chunguitos, Peret, Miguel Ríos o Leño. Todos nuestros padres oían copla, zarzuela o pasodoble. Eso lo habíamos oído en casa, pero oírlo entre soldados de tu edad, que se ponían allí a bailarlo, eso era muy chocante para nosotros que estábamos acostumbrados al rock anglosajón y al punk".

Es así como se explica en gran parte el tránsito de un inicio con camaradería y disco compartido con Parálisis Permanente a Que Dios reparta suerte, Cuatro rosas o Al calor del amor en un bar, estaciones previas para el golpe maestro: Camino Soria. Como cuenta Clavo en su recién publicado libro sobre aquel disco, uno no muta de un día para otro de Ian Curtis en Juanita Reina.

Cañas, aceitunas y Soria la bien cantada

No se gestó en Soria Camino Soria. De hecho, solo uno de los tres miembros del grupo, el bajista Ferni Presas, había estado en la áspera ciudad castellana. Ni Clavo ni Jaime Urrutia la conocían, pero este último sí llevaba un equipaje fundamental para el tono del que iba a ser el próximo disco de Gabinete Caligari. "A Jaime le acababa de dejar una novia de la que estaba pilladísimo. Estaba hundido", recuerda su compañero.

Contrastaba con el momento ascendente del grupo. Gabinete cada vez vendía más y una de las multis grandes les metió cuello."Teníamos la necesidad de progresar", en palabras de Clavo. "Con DRO habíamos llegado al tope de ventas y popularidad. Sabíamos que con una multi era todo o nada, podíamos convertirnos en unos horteras redomados o poder seguir convenciendo al público con nuestra música". EMI puso un dinero que DRO no pudo igualar y no solo se llevó al trío, también el disco que por contrato les quedaba con el sello creado por Servando Carballar: Camino Soria, uno de los discos más vendidos —300.000 copias— de la historia del pop español.

Domingo J. Casas

Pero que nadie se lleve a engaño, aquello fue de todo menos un disco diseñado en un despacho. La culpa del resultado final hay que buscarla más en El Segoviano, El Palacio de los Aperitivos o el Cantabria del castizo barrio de Tetuán.

"Los bares eran nuestra oficina. Era donde ideábamos toda la estrategia, la temática del siguiente, la portada, cómo íbamos a ir vestidos. En el local componíamos pero todo eso lo hablábamos en los bares. En bares españoles, no en discotecas donde no puedes hablar, cuando hablo de bares hablo de los de cañas, aceitunas y una televisión encendida", sentencia el batería. Los encurtidos, las gallinejas y el rabo de toro no iban a palo seco. "Nosotros hemos sido de cerveza y whisky. Mañanas y tardes eran cañas o tercios de Mahou, que era nuestra cerveza favorita, y luego por la noche le dábamos al J&B, que es un whisky así más pálido y seco que los demás y aguanta mejor tomado con un par de hielos. No nos gustaban los cubatas". Tampoco era indispensable, para otros parroquianos, rebajar el alcohol con refrescos. Clavo recuerda bien a "la gente que se desayunaba una copa de cazalla, una especie de anís seco sequísimo que no hay quien se lo beba. La gente que iba a descargar camiones en Legazpi o los taxistas se metían dos copazos de eso antes de ir a trabajar".

En otro madrileñísimo barrio, el de la Prospe, se grabó la colección de swings, rockabillies, tangos, bossas o Motown que es Camino Soria. Ya lo había advertido Clavo en una entrevista en La Edad de Oro años antes: "lo que hacemos nosotros es repetir pero hay que saber repetir". Lo que pasa es que en este disco casi ningún estilo se repite entre sí y acaba dando como resultado un álbum conceptual. "En esa magia tiene mucho que ver el productor y el estudio —Jesús N. Gómez y Doublewtronics— donde grabamos. Se consiguió un sonido muy homogéneo a pesar de que también había variedad de instrumentos en cada canción", reconoce Clavo.

Figura clave en aquel disco fue un ausente. Uli, o Santiago Ulises Montero, genio y figura hasta el final, músico popular famoso en el mundo entero. Tócala Uli es la suma de —en su letra— un pasodoble elegíaco y —en su ritmo— la segunda visita de un soul de cuidado, You can't hurry love de The Supremes, tras la que ya le hicieron The Jam en Town called Malice. Una de las mejores odas al amigo muerto que se han escrito en castellano.

