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El oscuro negocio de las cajas de alimentos para paliar la crisis en Venezuela

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@CaraboboGb
 

"Venezuela ha destinado unos 3.000 millones de dólares a una política que ha abierto enormes oportunidades de negocio a personas bien relacionadas"

Rosa Molinero Trias

27 Marzo 2018 15:58

Hasta hace poco, existía un río que nacía en Caracas y moría en Sabadell. En su cauce ha llevado 70 millones de dólares y el rumor de la carestía de alimentos que sonaba clap, clap, clap. En otras palabras: hay una empresa a 7.500 kilómetros de Venezuela que de forma opaca ha estado haciendo negocio con las cajas de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción, las CLAP. Creadas para paliar el hambre de la ciudadanía y abastecerla con alimentos básicos —como arroz, azúcar, atún en lata, leche en polvo y leche, lentejas, harina de maíz o frijoles—, las CLAP tenían que llenarse con productos nacionales. La realidad es que se efectúan importaciones desde Panamá, Brasil, Chile, Uruguay y México y que el importe por el que el gobierno venezolano paga las cajas a los intermediarios se fija a discreción.

Lo contaba Armando.info, que investigó a la empresa MIR Importació i Exportació SL, beneficiaria de dos contratos de la Corporación Venezolana de Comercio Exterior para suministrar dos millones de cajas CLAP, a 34,87 dólares la caja. Si bien consta como titular una mujer venezolana, el medio la identifica como la hija de la pareja del gestor real de las operaciones, Juan Vicente Roversi Thomas, que vive entre España y Venezuela de acuerdo con un testimonio de Armando.info. Anteriormente director de proyectos especiales del municipio Juan Antonio Sotillo, en el estado de Anzoátegui, durante el gobierno de Stalin Fuentes, del Partido Socialista Unido de Venezuela, Roversi es representante legal y el apoderado de la sociedad que actúa como intermediaria de las cajas CLAP y que las ha estado despachando desde puertos panameños y colombianos.

Las cajas CLAP no han supuesto la solución definitiva para contrarestar la crisis alimentaria

También se sabe que MIR Importació i Exportació SL trabajó con otros intermediarios, como Group Grand Limited, vinculada a Maduro por la fiscal destituida Luisa Ortega Díaz, o que la sabadellense compró toneladas de alimentos en México para el propósito de las CLAP.

"Esto supone que Venezuela ha destinado unos 3.000 millones de dólares a una política que ha abierto enormes oportunidades de negocio a personas bien relacionadas, ya que las compras no son transparentes ni salen a concurso público”, afirman desde Armando.info.

Lo que es todavía peor es que a dos años de su implantación, las cajas CLAP no han supuesto la solución definitiva para alimentar a una población hambrienta tal y como se prometía. Las CLAP no han sido las responsables de “la garantía, incluso mediante la intervención de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y los órganos de seguridad ciudadana (...) de la correcta distribución y comercialización de alimentos y productos de primera necesidad”, tal y como consta en el artículo 2 del Decreto de Estado de Excepción y de Emergencia Económica que se publicó en la Gaceta Oficial de Venezuela.

“Las colas para comer son la característica definitoria del paisaje urbano de Venezuela”

Hannah Dreier

Han recibido muchas y variadas críticas: la mala calidad de los productos o que se encuentren caducados o próximos a su fecha de expiración, la escasa o nula distribución en algunas zonas del país, que sean alimentos importados por falta de productos propios cuando se prometió lo contrario, que las cajas lleguen incompletas o sean insuficientes o que no se entreguen a personas que no son del partido.

“Las colas para comer son la característica definitoria del paisaje urbano de Venezuela”, decía la periodista Hannah Dreier, que se dio a conocer por sus 3 años de seguimiento de la crisis venezolana entre 2014 y 2017 como corresponsal en el país para AP, que le dedicó esta web interactiva para conocer sus mejores tuits y piezas. No le faltaba razón. Se calcula que cada venezolano espera unas 8 horas cada semana para obtener comida.

¿Se puede seguir escribiendo sobre gastronomía cuando un país padece una crisis alimentaria?

En una situación así se genera una pregunta ineludible. ¿Se puede seguir escribiendo sobre gastronomía cuando un país padece una crisis alimentaria?

María Luisa Ríos, autora del blog Mil Sabores desde 2005, el primero del país en hablar sobre chefs, restaurantes y recetas, decidió dejarlo por un tiempo.

“Si sales a la calle y ves a gente rebuscando la basura en busca de comida, es terrible llegar a la oficina y escribir sobre comida lujosa”, le dijo a Naomi Tomky de Columbia Journalism Review.

Pero tras replantearse la situación, volvió al teclado con más fuerza. “Las historias de cómo la gente cocina (y cómo obtienen su comida) dicen muchísimo sobre el contexto político en el que viven”. Además, ha dejado de escribir sobre productos exclusivos para reseñar dónde encontrar la mejor comida callejera a buen precio.

Por otro lado, ha asumido una labor de embajadora de la gastronomía venezolana dentro y fuera del país mediante videoconferencias, así como ha apoyado a la Barriga Llena Corazón Contento, la fundación de los chefs Francisco Abenante y David Akinin que cocina sopas para los niños que están en el hospital.

También la periodista freelance Von Díaz encontró su motivación para escribir más y mejor en tiempos de carestía. ¿Cómo? Así: “Los periodistas que escriben sobre gastronomía durante una crisis necesitan ser conscientes de dicha crisis y, a veces, introducir la problemática al principio de su pieza para reconocerla de algún modo”.

Cabe recordar, por último, las palabras de Dan Q. Dao, periodista freelance que cubrió el azote del huracán Harvey en Houston para Saveur: “Si vas a cubrir el tema de la alimentación en una situación donde no hay comida, es importante explicar la causa directa y los efectos y por qué esa carestía existe”.

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