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Artículo "Mi doble vida como periodista gastronómica y bulímica" Food

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"Mi doble vida como periodista gastronómica y bulímica"

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Nancy Macdonald
 

Louise Gray recuerda su última batalla perdida contra la bulimia: "Fue después de un trayecto en tren. Como no podía descansar y no podía llorar, comí”

R.M.T

19 Marzo 2018 13:37

Louise Gray se llevó dos grandes premios en el certamen The Guild of Food Writers por su libro The Ethical Carnivore (Bloomsbury Natural History, 2016). Periodista de profesión, cayó en el sector de la gastronomía casi por accidente, como ella dice, tras su investigación carnívora. Y una vez dentro de este mundillo, intentó dar la talla. Pero se sentía como un fraude: Louise Gray tenía un secreto estremecedor que si fuera descubierto, creía que podría hacer saltar su carrera como periodista gastronómica por los aires. Así lo contó para The Guardian:

“Empezó en la escuela, cuando tenía 14 años. Estaba triste porque no había sido invitada a una fiesta que daba el chico que me gustaba. Así que fui al lavabo de minusválidos, que olía a vómito, donde sabía que otras chicas lo hacían, y me metí los dedos en la garganta”.

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Gray sabía cómo hacerlo y qué podía pasar, como que se viera sangre, porque era un tema del que se hablaba en los dormitorios. “Me daba asco, menos el vómito que la chica gorda y nada popular que creía que era. Estaba avergonzada, tan avergonzada que tenía miedo de buscar ayuda. Por contra, se convirtió en una estrategia para afrontar la vida, un ciclo intermitente hasta que tuve 24 años”.

La escritora no quiso aceptar durante mucho tiempo que sufría bulimia, que padecía un trastorno alimentario. “Igual que para muchos hombres y mujeres de nuestro mundo moderno saturado de comida y movidos por el estrés, los atracones se convirtieron en una válvula de escape segura, una manera de confortarme y olvidar, aunque fuera sólo un momento”, cuenta Gray.

“Hasta ahora, nunca había aceptado del todo para mí misma ni para nadie más que tengo un trastorno alimentario. Pasaban meses o años sin hacerlo y cada vez que lo hacía, juraba que sería la última vez”.

La bulimia tiene muchas formas y como Gray no se identificaba con la imagen estereotipada de la bulimia, cuenta que fue capaz de hacer como si sus atracones y vomitadas fueran un mal hábito ocasional que empezó en la escuela.

Hasta ahora, nunca había aceptado del todo para mí misma ni para nadie más que tengo un trastorno alimentario.

Louise Gray

“Pero ganar esos premios me forzó a pensar sobre mi relación con la comida de una manera muy distinta”, afirma. “Durante un tiempo traté de inventar una nueva persona: alguien que merecía esos premios, alguien que toma un zumo de kale para desayunar y una tostada de aguacate para comer. Posteaba fotografías coloristas de mis comidas en Instagram, inventé recetas nuevas y excéntricas, incluso hice una demostración de cocina en el River Cottage. Pero la preocupación persistía en mi cabeza, un secreto me reconcomía: escribir sobre comida, como sobre cualquier cosa, solamente se hace bien si es verdad”.

¿Qué fue lo que la hizo cambiar? Visitar su antigua escuela en ocasión de una charla y “no poder dejar de pensar en esa adolescente arrodillada frente al baño” y también en su historia personal: el duelo infinito por la muerte de su madre cuando tenía tres años, el posterior divorcio de su padre y una custodia problemática.

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“Mis cuatro hermanos y yo fuimos queridos y unos privilegiados, sin duda, pero nuestro hogar solía ser un lugar aterrador donde habitaba la tensión. No se lo dije a nadie en la escuela. Se me daban bien las clases, me las arreglaba en deportes y encontré mi estatus social entre la payasa de la clase y la geek. Nunca cuestioné mi bulimia; lo más importante era ser popular, aprobar los exámenes, sobrevivir”.

Nunca cuestioné mi bulimia; lo más importante era ser popular, aprobar los exámenes, sobrevivir”

Louise Gray

“Pero ¿basta con sobrevivir? Miré a las caras jóvenes durante mi charla haciendo preguntas difíciles, más que nada para divertir a sus amigos, y pude ver los mismos patrones: la necesidad de impresionar a los compañeros y de suprimir los medios. Sospecho que todavía es peor para los adolescentes de hoy en día”.

