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Artículo Sufrió un intento de femicidio. Pero Esther M. García resiste, porque es valiente y no está sola Lit

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Sufrió un intento de femicidio. Pero Esther M. García resiste, porque es valiente y no está sola

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Por el momento la poeta mexicana está a salvo y con protección. Pero como dice en su cuenta de Twitter: “ellos pueden golpearte y violarte y andar libres; mientras, tú tienes que estar en resguardo con protección como una criminal”

Luna Miguel

25 Junio 2017 22:26

*** 


«Mi voz rompió la noche en mil pedazos

Mi voz convierte al sol en rizos dorados y

Pájaros amarillos muertos

Por eso grito todo el día»


***


Son tres cosas las que nos arrebatan el sueño: los cuidados, la agitación y el miedo.

Hace dos madrugadas, era una profunda agitación lo que me golpeaba los párpados. Dando vueltas en la cama, consultaba el móvil cada pocos minutos, esperando en WhatsApp alguna buena noticia, deseando que al actualizar el buscador de Google el nombre de Esther M. García apareciera de manera positiva en cualquier periódico local de Saltillo, la ciudad mexicana donde algunas noches antes su expareja intentó asesinarla.

Tengo que esperar hasta las cinco de la mañana, hora española, para saber algo de la que es una de las poetas jóvenes más importantes de México, desaparecida ahora de las redes sociales tras denunciar públicamente las amenazas de muerte que estaba recibiendo por parte de los familiares y amigos de su agresor.

Esther, ¿dónde estás? Esther, ¿vas a aparecer?

En la pantalla del teléfono, Aleida Belem Salazar, también poeta y editora de Cultura Colectiva, me confirma que Esther ha aparecido. Que aunque le han hackeado las redes sociales, está a salvo y bajo protección policial. Me dice también que puedo hablar con ella a través de un largo número de teléfono que me manda a continuación.

Y tras ese teléfono, la voz de la poeta.

Una voz serena que me habla de golpes, de muerte, de maternidad y de terror. Una voz serena cuya ternura sorprende y cuyo mensaje encoge el corazón.

Qué vergüenza, pienso mientras Esther M. García me habla de las heridas abiertas de su rostro. Qué estúpido mi insomnio de las horas pasadas. Qué insignificante este desvelo en comparación con el suyo, que precisamente está construido de las tres peores cosas que nos pueden arrebatar el sueño: los cuidados —mientras permanece oculta, vela por sus hijos que sufren pesadillas desde el día de la paliza—, la agitación —por el dolor de no poder comunicarse, por el no saber cómo contar al mundo lo que le está pasando ahora que su maltratador incluso le ha arrebatado las redes— y el miedo —¿y si su sombra vuelve a acecharla? ¿Y si las autoridades no hacen nada? ¿Y si nadie le ayuda? ¿Y si la próxima vez la mata?—.


***


«¿Cómo poder amar a un monstruo

alguien cuya violencia contenida había reventar

los vidrios de su alma?»


***


Dice la periodista argentina Luciana Peker que si nos atacan por escribir tenemos que seguir escribiendo. Esther M. García nunca ha dejado de hacerlo. Nunca ha querido cerrar la boca ni detener sus dedos al teclear.

Cuando su historia sale a la luz y comienza a viralizarse en la redes sociales, ese es precisamente uno de los deseos de quienes la siguen: “Esther, que sigas viviendo y escribiendo por mucho tiempo”.

Es curioso cómo asociamos la vida con la escritura, en un caso en el que, además, la poesía siempre ha estado invadida por la muerte.

En Bitácora de mujeres extrañas, el libro más célebre de Esther M. García hasta la fecha, publicado por Tierra Adentro y merecedor en 2014 del Premio Joven Francisco Cervantes Vidal, la poeta mexicana presenta un retrato tan realista como deprimente de la situación de las mujeres en su país.

Poemas que hablan de la feminidad, de la locura, del asesinato, del maltrato.

Poemas que muchas veces hablan, sin que el lector quizá se lo imagine, de la propia situación que Esther sufre. Del dolor que le provoca el hombre que le acompaña.

