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No soportaba la música de su restaurante favorito y tuvo una idea brillante

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Cuando la música es el hijo bastardo de los restaurantes. “Me encanta tu comida, te respeto y amo este restaurante, pero odio la música"

Marc Casanovas

25 Julio 2018 12:05

El día de furia del músico Ryuichi Sakamoto empezó en su restaurante favorito. No podía soportar el hilo musical que acompañaba su cena. Era peor que cien agujas en los ojos o mil abejas en la boca. No era un problema de la música brasileña que sonaba por los altavoces. Había trabajado con muchos brasileños y adoraba su intuición musical. Tampoco era un problema de volumen ni de ruido. Más bien era una desconexión absoluta entre espacio y sonido que le impedía aguantar ni un segundo más.

Por eso y mil motivos más se levantó de la mesa sin terminar el sushi con anguila que tanto le gustaba y volvió a casa para escribir un email al chef del restaurante Kajitsu en el corazón de Manhattan.

El texto empezaba sin preámbulos y con las ideas muy claras:

“Me encanta tu comida, te respeto y amo este restaurante, pero odio la música".

El famoso compositor japonés no recuerda si era el hambre o la cólera quien llevaba las riendas de su pensamiento. Lo único que asegura en la entrevista de Ben Ratliff en The New York Times es que no podía dejar de escribir:

"¿Quién eligió esta música? ¿De quién fue la decisión de mezclar esta terrible sesión? Déjame intentarlo. Porque tu comida es tan buena como la belleza de Katsura Rikyu (una villa milenaria de Kioto), pero la música en tu restaurante es como la de la Torre Trump".

Barra restaurante Kojitsu

Me encanta tu comida, te respeto y amo este restaurante, pero odio la música.

Ryuichi Sakamoto

Sakamoto tenía un plan brillante: crear la banda sonora perfecta para su restaurante favorito.

Sin cobrar.

Sin una sola de sus canciones.

Una playlist que maridara con la luz, los colores, el ambiente y la comida del restaurante. Y la renovaría con cada cambio de estación del año. Con la idea que cada cliente saliera con un estado emocional mucho más equilibrado comparado con el que había entrado en el comedor.

Como no, el chef aceptó el ofrecimiento de un músico reconocido a nivel internacional y autor de las bandas sonoras más maravillosas de todos los tiempos.

Así fue como el maestro Sakamoto logró volver a disfrutar del restaurante Kajitsu. Su restaurante favorito en la calle 39 cerca de la Avenida Lexington seguía teniendo la mejor comida japonesa en Nueva York, pero ahora también podía presumir de música a la altura de la carta.

Sopa del restaurante Kajitsu

Tu comida es tan buena como la belleza de Katsura Rikyu, pero la música en tu restaurante es como la de la Torre Trump.

Ryuichi Sakamoto

La deliciosa historia de Sakamoto era un secreto a voces entre los restaurantes neoyorquinos que vio la luz esta semana a nivel mediático. Aunque no es un caso aislado, sirve de ejemplo para dar la importancia que se merece a un tema demasiado olvidado en la prensa gastronómica.

¿Puede el hilo musical molestar hasta tal punto que renuncies a tu restaurante favorito?

Lo que le pasó al maestro Sakamoto no es ninguna excepción. La música es el hijo bastardo de los restaurantes. Hay casos flagrantes en los que se miman todos los detalles al milímetro y la música se deja al azar para romperlo todo. Como si el jazz o un solo de piano fuera el comodín para todos los públicos.

Muchos clientes como Albert defienden que "un restaurante debería ser un templo en silencio sin ningún tipo de música para que los aromas, los colores de los ingredientes y los propios ruidos naturales del restaurante brillen con luz propia". A otros no les molesta la música "siempre y cuando se note la mano humana detrás de la selección". Que no sea una sesión al azar de una emisora de radio o con canciones aleatorias de Spotify sin relación con el restaurante.

Restaurante Kajitsu

Algunos restaurantes suben el volumen de la música para tener más rotación de mesas.

Lluís Veciana

También entra en juego la acústica de los restaurantes con mejores o peores acústicas. "Incluso algunos suben el volumen de la música para tener más rotación de mesas", asegura Lluís.

Y después está el ruido.

El ruido ensordecedor que puede convertir a tu restaurante favorito en el peor restaurante del mundo.

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