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Testículos, penes y esperma de animales: ¿por qué nos fascina comérnoslos?

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Viaje alrededor del mundo por 9 platos inspirados en genitales de animales

Rosa Molinero Trias

02 Agosto 2017 10:45

Hay un refrán muy popular en español que dice así: “de lo que se come, se cría”. De ahí que algunos paladares españoles tengan predilección por las turmas de toro o de choto. O sea, los testículos. Pero en realidad no es algo exclusivo de España, porque si algo une a las gastronomías de todo el mundo (o casi) es que entre sus platos se cuentan los genitales de animales macho e incluso su semen.

De cabra, de oveja, de caballo, de canguro, de yak, de burro, de toro, de buey, de pavo, de pato, de tigre, de llama, de cerdo. Desde Estados Unidos hasta Malasia, pasando por el norte de África y la India, los genitales masculinos de distintos animales son consumidos, en su mayoría, por hombres que creen que mejorarán sus atributos. Tal vez, por esta misma razón no sea tan popular consumir los genitales femeninos.

Aquí va una lista de platos con pene, testículos y esperma, muchos de ellos nombrados con mucha poesía para conseguir un buen eufemismo:

EE.UU: Rocky Mountains’/prairie oysters ('ostras de las montañas rocosas o de la pradera')



Francia: rougnons blancs ('riñones blancos')



Son típicos los de cordero (en la foto), pero también los de toro, los de pato y los de pavo. Hay un sinfín de formas para comerlos, pero las más populares suelen ser bien fritos, a la plancha o estofados, más o menos igual que en españa.


Italia: lattume



En Sicilia es popular comer los sacos de esperma de atún secos y curados, como si fuera un embutido cualquiera para degustar solo o con pan.



Rusia: moloka



Es el esperma o lecha del arenque, que se come escabechada.


China: dragón en llamas de deseo y H? bi?n t?ng



La primera, una sopa con pene de yak y la segunda, con el de un tigre. En China, por influencia de la medicina tradicional (como se explica más adelante) se consumen los penes de muchos animales: de yak, de tigre, de foca canadiense, de burro, de caballo, de perro ruso y de cabra mongola, por nombrar unos cuantos, según cuenta Robert Rotenberg de la DePaul University en Udders, penises and testicles. De hecho, hay un restaurante especializado en cocina con penes llamado Guolizhuang.


Hungría: kakashere pörkölt



Es un estafado de turmas de gallo con mucha paprika y pimientos.


Japón: shirako (‘niños blancos’)



Con este nombre llaman en Japón al esperma del bacalao, del rape o del pez globo y se puede consumir en tempura, en salsa o crudo, en el sushi.



Malaysia: sup kambing torpedo



Es una sopa elaborada con el pene de un toro como ingrediente estrella y aderezada con tomates, pak choi y garam masala.


Antiguo califato árabe: criadillas de toro

 Crudas o secas, eran lo que recomendaba la medicina islámica, en concreto, Mensué El Viejo entre los siglos VIII y el IX.


¿Cuál es la explicación a todo esto?

Ya en tiempos de los romanos la medicina contemplaba una cura especial para todo tipo de dolencias: la organoterapia. Así lo cuenta Jerry Hopkins en Extreme Cuisine: “se creía que comer el órgano sano de un animal podría curar las dolencia que afectara al órgano humano correspondiente”. Así, si tenías cólicos en el riñón, tenías que comer riñón. Y si tenías disfunción eréctil o esterilidad, tenías que comer el pene y los testículos del animal de preferencia en tus tierras.

En esto estaban de acuerdo los sabios de la medicina china: contemplaban que cada órgano iba asociado a las energías del yin o el yang y que las enfermedades se debían a un desequilibrio de las mismas. Así, la impotencia sexual se relacionaba a una falta de yang, la energía caliente, y hacía falta comer el órgano más cargado de yang que existía: el pene. No es de extrañar que en China comer pene se considere mejor que tomar viagra, según explica la etnógrafa Carole Counihan de la Universidad de Millersville para National Geographic.

Sin embargo, se ha comprobado que esta correlación no existe: comer los testículos o el pene de un animal no favorece a los testículos ni al pene de su comensal. Como cuenta José Ramon Alonso para Jot Down, “los testículos sintetizan testosterona pero no la almacenan, llegar a unos niveles similares a la producción diaria de un hombre adulto, unos 6-8 mg, requeriría consumir aproximadamente un kilo de criadillas de toro al día. E incluso si engullera esa cantidad, la testosterona oral se inactiva rápidamente por el hígado, por lo que necesitaría una cantidad enormemente mayor para probablemente no conseguir nada”.

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