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Quedaos con vuestra música de mierda y no molestéis

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Se estrena 'Black is Beltza', la película de animación de Fermin Muguruza que nos recuerda que el arte no es un espejo de la realidad, sino un martillo para darle forma

Ignacio Pato

05 Octubre 2018 13:37

Es difícil explicar quién es Fermin Muguruza para alguien que haya nacido en este siglo. ¿Músico en dos de las bandas más influyentes de los últimos treintaypico años? ¿Una de las voces de referencia si de debatir sobre el conflicto vasco se trata? ¿Director de documentales y cine? ¿El Ministro de Cultura de un hipotético Estado vasco?

Lo primero que hace en el preestreno barcelonés de Black is Beltza es decir "Estamos contentos porque ¡hemos hecho la peli!" con un tono que acaba convirtiendo el saludo en proclama. Los que conocen su metódico modo de trabajar no se extrañan: aunque la película de animación se ha facturado en tiempo récord, si Fermin se propone algo, lo hace.

Fuera, un poco antes, abrazos, cervezas y caras conocidas, llama la atención una de estas. Pero está en la pared. Es un stencil del artista balu_art con la imagen de Mikel Laboa que acompaña a la película. Resuena una de sus frases: "rompamos la cadena, cantemos todos juntos". Es un manifiesto, la versión donostiarra de aquello brechtiano de que el arte no debe ser un espejo de la realidad, sino que debe ser más bien un martillo para moldearla porque tiene capacidad para ello.

"Negro se dice beltza en euskera". La lengua que en la imaginación de Muguruza hace exclamar a la Guardia Civil "qué puta mierda es esta" cuando estos ven, precisamente, discos de Mikel Laboa.

Con las luces apagadas, comienza el viaje. Black is Beltza es un homenaje ficcionado al pre-68. Cuando todo estaba por arder, o cuando parecía que todo podía -y debía- arder. Cuando la policía, antes de repartir a los universitarios en las calles de París, usaba Cointelpro para infiltrarse en movimientos menos glamurosos pero seguramente menos asimilables para el poder. Black is Beltza es un viaje que empieza con uno truncado, el de Otis Redding y su banda en aquel maldito avión, y que continúa por Nueva York, Cuba, Tijuana, Argelia y vuelta al oscuro Euskadi franquista.

Aquel régimen que prohibió crecer en lengua vasca a la generación de Muguruza, que junto a sus hermanos tuvo que aprenderla rondando la veintena. Es la lengua que el protagonista Manex usa para establecer un vínculo para siempre con Wilson: "negro se dice beltza en euskera". La lengua que en la imaginación de Muguruza hace exclamar a la Guardia Civil "qué puta mierda es esta" cuando estos ven, precisamente, discos de Mikel Laboa.

Quedaos con vuestra música de mierda y no molestéis, se lee en el subtexto.

Pero quien dice eso no sabe, o no quiere saber, que lo segundo no es posible si se cumple lo primero.

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