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El aeropuerto internacional más vacío del mundo que avergüenza a toda una nación

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Búfalos y elefantes en la carretera de acceso, monjes budistas paseando en silencio, aviones abandonados y ni rastro de pasajeros

claudio moreno

28 Septiembre 2017 15:04

“Mi coche es el único vehículo que avanza en dirección al aeropuerto. Una manada de búfalos invade el asfalto y una bici se me cruza en sentido contrario. Pero ¿a quién le importa? No molesta”.

Foto: Leyla Giray

Cuando la bloguera Leyla Giray condujo hasta el aeropuerto Internacional Mattala Rajapaksa (Sri Lanka) comprobó que en aquellas carreteras es imposible formar atasco. Tienen la mejor solución anti colapso del mundo: prescindir de pasajeros.

Foto: Leyla Giray

Pese a que programa un vuelo diario nadie se plantea derruir este delirio megalómano de 210 millones de dólares. Lo conservan por su potencial. 12.000 metros cuadrados, 12 mostradores de facturación, dos puertas de embarque, una pista adaptada a los aviones comerciales más grandes y capacidad para un millón de pasajeros anuales.

En el centro una estatua gigante de Guan Yin (figura venerada por el budismo) y rebotando contra ella el eco de unos cuantos pasos solitarios. No son pasajeros en la puerta de embarque, sino monjes budistas dando un paseo reparador.

Foto: Ishara S. Kodikara

El aeropuerto Mattala Rajapaksa funciona como si fuese el JFK. Según cuenta el periodista Wade Shepard en Forbes–otro pasajero que documenta la falta de pasajeros–, tres empleadas atienden el punto de información, los guardias vigilan desde sus puestos, los limpiadores dejan el suelo reluciente, la tienda de souvenirs sigue vendiendo recuerdos del fin del mundo y la cafetería continúa sirviendo sus tentempiés.

¿Qué sentido tiene todo esto? Política, como casi siempre. Durante mucho tiempo se pensó que Sri Lanka necesitaba un segundo aeropuerto internacional. El tráfico aéreo de Colombo (su capital) estaba saturado y el país trataba de desarrollar sus áreas de interior con el objetivo de frenar la desigualdad entre capital y provincias.

De este modo, la región de Mattala vio nacer el segundo aeropuerto srilanqués después de que el gobierno chino pusiera 190 millones de los 210 totales.  Pero el plan no terminaba ahí. La idea era convertir Hambantota (a 40 minutos) en la segunda metrópolis más prestigiosa de la república. Sería un lugar de referencia para el comercio exterior, repleto de multinacionales, con un gran puerto dividido en plataformas y un área industrial, un centro de conferencias, un estadio de cricket de clase mundial, urbanizaciones, hoteles, autopistas, etc.


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En definitiva, querían transformar una humilde tierra de pescadores en la nueva Doha; y todo porque el expresidente Mahinda Rajapaksa había nacido allí. “Para tener un aeropuerto internacional necesitas alrededor abundante población residente, atracciones para que los extranjeros quieran venir y mucha infraestructura comercial. Hambantota no tiene nada de eso”, afirma en Forbes el economista local Deshal de Mel.

Foto: Leyla Giray

En marzo de 2013, Mattala Rajapaksa International comenzó a recibir vuelos de pasajeros. Al principio llegaban siete vuelos diarios, lo cual significaba que el aeropuerto estaba al máximo de su capacidad. Con el tiempo muchas líneas retiraron el destino por falta de rentabilidad y el proyecto empezó a hacer aguas. Era una máquina de perder dinero.   


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En 2015, con el cambio de gobierno, el nuevo presidente Maithripala Sirisena denunció que algunas de las grandes infraestructuras del país financiadas con dinero chino eran un vehículo de corrupción y prometió taponar la sangría. Lo cumplió: uno de sus primeros movimientos como presidente fue cancelar todos los vuelos de SriLankan Airlaines a Mattala y liquidar la sucursal en la zona.

El Internacional Mattala Rajapaksa se convirtió en un símbolo de vergüenza nacional, la huella arquitectónica de un presidente manchado. Y aquello dio paso a un sinfín de anécdotas loquísimas: varios aviones murieron en la pista, las terminales se convirtieron en almacenes de arroz, 300 soldados y policías tuvieron que formar un cordón en la entrada para impedir la entrada de animales salvajes, etc.

“Tienen un problema, hay muchos animales en el aeropuerto” –cuenta un vecino de Hambantota a Forbes–, “allí hay mucho pájaro y elefante. Aquello es la jungla”.

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