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Bayer-Monsanto: un tercio de semillas y pesticidas en manos de un monstruo monopolista

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La Comisión Europea abre la puerta a la compra, a falta de saber qué decidirán EEUU y Rusia, mientras los ecologistas lamentan el gran peso que tendría la industria agroquímica en la agricultura

astrid otal

23 Marzo 2018 08:40

La Comisión Europea ha abierto la puerta a que emerja un gigante en la agricultura que se mira con recelo. Europa ha aprobado la compra de Monsanto por parte de Bayer a cambio de 66.000 millones de dólares, unos 53.800 millones de euros.

La adquisición podría suponer tener delante al mayor jugador del mundo en el negocio de vender semillas y pesticidas y reducir a unas pocas manos el control de la cadena alimentaria. Ahora se gira la cabeza hacia Estados Unidos y Rusia, los últimos obstáculos para frenar o autorizar este acuerdo comercial. China, Brasil y otros treinta reguladores ya han dado el visto bueno.

El beneplácito de Bruselas -eso sí- viene con condiciones. Uno de los mayores temores era que la concentración supusiera una subida de precios a los agricultores. Como remedio, la comisaria antimonopolio de la UE, Margrethe Vestager, propone obligar al gigante a deshacerse de activos por valor de 6.000 millones de euros: entre otras cosas, Bayer deberá vender sus negocios de colza, algodón, soja y trigo.

"Nos hemos asegurado de que la cantidad de jugadores globales que compiten activamente en estos mercados siga siendo la misma", comunicó la comisaria. "Eso es importante porque necesitamos competencia para garantizar que los agricultores puedan elegir entre diferentes variedades de semillas y pesticidas a precios asequibles", indicó.

La adquisición podría suponer tener delante al mayor jugador del mundo en el negocio de vender semillas y pesticidas y reducir a unas pocas manos el control de la cadena alimentaria.

No se muestran igual de conformes rivales en el sector, algunos agricultores, ecologistas y organizaciones civiles. "Este es un matrimonio hecho en el infierno", salió a declarar Nick Flynn, director de la organización ambiental y civil Avaaz.

El problema radica en que en los últimos años se ha asfixiado el mercado agrícola. Además de Bayer-Monsanto, que si se unen serían el actor principal, se han dado dos grandes asociaciones: los productores de semillas genéticamente modificadas Dow y Dupont o la fusión de ChemChina y Syngenta. A Bayer le interesa Monsanto porque en los campos de cultivos juegan los grandes y él puede ser mayor.

“Van a determinar cómo va a ser la agricultura del futuro. Las voces alternativas se acallan, a pesar de que la ciudadanía empuja hacia una alimentación más responsable con el medio ambiente y la salud de las personas”, critica Luís Ferreirim, de Greenpeace España.

El acuerdo de Bayer-Monsanto tendría el control del 30% del mercado de las semillas y en torno al 20% del mercado de los pesticidas.

Con el glifosato… ¿qué?

A salvo podría quedar una alternativa para el controvertido glifosato. Una de las mayores preocupaciones era que Bayer condicionara la búsqueda de un sustituto al pasar a hacerse con el producto estrella de Monsanto. El herbicida es el más usado en Europa y con frecuencia en el resto del mundo, pero está bañado en dudas. La OMS lo califica como “potencialmente cancerígeno”. El Parlamento Europeo -órgano diferente a la Comisión Europea- incluso tiene vetados a los lobbies de Monsanto en sus salas después de que se negaran a comparecer en una audiencia. Mientras, Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas alega que no hay pruebas sobre su peligrosidad.

El acuerdo de Bayer-Monsanto tendría el control del 30% del mercado de las semillas y en torno al 20% del mercado de los pesticidas.

Como remedio, la Comisión Europea obliga a Bayer a vender el herbicida rival al glifosato -llamado glufosinato- que comercializa hasta ahora y entregárselo a la compañía química alemana BASF. También se le fuerza a vender todas las investigaciones que hubiera hecho sobre herbicidas alternativos para propiciar que esos estudios continúen y se metan en cajones.

“Ahora Bayer va a apostar duro. Apoyará más fuerte al glifosato para no desaparezca”, advierte a PlayGround Florent Marcellesi, eurodiputado del Grupo de los Verdes.

Deberán cobrar peso otras compañías para darle muerte en un momento en que la UE cuestiona su seguridad y solo extendió su licencia por 5 años más. Luego volverá a revisarlo. Países como Francia, Italia y Bélgica batallan contra el resto para enterrarlo pronto.

El hambre, a pesar de la tecnología genética

A pesar de lo anterior, del cierto alivio, la calma no existe. Por lo demás, “la concentración profundizará el sistema dominante de la agroindustria química intensiva y low-cost”, dice Marcellesi. “El modelo que explota a los trabajadores, al medio ambiente y los animales”, continúa.

Aunque los defensores de las semillas genéticamente modificadas publicitan que servirán para alimentar a una superpoblación en 2050, existen desde la década de los 90 y no han acabado con el hambre en el mundo.

“Con lo que producimos ahora ya tenemos para 12 mil millones de habitantes”, apunta Ferreirim, de Greenpeace. Somos 7,5 mil millones.

“Gran parte de lo que siembra no se destina a las personas, sino a animales. Deforestamos el Amazonas para cultivar soja y maíz modificado que irá a engordar ganado de occidente. Allí hambre, aquí carne de más”, recuerda.

“El hambre en el mundo es real y no es fruto del azar ni resultado de una fatalidad”, escribió el periodista Martín Caparrós en su libro El Hambre.

“Gran parte de lo que siembra no se destina a las personas, sino a animales. Deforestamos el Amazonas para cultivar soja y maíz modificado que irá a engordar ganado de occidente. Allí hambre, aquí carne de más”

Ni siquiera parece convencer que las semillas modificadas sean la solución al cambio climático. En manos de una industria que busca el beneficio, que sean resistentes a la sequía y a las condiciones adversos es solo un punto. La FAO denunció la pérdida del 75% de la diversidad genética en las semillas sembradas desde 1990. Se están cultivando solo las más rentables y las mismas en todo el planeta. De ahí que crezcan los bancos de genes que las almacenan.

De maíz solo unas pocas variedad, de soja igual. Aunque esa culpa no recae solo en la agroindustria. “Tan solo cinco variedades de arroz suministran hoy el 95% del total de las cosechas en los principales países arroceros”, señaló la FAO. Y el arroz no se modifica geneticamente.

En realidad, todo el asunto de Bayer-Monsanto viene a representar una tensión: la de una pequeña agricultura y más ecológica y la de otra extensiva y química.

“Con esta fusión, ¿se reforzará el papel de los plaguicidas? ¿Cobrará más fuerza los transgénicos y químicos en los campos? ¿Les hemos hecho un guiño?”, se pregunta el eurodiputado.

Temen también un lavado de cara. “Ambos gigantes se complementan entre sí de cara al sector de las semillas, productos fitosanitarios o biotecnologías. Y eso le podría permitir a Monsanto [bajo la marca Bayer] evitar juicios y buscar renovar su imagen tan dañada bajo el paraguas del nuevo oligopolio”, asienta.

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