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“El mejor libro que he leído nunca”, dice Bill Gates. Así es el evangelio de los Nuevos Optimistas

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'Enlightenment Now', de Steven Pinker, es la confirmación de que el Nuevo Optimismo está tomando fuerza en el corazón de los líderes de Sillicon Valley

Eudald Espluga

08 Febrero 2018 10:23

Los gurús de Silicon Valley no recomiendan libros: los anuncian. Sus lecturas son programáticas, proselitistas, casi oraculares. La existencia de una audiencia mundial que acoge con fervor sus prescripciones nos obliga a interrogarnos acerca del significado de sus preferencias editoriales, especialmente si una figura como Bill Gates proclama que Enlightenment Now. The case for Reason, Science, Humanism and Progress, de Steven Pinker, es el mejor libro que ha leído nunca.

No se trata de una exageración, ni de una cuña publicitaria: Gates ha convertido este libro su causa. "Durante muchos años he estado diciendo que Los ángeles que llevamos dentro, de Steven Pinker, era el mejor libro que había leído en una década [...] Pinker ser sirve de una investigación minuciosa para argumentar que vivimos en el momento más pacífico de la historia. Nunca había visto una explicación tan clara del progreso", escribía en Gates Notes. Pero esto se ha acabado: "voy a dejar de hablar de Los ángeles que llevamos dentro, porque Pinker ha logrado superarse".

(Con este delirante montaje empieza la entrevista de Bill Gates a Steven Pinker)

Los paladines del mejor de los mundos posibles

Aunque no se publicará hasta finales de febrero, Enlightenment Now va camino de convertirse en el libro sagrado de los Nuevos Optimistas, un grupo de pensadores —científicos, psicólogos, economistas— que comparten un mismo evangelio progresista. Su mensaje es claro, esperanzado, conciliador: a la humanidad nunca le habían ido tan bien las cosas como ahora; nunca había gozado de tanta paz, de tanto bienestar, de tanta felicidad. "Es difícil encontrar una región cuyas condiciones en 2005 sean peores que las de 1995" explica Matt Ridley en El optimista racional (Taurus), cuyo peso argumentativo descansa en desmontar aquellos relatos catastrofistas que ponen el foco en las desgracias, hambrunas y desastres naturales. "Lo nuevo no es la tragedia humana", apunta Johan Norberg, otro de sus apóstoles, "lo nuevo es la cámara del móvil y el hecho de que siempre hay alguien para registrar lo horrible que ocurre".

Si la teoría de los nuevos optimistas fuera una religión, aventura José María Robles en Papel, "tendría al científico Steven Pinker como su sumo sacerdote y a su libro Los ángeles que llevamos dentro como catecismo". Y es cierto: la publicación del libro de Pinker fue la gran caída del caballo, el fenómeno que propició una conversión masiva y sintetizó lo que hasta entonces eran ideas dispersas en un relato transparente y seductor, sustentado en una cuidadosa investigación de más de 1.100 páginas y millones de datos.

Sin embargo, la historia del movimiento puede remontarse hasta 2006, cuando el médico Hans Rosling pronunció una charla TED titulada 'Las mejores estadísticas que has visto nunca', en la que explicaba a golpe de dato cómo ha mejorado la esperanza de vida y la fecunidad en los últimos 50 años. Su estilo ya avanzaba una de las principales características de los nuevos optimistas: utilizar las estadísticas y los gráficos como un ariete con el que destrozar nuestros prejuicios sobre el devenir del mundo. Al presentarse como científicos, estos pensadores se arrogan la autoridad carismática de los hechos. "Soy un optimista racional", dice Ridley, "racional porque he llegado al optimismo no por la vía del instinto o el temperamento, sino mirando la evidencia".

(Steven Pinker con las Tablas del Nuevo Optimismo / Arte PG)

El nombre con el que se los conoce pretende evocar la rebelión escéptica de los Nuevos Ateístas (Richard Dawkins, Daniel Dennett y Sam Harris). Como ellos, plantean su lucha como una cruzada contra la irracionalidad. Defienden que la desesperación catastrofista de los intelectuales de izquierda —Naomi Klein, Noam Chomsky o Vandana Shiva, por citar algunos— es autocompasiva e injustificada. "Hubo un tiempo en que estar preocupado por si todo iba mal era un gran valor para la supervivencia", dice Norberg, que como el resto de nuevos optimistas se remite a la psicología evolutiva para explicar nuestra tendencia a sobredimensionar la información negativa. Creen que nuestro pesimismo global es un hábito prehistórico: pensar que hay un león detrás de cada roca nos ayudaba a reducir las posibilidades de terminar en el estómago de un felino.

Hoy este fatalismo resulta infundado: los hechos lo desmienten. Johan Norberg ilustra la idea con una cifra efectista: "en los 20 minutos que tardas en leer este capítulo, al menos otras 2,000 personas habrán escapado de la pobreza extrema". Sin embargo, afirma el historiador sueco, la sangre vende más que el desarrollo. La espectacularización de la pobreza habría tapado el hecho que, en los últimos 25 años, hemos mejorado brutalmente en todos los indicadores de nivel de vida (sanitarios, sociales, económicos) y se ha reducido la mortalidad infantil, el analfabetismo y el hambre en el mundo.

