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Lit
Elena Barrio publica 'Detrás del aire hay monstruos', un libro heredero de la tradición de la rabia
20 Abril 2018 13:38
Decía la periodista Anna Freeman en estas páginas que lo que diferencia al feminismo hispano de otros feminismos del globo es la rabia. Una rabia que además no es gratuita, sino que se justifica en la continua violencia, en los crímenes, en las manos manchadas de sangre.
Esa rabia, convertida en palabras y en lirismo, es la que lleva décadas impregnando la mejor poesía de nuestras autoras. Desde la escritura intensa pero política de la mexicana Enriqueta Ochoa, hasta la poesía-cántico de la dominicana Shirley Campbell, pasando por toda esa corporalidad que en España desprenden las obras de Ana Rossetti, Miriam Reyes, Alana Portero o María Sánchez.
A esta cualidad sangrante se refirió Laura Villar Gómez en una columna de Oculta Lit. Para esta crítica literaria, la presencia del cuerpo y de lo violento en referencia a lo femenino responde al modo en que las jóvenes autoras asumen el machismo imperante con sus obras. Aunque escribamos con libertad, sugería Villar Gómez, quizá estas temáticas demuestren nuestra continua obligación por enseñar tal horror.
Leer, entonces, el segundo y nuevo poemario de Elena Barrio —Detrás del aire hay monstruos (Ediciones En Huida)— supone adentrarse de lleno en esta tradición. En esta rabia. Su poesía, que ya se había mostrado intimista y experiencial en Hormigas en el aire (Valparaíso, 2015), ha adoptado aquí una forma mucho más combativa, quizá por la influencia de su trabajo en proyectos feministas como Glitter Zines.
Se habla aquí de carne y se habla de crimen. Se habla de dientes que se frotan los unos contra los otros, que chocan, para aguantar el estrés. Se habla de dolor, de mucho dolor, pero sin llegar a compadecerse. Y en uno de sus poemas, incluso, se llega a advertir al mundo que la voz poética está muy harta. Muy cansada. Muy llena de odio. Y que tengamos cuidado con ella, porque es capaz de responder.
A continuación dos poemas de Detrás del aire hay monstruos:
He sido testigo del vacío
en mujeres que han muerto
pensando que habían quemado su tiempo
sin ser, criando hijos inútiles y
contentando a maridos,
más inútiles todavía.
Ningún legado.
Ninguna felicidad.
Llegaron. Se fueron.
Y ya.
Temo de veras el día
en el que todo el odio que estáis sembrando en mí,
estalle y se lleve a un alma inocente por delante.
De verdad, temo mis adentros, mis sombras,
Temo toda la ira que resuena en mí
por haber nacido mujer en este mundo,
carne vacía.
Temo mis manos tiernas,
cargadas de violencia.
Temo mis dientes blancos,
que supuran rabia.
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