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Por qué no es una buena idea una muralla de millones de árboles para salvar África

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“Si todos los árboles que se han plantando en el Sáhara desde principios de 1980 hubieran sobrevivido, África parecería el Amazonas"

Rosa Molinero Trias

05 Octubre 2017 10:57

Millones de árboles plantados en 8.000 kilómetros de largo por 15 kilómetros de ancho, de punta a punta de África, desde el Atlántico hasta el mar Rojo.

Estas son las características de la Gran Muralla Verde, un proyecto de la Comisión para Combatir la Desertificación de las Naciones Unidas y The Global Mechanism, que pretende plantar un cinturón de árboles en la región del Sáhel, una de las regiones del mundo considerada como la más afectada por el cambio climático, que causa sequías, hambrunas y conflictos por los recursos naturales, migraciones masivas.

La propuesta quiere ser la solución a una compleja problemática que va desde la desertificación y el hambre a la falta de empleo y las migraciones hacia Europa, que normalmente se realizan en circunstancias de gran riesgo. Y los objetivos no son precisamente humildes: para 2030 se quiere haber restaurado 50 millones de hectáreas de tierra, dar seguridad alimentaria a 20 millones de personas, crear 350 mil puestos de trabajo y secuestrar 250 millones de toneladas de carbono.

“¡Viva los árboles! ¡Nos traerán riqueza!”, cantan y bailan unas mujeres en el poblado de Koyli Alpha, en Senegal, para un vídeo de la BBC. Este es el segundo país que más árboles ha plantado ya desde que la iniciativa arrancó en 2007. En total, unos 11.4 millones. Y parece que ya se nota el progreso.

“Antes de la muralla, no teníamos trabajo, pero ahora sí y económicamente es bueno. Es útil para nosotros porque podemos cultivar muchos vegetales y podemos comprar alimentos más baratos”, dice Amelie, una de las mujeres que trabajan en el cultivo de árboles.

“Cuando no había árboles el viento solía levantar y erosionar el suelo. Pero ahora está muy protegido. Las hojas proporcionan compost y el follaje aumenta la humedad del ambiente y ofrece algo de sombra. Así que hay menos necesidad de regar. Antes había sequía y hambre. Luego se empezaron a plantar árboles y más tarde un huerto para que las mujeres cultivaran. Antes la gente solía emigrar. Pero ahora simplemente siguen el camino de la gran muralla verde para encontrar trabajo”, afirma Absaman Moudouba, el jefe del pueblo. Y de rebote, también hay más niños que van a la escuela.

Formalmente llamada The Great Green Wall Initiative for the Sahara and Sahel Initiative (GGWSSI), ya tiene a 21 países africanos participando, 4 billones de financiación conseguida (la mitad de lo que se prevé que cueste) y grandes socios como el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación o los Reales Jardines Botánicos de Reino Unido.

Pero no debemos olvidar que, como es lógico, cada país africano (por no decir cada rincón) es distinto y el contexto particular puede hacer que la implantación del proyecto sea más o menos difícil. De ahí parte precisamente la idea original de este proyecto se haya modificado gracias a los que iniciaron siendo sus detractores y ahora son una cabeza pensante más de la muralla verde. Ellos alegan que la solución tiene que venir desde abajo y que tiene mucho que ver con cómo se gestionan las tierras.

“No se trata de plantar x o y, sino de identificar especies en las comunidades locales y darles apoyo. A veces no necesitas plantar nada, solamente apoyar la regeneración natural de la tierra. Podemos ayudar a la transformación si hacemos que las comunidades aprendan aquellas capacidades para que puedan hacerlos por ellos mismos”, cuentan desde Naciones Unidas, señalando que no es necesario un plan tan ambicioso para ayudar.

O, como dice de forma más contundente Chris Reij, experto en gestión sostenible de la tierra, para Smithsonian Magazine, “Si todos los árboles que se han plantando en el Sáhara desde principios de 1980 hubieran sobrevivido, parecería el Amazonas. En realidad, han muerto el 80% o más”.

Por este modo, según informa la CNN, en lugar del cinturón verde tan estético y épico que se proponía, lo mejor será confeccionar un patchwork de zonas verde adaptadas a las condiciones locales. En palabras del coordinador del proyecto, Elvis Tangem, “Hemos pasado de centrarnos en la reforestación a la gestión sostenible de agua y tierra”.

Tangem explica que “la migración ha cambiado por completo el discurso alrededor de la gran muralla verde y ahora estamos trabajando en algo más profundo y debatiendo cuestiones sobre empleo, seguridad social y seguridad de los recursos naturales”. Porque, sin duda, la dificultad de ganarse la vida de la tierra “es uno de los principales factores que empujan a migrar” en África. Y si bien es cierto que el proyecto contrata a personal local, proporciona canalizaciones, semillas, fertilizantes y paga la factura del agua, lo importante de verdad es que la comunidad sea autosuficiente y para que ese sueño se cumpla todavía pasarán años.

Al fin y al cabo, como apuntan los expertos, la diferencia la marcará si se ofrecen técnicas que vayan más allá de las básicas de la agricultura de subsistencia y de intercambios que superen los mercados locales y lleguen, tal vez, a Europa.

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