El libro de Norberg, que acaba de traducirse al castellano, ha sido hasta el momento la mejor arma que tenían los defensores de este nuevo optimismo. A diferencia del denso mamotreto que es Los ángeles que llevamos dentro, Progreso: 10 razones para mirar el futuro con optimismo (Deusto) funciona como un manifiesto: accesible, seductor y contundente. El sueco se ha convertido en el discípulo aventajado, el predicador que más éxito está cosechando gracias a su habilidad para dejar titulares contundentes: "hemos reducido al pobreza extrema del 90% al 9%"; "Oxfam se equivoca. El augmento de la desigualdad no tiene por qué ser malo"; "Hasta que no consigues niveles de vida dignos, no te preocupas por el río o por el bosque. La riqueza es lo que nos ha dado la oportunidad de saber cómo combatir los problemas medioambientales".

(Las tribulaciones de Johan Norberg, el último líder de los Nuevos Optimistas)

Ahora, con Enlightenment Now, parece como si Pinker se hubiera puesto a corregir y reescribir los distintos evangelios optimistas que sus discípulos han ido publicando a lo largo de estos años, y se haya propuesto lanzar un manifiesto defintivo que llegue a convertirse en un verdadero rompepistas editorial.

Los datos también son políticos

La tesis de los Nuevos Optimistas es irreprochable: estamos mejor que antes. Mucho mejor. La comparación del presente con tiempos pasados no deja espacio para la nostalgia reaccionaria del todo-tiempo-pasado-fue-mejor. ¿Hay gente que está mal? Por supuesto. Pero si ampliamos el foco, y miramos los datos en su conjunto, descubrimos que el nuestro es "el mejor de los mundos posibles".

La cuestión es: ¿qué hacemos ahora con toda esta información?

Como señala Oliver Burkeman en un extenso artículo para The Guardian, "los numeros pueden ser tan políticos como cualquier otra cosa". La asepsia científica con la que se defiende el actual estado de cosas no es inocua, dado que el relato en el que se discuten los índices de bienestar nunca será neutral. Aunque tanto Norberg como Pinker se remontan al espíritu ilustrado para fundamentar su idea de progreso, y blanquear así la adscripción ideológica de sus tesis, el sistema político que hoy sostiene ese progreso no es uno cualquiera. Tampoco es casualidad que las ideas del Nuevo Optimismo se hayan diseminado a través de medios y think tanks liberales, ni que el anterior libro de Norberg se titule En defensa del capitalismo global.

"En su corazón, el Nuevo Optimismo es un argumento ideológico", acierta Burkeman. "Sus defensores abogan por el poder del libre mercado". El que sostienen es un argumento político legítimo, por supuesto, pero un argumento político al fin y al cabo. En su defensa del progreso va implícita la defensa del actual desarrollo tecnológico bajo un modelo capitalista. Es un programa normativo, que afecta incluso la interpretación de lo que significa vivir una "vida buena" o una "vida mejor". Además, su noción de progreso se desentiende de la conflictividad social y la lucha constante de millones de personas por cambiar un sistema injusto.

Por si fuera poco, no consideran que la desigualdad sea problema: "en un contexto de libertad, leyes y mercado no tiene por qué ser algo negativo", comienza Norberg. "Tomemos el caso de China. Sin duda, es un ejemplo de creciente desigualdad, pero ¿es eso una mala noticia? [...] Aunque sea más desigual, encierra un notable progreso humano, que ha beneficiado a cientos de millones de personas". Es más, Norberg no cree que la desigualdad esté necesariamente en el origen de las situaciones de exclusión social: "hablamos siempre de la desigualdad de la renta y, por ejemplo, ese indicador nos dice que Bill Gates es 1.000 más rico que nosotros. Sin embargo, ¿vive Bill Gates 1.000 mejor que la clase media occidental? Desde luego que tiene más comodidades, pero no hablamos de mejores equivalentes a la diferencia de renta. [...] Bill Gates es 1.000 más rico, [pero] no vive 1.000 mejor que un ciudadano medio de Occidente".

Se entiende, pues, que el propio Bill Gates abrace con entusiasmo un conjunto de teorías que no solo justifican su posición de poder, sino que además lo convierten en la causa del bienestar de millones de otras personas, en punta de lanza del progreso universal. "El problema es la pobreza, no la riqueza. Es bueno que la gente haga dinero creando nuevas tecnologías que permiten un mayor acceso al conocimiento, que se mejore la logística. Cosas como la esperanza de vida, el acceso al conocimiento, a la educación, están mejor que nunca, en parte porque han reducido el coste de todo", concluye el sueco.

Todavía no podemos saber hasta qué punto Enlightenmen Now relanzará estas ideas, ni si lo hará con la misma radicalidad neoliberal que Norberg. Pero a juzgar por la reseña que Bill Gates ha hecho del libro —en la que incluso llega a reprochar el exceso de optimismo de Pinker en relación con la Inteligencia Artificial— podemos estar seguros de que se convertirá en la nueva Biblia de los optimistas.

Steven Pinker está aquí. El Mesías ha vuelto.

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