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Lo que lleva pintado en el cuerpo es el nombre de su presunto violador

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Imagen: Kinagram
 

Más radical que escorpiones saliendo de una vagina. Más brutal que una persona comiéndose un globo ocular mientras tiene sexo. Más repugnante que manos, piernas, cabelleras y brazos despedazados, cayendo del cielo entre columnas y pórticos, escarabajos y ranas

Eudald Espluga

23 Agosto 2018 15:10

Más radical que escorpiones saliendo de una vagina. Más brutal que una persona comiéndose un globo ocular mientras tiene sexo. Más repugnante que manos, piernas, cabelleras y brazos despedazados, cayendo del cielo entre columnas y pórticos, escarabajos y ranas.

Es difícil extremar el erotismo transgresor del poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud. Pero empequeñecer sus fantasías enfermizas y crueles —mezcla de surrealismo, teoría sadiana y anarquismo— es lo que ha conseguido Mari Moriarty en su adaptación de 'Chorro de sangre'.

La directora y protagonista logró transcender la hiperbólica provocación de Artaud a través de un gesto simple pero para nada sencillo: en el clímax de la obra se pintó el nombre de su presunto violador en el pecho.

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Moriarty ha modificado la historia que imaginó Artaud —escrita en 1925, y protagonizada por una joven, un caballero, una prostituta y un sacerdote— para explorar su propia experiencia y hablar de cómo fue acosada y violada por un compañero de clase.

Como ha explicado en la revista Dazed, "mi principal objetivo es mostrar el camino de una superviviente que recupera su poder, pero también, a través del show, recuperar mi propio poder". Por esta misma razón, la obra incluye vídeos pornográficos grabados por ella misma: para acabar con la vergüenza que siente hacia su propia sexualidad y presentar el sexo como un acto poderoso.

La obra puede verse como un acto de denuncia. En este sentido, la artista lo compara con un post de Facebook: quería señalar públicamente a su presunto agresor. Aunque en su momento denunció el caso a la policía, la investigación llegó a un punto muerto y el acusado quedó en libertad. Por ello, en la obra también se explora el papel de la policía en el contexto de la cultura de la violación: Moriarty universaliza su experiencia sin abandonar nunca la particularidad del los hechos.

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Considera que esta obra hubiera sido impensable dos años atrás, antes de que el Time's Up y el #MeToo empezaran a transformar la opinión pública. Sin embargo, la ha estrenado en Edimburgo, en el Edinburgh Fringe Festival, ya que no se sentía todavía preparada para exponerse en Nueva York. De momento la reacción del público ha sido buena, aunque ha pasado de todo: algunos se han marchado de la representación y otros han terminado vomitando en el lobby del teatro, pero considera que la regla general es el silencio. Los espectadores quedan muy afectados y a veces incluso no aplauden.

Con su obra, Moriarty ha conseguido dar otro sentido al llamado teatro de la crueldad. La oscuridad metafísica del texto de Artaud toma cuerpo en unos hechos muy concretos, que nos obligan a replantear el sentido de sus imágenes horripilantes. Y no sólo esto: ha conseguido politizar la provocación, y extremar así la radicalidad de 'Chorro de sangre'.

Ya que el grito no parece una opción, quizá el silencio sea la mejor reacción.

(Vía Dazed)

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