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Los monstruos también escriben poesía

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Imagen: The Nigmatic
 

'Monstering' es una revista hecha por personas "deformes", "grotescas", "desagradables" y "aterradoras" que reivindican su propia monstruosidad para transformar su dolor en poder

Eudald Espluga

11 Abril 2018 16:08

Instintivamente pensamos en lo raro como algo erróneo, una cosa extraña "que nos hace sentir que no debería existir o que, al menos, no debería existir aquí."

Con estas palabras definía Mark Fisher la incomodidad conceptual que sentimos frente a realidades anormales, deformes, sobrenaturales; en general frente a todas aquellas situaciones y personas que no se ajustan a nuestro esquema de representación normativa. En su libro Lo raro y lo espeluznante (Alpha Decay) explora el terror atávico que nos produce este desconocimiento, la contemplación de lo que no puede ser nombrado.

Es precisamente de este miedo antiguo, arraigado en nuestra cultura, que nace la idea de monstruo. El diccionario de la RAE no puede definirlo sino por la vía negativa: el monstruo es "un ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su espacio". No tiene atributos positivos. El monstruo es simplemente lo que no encaja, lo que excede la normalidad.

(Obra de Sarah-Ann Loreth incluida en 'Apotheosis', el primer número de 'Monstering')

Por eso "monstruo" ha sido y sigue siendo un insulto. La palabra delimita las fronteras del nosotros frente a los otros, y excluye a todos aquellos que por exceso o por defecto se salen de lo ordinario. Las historias de monstruos se han alimentado de los prejuicios sociales, raciales, políticos y psicológicos de nuestra cultura, hasta el punto que la "monstruosidad" fue durante siglos una categoría jurídica y médica para regular a los elementos peligrosos e improductivos de la sociedad. Como explica Michel Foucault en Los anormales (Akal), el monstruo humano era considerado una mixtura entre lo imposible y lo prohibido, un transgresión del orden de la naturaleza.

Y aunque hoy los "monstruos" no sean encerrados ni exhibidos en gabinetes de maravillas, su realidad sigue siendo incómoda y elusiva al lenguaje. Las consecuencias de esta afasia cultural no son menores: su diferencia se vuelve invisible, y la exclusión que sufren se naturaliza gracias al discurso médico. Es por ello que la poeta estadounidense Brianna Albers decidió reapropiarse de la etiqueta de "monstruo" y lanzar Monstering, una revista digital cuyo objetivo fuera celebrar una "monstruosidad" muy concreta: la que encarnan las mujeres con diversidad funcional y personas no-binarias.

(La poeta y fundadora de 'Monstering', Brianna Albers)

En What we believe, un pequeño manifiesto programático en el que exponen la visión de la revista, explican en que sentido su reivindicación de lo monstruoso es un desafío que reclama y reafirma su condición sobrehumana.

"Creemos en esto: las historias de monstruos. Que es lo mismo que decir que creemos en los monstruos, que creemos en su manifestación socio-cultural: las mujeres y personas no-binarias con discapacidad. [...] En todas las formas de narrativa, el monstruo deviene un símbolo para lo desconocido: el hambre, lo grotesco, lo aterrador, lo desagradable, lo extraño. [...] La herencia del monstruo es la de la opresión; el legado del monstruo es el del dolor, la violencia, la crueldad y el exilio".

Precisamente porque creen en el "ritual del nombramiento", en el poder de la palabra para crear nuevas realidades, abanderan la categoría de monstruo y hacen de ella un canto a la gloria profana de sus cuerpos. El proyecto Monstering busca conjurar la realidad de las mujeres con diversidad funcional y personas no-binarias mediante el arte, la poesía y la creación audiovisual. En una entrevista para Autostraddle, explica que el objetivo es convertir el dolor en poder: "celebrando aquello que nos hace monstruosos, nos resistimos a la deshumanización".

La revista nació como un fanzine digital cuyo objetivo era visibilizar las experiencias de las personas con diversidad funcional, ya que antes de su creación no existía un espacio en el que "los monstruos" pudieran hablar directamente. Era su manera de buscarse una habitación propia. En la entrevista, Albers explica que si Monstering está dirigido concretamente a mujeres con discapacidad y personas-no binarias es porque son seres doblemente monstruosos: "no encajamos en el molde del patriarcado; nuestras discapacidades solo empeoran las cosas".

El año pasado se publicó el primer número de la revista, Apotheosis, en el que pueden leerse poemas como el de Jasmine C. Bell, que abordan la enfermedad, el lenguaje médico y el terror de sentir que tu cuerpo es una "marioneta defectuosa":

"Cuando mi doctor usa la palabra "deformada":

empiezo a creer que mi cuerpo fue descartado [...]

Las cirugías son como amantes

todos esperamos que el primero nos arregle,

esperamos que el contacto con otro nos libere de todo este

dolor.

Pero nuestro primero raramente es el último

¿no es verdad?"

Frente a una cultura que descarta a las personas con diversidad funcional, y se niega a considerar su experiencia como universal, los monstruos han decidido abanderar su condición no-humana. Monstering es el maravilloso resultado de esta conquista cultural. Han desafiado al insulto y al silencio con una intervención literaria, política y ética, que nos recuerda que la dependencia y la discapacidad no son la condición biológica de unos pocos inadaptados sino una realidad intrínsecamente humana.

Al final, la lección es simple. La palabra "monstruo" nos sirve de espejo, incluso cuando ya no la usamos, porque nos recuerda que la marginación y la opresión también echan raíces en la complicidad de nuestro silencio.

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