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Esto es lo que pasa al mezclar erotismo y astrología con muchas copas de vino

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Si no te crees que los viñedos crecen al ritmo de los planetas o que una botella de vino tiene la Luna en su interior, la nueva revolución del vino te sonará a algo muy marciano

Marc Casanovas

27 Septiembre 2017 06:00

Es extraño caer felizmente derrotado. Esto fue lo que pasó en mi última cata improvisada en un bar de vinos de BArcelona conquistado por los turistas. Creía tener la lección bien aprendida y las papilas gustativas limpias, pero no estaba listo para recibir un curso intensivo de astrología y, de regalo, la imagen mental más erótica de este verano.

La revolución de los vinos biodinámicos ha amanecido con mañanas extrañas, tardes eufóricas y noches escépticas. Yo que soy de los pocos que aún piensan que Plutón sigue siendo un planeta del Sistema Solar, no sabía que hay días de fuego, días de aire y días de tierra más allá de Juego de Tronos. No sabía que hay que trabajar la tierra en los días de aire y las hojas en los días de agua. No sabía que nuestros mejores ayudantes son las doce constelaciones. No sabía que hay que vendimiar después de una luna llena. No sabía que los viñedos que se acoplen al ritmo de los planetas darán los mejores vinos del futuro.

No sabía nada.

La mejor manera de entenderlo es con una bonita historia real. Me explicaron que en una preciosa valle de la Toscana italiana, los viticultores Helena Variara y Dante Lomazzi decidieron retrasar la vendimia después de mirar las estrellas. “El azúcar en la uva crece cuando crece la Luna”, dicen los creadores de Colombaia. Si hay que culpar a alguien de todo esta bendita locura, pueden señalar al filósofo Rudolf Steiner. Buscando una solución a la crisis ambiental de los años veinte, este austriaco apostó fuerte y eliminó los químicos y la irrigación mecánica para dejar que frutas, verduras, anímales y (malas)hierbas crecieran alrededor del viñedo.


El azúcar en la uva crece cuando crece la Luna.



Era como un adiós a los químicos inventados por los humanos para recuperar los químicos que la naturaleza ofrecía por generación espontánea. Hasta aquí todo correcto. Si está científicamente probado que los ciclos lunares afectan a los mares, ¿cómo no podía afectar a la tierra firme? Podía adaptarme si tiraba a la basura el calendario gregoriano de la cocina que tan amablemente me regala cada año el banco para pasarme al calendario astral. Pero lo que vino a continuación formaba parte del nivel experto.

Para embotellar “necesitas la luna correcta porque está viva. Ella sabe que está dentro de la botella”. La luna llena de vino y el vino lleno de luna. Tanto monta monta tanto. No sé si me colaron el gol más grande de mi vida o los ocho vinos biodinámicos de la cata lograron el efecto sedoso correcto en mis venas, pero dejé de pensar en veranos secos o lluvioso para determinar la calidad del vino y me fui a casa dibujando constelaciones en el cielo, repasando las curvas femeninas de la luna y pensando que no estaría nada mal que todos fueramos biodinámicos por una noche.


Necesitas la luna correcta porque está viva. Ella sabe que está dentro de la botella.



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