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La izquierda y el yugo de lo políticamente correcto

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Imagen: Arte PG
 

La izquierda y el yugo de lo políticamente correcto

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/OPINIÓN/ La vieja guardia de la izquierda española alaba el Decreto Dignidad de un ejecutivo xenófobo, el italiano, mientras invoca los peligros de “la tiranía de lo políticamente correcto”

“Era víctima de la cultura aburguesadora de lo políticamente correcto”.

El lamento aullaba entre las páginas de Lunar Park, cuyo prefacio sirvió a Bret Easton Ellis para hacer balance de la persecución que sufrió su segundo libro, American Psycho. La novela, protagonizada por el ultraviolento yuppie Patrick Bateman, se revestía con capas de histrionismo para celebrar la hora más dulce de Wall Street: el muro de Berlín se hacía pedazos, el neoliberalismo sustituía la fe cristiana y los Thatcher-Reagan estaban a punto de dejar el cargo, con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Escrito en primera persona, American Psycho contenía trazos reaccionarios que muchos, con National Organization of Women a la cabeza, quisieron atribuir a su autor. Lo que la ficción hacía ambiguo, dejó serlo gracias a la no-ficción: “Trump ha destruido el Partido Republicano y se ha cargado el establishment de Washington”, sostenía Easton Ellis el pasado año, en una entrevista concedida a Dazed. “No entiendo por qué la izquierda no le agradece todas esas cosas”.

En su incomprensión, Bret no está solo: a principios de este mes, tres popes de la izquierda española como Héctor Illueca, Manuel Monereo y Julio Anguita cifraban las bondades de un decreto aprobado por el Movimiento Cinco Estrellas y la xenófoba Liga Norte de Matteo Salvini. Lo hacían en la columna ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad, una alabanza a las políticas presumiblemente proteccionistas para con la clase obrera nativa, y contrarias a la deslocalización impulsadas por un ejecutivo italiano escorado a la extrema derecha.

“Guste o no guste”, concluía la triada, “el Decreto Dignidad constituye un notable esfuerzo por defender al pueblo italiano contra los señores de las finanzas y de las deslocalizaciones. En política hay que debatir sobre datos y hechos. Juzgar las intenciones es propio de inquisidores y pobres mentes que carecen de argumentos racionales”. ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad magnificaba, como señalaron los anticapitalistas Miguel Urbán y Brais Fernández, un acuerdo de gobierno “neodesarrollista” y poco concreto.

El problema de ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad, sin embargo, no era su zoom, sino sus fueras de campo. “Donde sí hay concreción es”, señalaban Miguel y Brais, “en la construcción de nuevos centros de internamiento de extranjeros, en la revisión de las misiones de salvamento marítimo en las costas italianas, en el aumento de la criminalización de las ONG de rescate en el Mediterráneo, con el ilegal cierre de puertos y en la expulsión de 500.000 migrantes”.

Dicho de otro modo: si pidieras a Illueca, Monereo y Anguita un texto sobre la intervención en el Valle de los Caídos, el título sería algo así como ¿Exhumar a Franco? Pantano de Yesa.

Urbán y Fernández no fueron los únicos críticos con ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad. El texto puso en alerta a voces tan distanciadas entre sí como Enric Juliana, Nuria Alabao o Esteban Hernández, lo que propició una secuela titulada ¿Todos los gatos son pardos? En esta segunda pieza, los autores de la primera alertaban de “la banalización del fascismo” mediante su manoseo retórico, tan solo cinco líneas por debajo de maldecir, paradójicamente, “la tiranía de lo políticamente correcto”.

La incorrección política confiere ese poder: quien hace uso de ella, ostenta la capacidad de discernir entre lo que puede banalizarse y lo que no.

Illueca, Monereo y Anguita saben que las palabras son armas; por eso escriben. Reconocer abiertamente que están utilizando la incorrección política como palanca transformadora desde la izquierda es, así pues, lo que más dudas genera. La menor: ¿Realmente son provocadoras sus tesis? La mediana: ¿Quieren provocar a quién para hacer exactamente qué? La mayor: ¿Por qué todo marco teórico indigente acaba siendo defendido achacando al adversario la condición de «ofendidito»?

«Ofendidito» es el equivalente semántico a abrir las luces de un club a las seis menos diez de la mañana: pretendes que todo el mundo se vaya a casa sin chistar, porque para eso la discoteca es tuya. «Ofendidito», serigrafiado en un cartel con el que tapar los genitales del rey desnudo. Si alguien enjuicia analíticamente tu detritus, esto es, hace un trabajo que deberías haber hecho tú, no hay duda: «ofendidito». Extremosensible, como un profiláctico marca Durex. Tirano absolutista de lo políticamente correcto.

En el ejercicio, la política hace que sus activos incurran en contradicciones. El chalet de Irene Montero y Pablo Iglesias, sí. La fabricación de corbetas para Arabia Saudí cuando “el dilema”, dijo Kichi, radica “entre fabricar armas o comer”. Las contradicciones no siempre pueden excusarse, pero siempre es recomendable caer en ellas cuando, crees, no queda otro remedio. ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad es contradictorio, pero eso no es grave: lo grave es que lo sea sin motivo ni responsabilidad que le de cobertura.

El handicap no es que parte de la izquierda española aplique detergente y suavizante al M5S feat. la Liga de Salvini, sino que venda su programa de lavado como el único posible. El statement de izquierdas debería servir para ampliar frentes de libertad, para promover escenarios todavía por construir, para ser alternativa de la extrema derecha. ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad estrecha el marco de lo posible, de la misma forma que otros abogan por disecar el lenguaje “en defensa propia”.

“Se equivocan”, anunciaba una columna de El Cultural sobre los últimos, pero bien sirve para los primeros: “porque niegan el mundo en el que vivimos y lo que es más importante, niegan todos los mundos posibles en los que podríamos vivir. Romper, rehacer, repensar, es nuestra responsabilidad como escritoras. Como humanas con privilegios. Es mucho más que defensa propia. Es afrontar un reto”.

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