Pero si nos atacan, seguiremos escribiendo, ¿verdad Esther? ¿Verdad que esa es una de tus lecciones más valientes?


***


«Dentro de su boca las palabras son ligas que se tensan

maderas que crujen

y se quiebran como vasos rotos hiriéndole la lengua

Ella canta por el dolor producido»


***


Pedro Alberto Silva Campos.

Conductor de Uber.

Padre de dos niños. Ex esposo.

Femicida en potencia.

La madrugada del 19 de junio de 2017 este hombre golpeó a la que había sido su pareja durante los últimos años hasta hacerla sangrar brutalmente. Le desfiguró el rostro. La hubiera matado si no fuera porque los hijos de ambos se despertaron con el ruido y los gritos.

Pedro Alberto Silva Campos se detiene.

La escena está borrosa.

Más borrosa.

Más borrosa…

Al rato, la voz temblorosa de la mujer protagoniza un Facebook Live en el que denuncia que su ex pareja casi la mata. Un popurrí de voces infantiles que balbucean “mamá” y “puño”. El rostro de la mujer es conocido para muchos de los usuarios que a esa hora aguantan despiertos en México o madrugan en Europa.

Se trata de la poeta Esther M. García.

Sí. La misma.

La que una vez había escrito un poema sobre un marido cabrón. La que en más de una ocasión dejó entrever en redes sociales que ella sufría violencia. La que en su canal de Youtube leía poemas de mujeres tan fuertes como ella. O la que explicaba la importancia del feminismo en un momento tan duro como el que están viviendo las mujeres de su país. Esther. La poeta del norte. La que los medios de la zona celebran cada vez que gana un premio, recibe una beca o publica un libro. La misma a la que esos medios ignoran cuando denuncia la violencia machista que sufre. Como si por un lado sus éxitos fueran el orgullo de todos y por el otro sus penurias fueran vergüenza.

¿Y Pedro Alberto Silva Campos? ¿No es él también una vergüenza para todos?

 



Cuando empecé a escribir estas líneas, el femicida en potencia se encontraba aún desaparecido. Desde el colectivo Paro de mujeres México acababan de lanzar un Change.org con el que pretendían darle visibilidad al caso de Esther M. García pidiendo a las autoridades locales que buscaran al entonces prófugo y procesaran el caso como tentativa de femicidio.

Además, en su petición a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Coahuila, también exigían una orden de protección para la poeta y sus hijos, así como la custodia total de los hijos menores de ambos.

Porque como la propia Esther M. García escribió después de recuperar su cuenta de Twitter hackeada, la única realidad para ella a día de hoy es que “ellos pueden golpearte y violarte y andar libres; mientras, tú tienes que estar en resguardo con protección como una criminal”.



Y anunció: “mi agresor se presentó ante el MP del Centro de Empoderamiento, fue notificado, comparecerá ante audiencia y frente al juez hoy. Que esté libre de delitos lo va a determinar un juez. Él puede decir lo que quiera en sus redes. Los hechos y las evidencias pesan más”.


***


«Siempre creí que el amor era golpear al otro»


***


El volumen de voz de Esther es tan leve que resulta ensordecedor. Le pregunto qué tal tú, qué tal los niños. Lo que sigue es un monólogo intenso, enunciado desde la la emoción e incluso desde cierta esperanza. La poeta que una vez inventó poemas inspirados en mujeres mexicanas que habían sido maltratadas, violadas o asesinadas, ironiza ahora con la posibilidad de estar viviendo una pesadilla.

¿Despertará Esther de este sueño odioso?

¿Despertaremos todos con ella cuando sus ojos se abran?

Unos ojos ahora hinchados tras los golpes de él.

Unos ojos que durante sus treinta años han visto y han leído infinidad de veces sobre qué es la violencia y qué es el amor, pero que aún no saben encontrar la diferencia entre esas dos palabras porque la vida no les ha dado aún la oportunidad. O porque el rastro de amor que una vez sintieron es precisamente ese cuyas manos casi le matan.

#NoEstasSolaEsther

#VivasNosQueremos

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