Gray señala que con la aparición de las redes sociales, la imagen del cuerpo perfecto y la comida perfecta todavía es más frecuente. “Se espera que los jóvenes sean delgados y al mismo tiempo se enorgullezcan de su apetito gastronómico online. Las últimas cifras del NHS británico señalas un incremento enorme en el número de adolescentes menores de 19 años que entran al hospital con un trastorno alimentario”.

“Pensé que a ellos les debía, y a mi yo adolescente, contar otra historia sobre la comida”.

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“Comer es algo más que obtener energía para tu cuerpo o impresionar a tus amigos en las redes sociales. Comer está estrechamente ligado con las emociones. Comemos para confortarnos, para hacernos felices, para ahogar la ansiedad. Y en un niño que está creciendo puede ser especialmente difícil reconocer la diferencia entre hambre de comida y hambre para encajar y ser amado”.

La escritora reflexiona por el verdadero origen de su trastorno alimentario y da con la clave: “Cuando me clavaba los dedos en la garganta no era porque había sido rechazada por un chico que me gustada. No era por la forma de mi cuerpo cambiante ni por mi hogar disfuncional. Más tarde en la vida, no fue tampoco por una fecha de entrega cercana, por la amistad rota o por la entrevista de trabajo de la que no te vuelven a llamar. Fue por la incapacidad de lidiar con las emociones que esas experiencias generaron, de expresarlas, de buscar ayuda y avanzar”.

Siempre pensé que esto iba sobre comida, que era mi culpa, que era demasiado golosa y demasiado débil. Miro atrás y vi que nunca fue sobre comida, fue sobre mis emociones.

Louise Gray

“Una vez lo acepté, empecé a ver un patrón. Después de la visita a mi escuela, en lugar de sentarme a escribir sobre comida ‘limpia’, escribí sobre mis atracones y sus razones ¿Por qué arruiné una comida perfecta de domingo? Porque un extraño habló sobre mi madre y no sabía cómo responder, cómo decir que yo también quería esos recuerdos. ¿Por qué comí tanto pastel de boda en un taxi? Porque estaba borracha y exhausta y no podía dejar caer la máscara de persona segura y divertida cayera, aunque me sintiera dolida y rechazada”.

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Gray describe también cómo todos esos sentimientos terminaron por convertirse en ataques de pánico mientras trabajaba como corresponsal de medioambiente para un periódico local. “Mirando hacia atrás, puedo ver como aquello se parecía a mi bulimia: la necesidad de encontrar un rincón oscuro, de forzar mi cuerpo hasta extremos, de incrementar los latidos del corazón, de reducir mi oxígeno y al final de todo una forma de alivio. Excepto que esta vez era sin mi control. Sabía que tenía que pedir ayuda antes de que el caos que sentía dentro de mí empezara a brotar y arruinara mi vida aparentemente exitosa”.

¿Por qué comí tanto pastel de boda en un taxi? Porque estaba borracha y exhausta y no podía dejar caer la máscara de persona segura y divertida cayera, aunque me sintiera dolida y rechazada.

Louise Gray

Fue entonces cuando empezó a ir a terapia, pero nunca contó nada sobre su relación con la comida, aunque aún vomitara a veces. Y recuerda su última vez: fue después de un trayecto en tren de ocho horas, un fin de semana que la dejó exhausta en la que tuvo que ponerse la máscara y aguantar sin desmoronarse otra boda. “Como no podía descansar y no podía llorar, comí”.

“Hasta ahora, nunca vi que recuperarme de la bulimia pasaba por la terapia. Siempre pensé que esto iba sobre comida, que era mi culpa, que era demasiado golosa y demasiado débil. Miro atrás y vi que nunca fue sobre comida, fue sobre mis emociones. Esto lo hace mejor. La comida no es algo de lo que deba tener miedo nunca más”.

“Como no podía descansar y no podía llorar, comí”

Louise Gray

“No te puedo decir cómo estar delgado o cómo curar tu síndrome del intestino irritable, o revertir el paso del tiempo. No puedo decírtelo todo sobre dónde viene tu comida o dónde comprar para salvar el planeta. Pero puedo mirar atrás a mi yo de 14 años y ofrecerle un poco de tranquilidad. No pasa nada por sentirse dolido. No pasa nada por sentirse avergonzado. No pasa nada por equivocarse durante años. No pasa nada por comer. No pasa nada por entrar en pánico. No pasa nada por llorar. Porque un día te recuperarás".

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