"Ulises no era como nosotros. Él era más marchoso, más bailongo, un tío mucho más vitalista que nosotros. Por eso quisimos hacerla con ese ritmo", señala Clavo. ¿Un final anunciado o la sensación de poder haber hecho más? "Sabíamos que jugaba con algo muy peligroso. Conocíamos gente que ya había muerto de sobredosis o de enfermedades pero era imposible si no salía de la propia persona. Por más que le dijeras 'estás arruinando tu vida y tu salud' él te decía que sí pero al rato se iba otra vez a lo mismo. No había tanta información ni tratamientos. Yo sí pensé más de una vez que Ulises iba a acabar mal como siguiera así. Siempre te queda un poco de resquemor, pero yo no vivía con él, le veía cada cuatro o cinco días cuando teníamos una actuación. Era un problema sin solución".

Prácticamente ya solo faltaba el cierre, el broche de oro, la canción-río. Para ello Gabinete juntó el bajón post-ruptura de Urrutia con los Beatles, Bécquer y Machado en Soria. Soria la bien cantada, dice el dicho. Un revés, también, contra el papanatismo de lo lejano. Lo explica Edi Clavo. "Intentábamos desmarcarnos de nuestros compañeros de generación que alucinaban con Groenlandia, Venecia, Nueva York o Londres. Intentamos encontrar la antitésis de eso y encontramos Soria. Era perfecto".

Fue perfecto.

Alberto García-Alix

Rigor, "culpa" y contexto

Tres singles —Camino Soria, La sangre de tu tristeza y Suite nupcial— y tres números 1. Apariciones en máxima audiencia en la única cadena de televisión y 118 conciertos en aproximadamente un año. Parabienes en la prensa y 200.000 copias de una tacada. "El éxito", resume Clavo. En directo, rigor castellano. "En el escenario éramos un poco secos, pero esa era nuestra manera de ser en general. Hay gente que anima al público a dar palmas, nosotros lo vertíamos todo en la música. La diversión estaba en los viajes, en los hoteles, en eso éramos como los demás grupos. Tenías veintipico años, acababas el concierto y te invitaban a fiestas. Aprovechabas la vida, no te quedabas en el hotel a leer el periódico".

¿Y si el disco hubiera sido un fiasco? "Seguramente EMI nos hubiera dado una segunda oportunidad y si esa tampoco hubiera funcionado nos hubieran dado la carta de libertad y la calle pa correr" cree el batería. El siguiente disco, Privado, también fue muy bien de ventas —y con lleno en Las Ventas— gracias en gran parte al tirón de La culpa fue del cha-cha-cha, pero fue también el principio del fin. La letra, y sí, el peligro de deriva hortera que advertía, pareció gustarle solo a su autor, Urrutia.

Que una parodia de aquel tema apareciera en los televisores de media España no debió ayudar. "Con Camino Soria salíamos en la tele cada diez días y con el disco siguiente aun más. La sobreexposición mediática puede ser muy perjudicial. Que en el programa de fin de año te imite Martes y 13 es ya como el aldabonazo perfecto para que todo el mundo te etiquete como hortera o diga que te has vendido", apunta Clavo. "Eso coincidió con el cambio de década, la irrupción del indie y el grunge y nos tocó sufrir esa decadencia a partir más o menos del 91. A esa siguiente generación, igual que a nosotros nos parecían ridículos los cantautores o Camilo Sesto, le parecíamos ridículos los de la Movida, las camisas raras, los tupés y las patillas. Es ley de la vida del pop, es efímera, aprovechas tu momento, le sacas el máximo partido y luego abandonas todo lo honrosamente que puedas. En el momento te fastidia pero luego lo entiendes".

Han pasado más de tres décadas de Camino Soria. Algunas cosas han cambiado y otras no. Edi Clavo sigue siendo capaz de formular una santa trinidad. "Canciones, coherencia y contexto, esa es la clave del éxito del pop. Sin canciones no se puede hacer nada, la cohesión es todo lo que va alrededor, la imagen o cómo presentas el disco, y el contexto de que lo que intentes comunicar tenga sentido en el momento. Si yo ahora salgo con un grupo que hable de toros me van a llover desde todos los lados".

Ana Avellana

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