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Opinion El viaje que Anthony Bourdain nunca aceptaría en vida Food

El viaje que Anthony Bourdain nunca aceptaría en vida

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El viaje que Anthony Bourdain nunca aceptaría en vida

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La puñalada trapera del turismo de masas para convertir al famoso chef en lo que más odiaba en el mundo: una marca para ganar dinero

Era previsible que pasara pero no tan pronto ni tampoco con este descaro rayando lo grotesco. Cuando nadie se había recuperado aún del suicidio de Anthony Bourdain en la habitación de un hotel parisino, ya hay chupasangres buscando negocio en su nombre. La lujosa agencia de viajes Exotic Voyages ha empezado a organizar un tour gastronómico en Vietnam con todos los restaurantes favoritos de Bourdain por el módico precio de 3.755 dólares por persona.

“A Tribute to Anthony Bourdain: Taste of Vietnam” es todo lo que detestaría el aclamado chef en vida y se ha lanzado casi tres meses después de su defunción.

Foto: Parts Unknown

Lo peor del caso no es el precio exagerado del viaje (que también). Tampoco el uso de su nombre sin el consentimiento explícito de la familia (sería un poco más tolerable). Ni que un asistente personal de Bourdain en los rodajes de Vietnam en 2016 sea el promotor de la idea (puñalada trapera a la ética profesional). Lo más perverso es que no han entendido absolutamente nada de la cultura viajera que promovía Anthony Bourdain en cientos de horas de buena televisión y en miles de páginas de artículos y libros.

Hay varias razones para imaginar porqué no le gustaría que la gente fuera a Vietnam en un tour gastronómico orgnizado en su honor con fines puramente comerciales. Bourdain logró algo maravilloso más allá de propagar su amor por la gastronomía; consiguió que muchas personas perdieran el miedo a viajar (sobretodo norteamericanos obsesionados con los fantasmas de sus enemigos). Por eso alzaba la voz –con un lenguaje voluntariamente brusco– para que la gente levantara el culo del sofá para encontrar el viaje de sus vidas.

Ahí donde aparecía un guía turístico con la banderita en alto marcando el camino del turismo a gran escala, Bourdain tomaba la dirección opuesta. Es más, en alguna entrevista ya se había mostrado escéptico a la hora de dar nombres concretos porque promocionar restaurantes nunca fue su intención por miedo a pervertir su esencia. Abogaba por el viaje fortuito, por el error involuntario, por comer en restaurantes fuera de la recomendaciones. Incluso de las suyas.

Foto: Marc Casanovas

Por supuesto que es muy humano aprovechar el listado de restaurantes vietnamitas que apareció en internet después de su muerte. Yo mismo hice el viaje este verano movido por un intento inútil de buscar su alma en sus restaurantes favoritos.

Cené en Banh Mi Phuong, en la bonita localidad de Hoi An, donde descubrí que un espléndido lugar de bocadillos con baguette francesa se había convertido casi en una cadena de montaje de 6:30 de la mañana hasta las 9:30 de la noche con colas que paraban el tráfico en la calle.

Foto: Parts Unknown

Y comí en Bun Cha Huong en la capital de Hanoi donde la comida de Bourdain con Obama provocó que el restaurante cambiara la carta original radicalmente para servir únicamente el “Combo Obama” a todos los curiosos.

Es decir, la peor pesadilla de Bourdain se hizo realidad en su país favorito hasta tal punto que su popularidad modificaba la realidad tras sus pasos y ningún restaurante volvía a ser el mismo cuando salía por la puerta. Sin comerlo ni beberlo se estaba convirtiendo en lo que más odiaba: una marca.

Lo que el dinero fácil no puede cambiar es que Vietnam es mucho más que el legado de Anthony Bourdain. Y eso es algo que irónicamente se descubre viajando a "la manera Bourdain".

Foto: Marc Casanovas

Sólo así se puede apreciar el olor a almidón que rezuman las aldeas rurales después de las lluvias porque el arroz cubre carreteras, calles, casas, y templos para asegurar su proceso de secado.

Foto: Marc Casanovas

Que el Delta del Mekong se está quedando sin agua dulce esencial para el cultivo de arroz por culpa de su disputa histórica con Camboya.

Que la industria del turismo no quiere darse por aludida y está masacrando los recursos naturales del país como si fueran infinitios.

Que los comercios vietnamitas son de puertas hacia fuera y no se guardan nada para dentro.

Que hay una cocina improvisada en cada esquina y que podrías pasar toda una vida viendo cómo los vietnamitas disfrutan con la comida.

Foto: Marc Casanovas

Porque como le contó Bordain al periodista Patrick Radden Keefe para The New Yorker, su lema se resumía en esta frase: "No me digas lo que comiste. Dime con quién comiste”. Y para eso, que pagues 3.755 dólares por persona a un viaje a Vietnam en nombre de un chef que nunca lo pidió, no sirve de nada.

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