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A juicio por negarse a preparar una tarta para una boda gay

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Alegó que era cristiano y que su arte no puede celebrar la homosexualidad

Rosa Molinero Trias

12 Diciembre 2017 12:21

Hace cinco años, Charlie Craig y David Mullins planeaban su boda. ¿Y qué es una boda sin pastel? Así que fueron a visitar a Jack Phillips, que regenta una pastelería en Lakewood, Colorado. La respuesta del pastelero fue inesperada: “Puedo haceros pasteles de cumpleaños, pasteles de baby-shower, galletas, brownies. Pero no puedo hacer un pastel para una boda de una pareja del mismo sexo”.

Buenos días, Jack Phillips. Tienes una demanda judicial por homófobo. Bienvenido al 2017.

El jueves 5 de diciembre se celebró la vista oral en la Corte Suprema en la que el pastelero reclamó nuevamente su derecho a la libertad de expresión.

El pastelero había expuesto en las primeras audiencias que su trabajo es “mucho más que un pastel. Es una pieza de arte en muchas maneras. Estoy siendo forzado a usar mi creatividad, mis talentos y mi arte por un evento, un importante evento religioso, que viola mi fe religiosa”.

En las primeras audiencias, la defensa expuso que muchos negocios funcionan sobre principios religiosos y por ende tenían el derecho a la libertad de expresión para violar las leyes que prohíben la discriminación hacia gays y lesbianas. El argumento no tuvo mucha aprobación porque de aceptarlo, replicaron los denunciantes, habría que atender los deseos de todos aquellos comerciantes que quieren discriminar a las parejas homosexuales.

Esta vez, la Corte Suprema ha escuchado al pastelero “escépticamente”, según señalan distintos medios. Distintos jueces debatieron por qué el trabajo de un pastelero es más creativo que otro, pongamos, el de un joyero, un peluquero o un conductor de autobuses.

La Alliance Defending Freedom, un grupo cristiano de corte conservador que se sumó a la defensa del pastelero, añadió que: “Igual que el gobierno no puede forzar a Phillips a expresar esos mensajes [celebrar la unión de dos gays] con sus labios, tampoco puede forzarlo a expresarlo mediante su arte”.

El pastelero explicó apesadumbrado: “No tengo ningún problema en servir a cualquiera: gay, hetero, musulmán, hindú. Todo el mundo que entra en mi tienda es bienvenido, y cualquiera de los productos que vendo, estoy contento de venderlos a cualquiera. Pero por mi fe, creo que la Biblia enseña claramente que [un matrimonio] es un hombre y una mujer”.

Sin embargo, desde que el juez le ordenó que tendría que hacer pasteles para bodas homosexuales si los hacía para bodas heterosexuales, prefirió dejar de hacer pasteles de boda por completo. Recordó también que el caso había dañado su negocio.

La Colorado Civil Rights Commission, que apoya a la pareja, sentenció que “La libertad de religión y la religión se ha usado durante toda la historia para justificar todo tipo de discriminaciones, fuera la esclavitud o el Holocausto. Para mí, es uno de los peores argumentos retóricos que las personas pueden usar; usar la religión para hacer daño a los otros”, dijo una de sus miembros, Heidi Hess.

El caso ha causado bastante revuelo e incluso ha dado para señalar uno de los verbos que definen hoy a la sociedad estadounidense: pleitear.

El columnista David Brooks, desde el New York Times, argumentaba que esto se podía haber resuelto de manera amistosa, hablándolo como buenos vecinos, tratando de entenderse los unos a los otros, porque al fin y al cabo era un pastel y no una vivienda o un crédito, y no con la cruda racionalidad tecnocrática. “Si quieres saber por qué tenemos una sociedad tan polarizada, enfadada y amarga, una de las razones es porque llevamos cualquier desacuerdo que podría resolverse en una conversación en comunidad en una demanda judicial”.

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