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Reivindicando el sexo más allá de la menopausia

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“La vida, pasada la menopausia, puede presentarse como un tiempo de renovado interés sexual después de años de vida familiar, criaturas y obligaciones que se cargaron el interés por la erótica, el placer y el deseo”. Publicamos un adelanto de ‘Sin reglas. Erótica y libertad femenina en la madurez’ (Capitán Swing), un ensayo de Anna Freixas a la venta el 12 de febrero

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09 Febrero 2018 12:43

“Hay vida después de la menopausia, no teman”, por Anna Freixas

Las mujeres vivimos una media de treinta años después de la menopausia, periodo en el que se producen numerosos cambios físicos, psicosociales y psicológicos, así como modificaciones en el estilo de vida y en las relaciones, de tal manera que resulta difícil valorar la contribución relativa de cada uno de esos factores en el funcionamiento sexual. Las pérdidas que se atribuyen al cuerpo menopáusico no solo se refieren a la capacidad reproductiva, sino también al atractivo sexual y al deseo. Sin embargo, las nuevas interpretaciones de la erótica van más allá de estos estereotipos y sobre todo de la idea instaurada de la asexualidad. La vida, pasada la menopausia, puede presentarse como un tiempo de renovado interés sexual después de años de vida familiar, criaturas y obligaciones que se cargaron el interés por la erótica, el placer y el deseo.

De manera que la imagen de la «vieja asexual» coexiste con nuevas imágenes de la mujer sexy senior que es asertiva, con deseos y activa. Si le apetece. La mediana edad puede suponer un periodo crítico en la sexualidad de mujeres y hombres, produciéndose un descenso en la actividad sexual por razones provenientes de ambas partes: la menopausia femenina y las dificultades de erección masculinas. A menudo la investigación sugiere que la actividad sexual y el deseo disminuyen con la edad. Sin embargo, lo cierto es que este no desaparece, evidenciando que estamos ante una conducta de amplio rango, por lo que frente a la argumentación «el deseo disminuye, ¡qué horror!» podemos contraponer «el deseo no desaparece, ¡qué bien!». Porque que la erótica disminuya o no con la edad depende de diversos factores como el disponer o no de pareja, la salud física y emocional y la disposición interior hacia la sexualidad.

Un buen número de personas mayores tienen intereses sexuales a lo largo de todo el ciclo vital y disfrutan del sexo, aun en edades avanzadas. Los primeros estudios longitudinales sobre vejez y erotismo mostraban que la mayoría de los adultos mayores mantienen un interés sostenido en la sexualidad a lo largo de toda la vida; aunque en otros se argumenta que la actividad y el deseo sexual disminuyen con la edad, preguntándose si este descenso se debe al envejecer, a diferencias generacionales de carácter cultural y educativo o a posibles sesgos en la toma de datos, que todo es posible. Aunque hay enormes diferencias que nos definen como seres plurales, lo cierto es que la mayoría de las personas de más de setenta años niega que la sexualidad sea un asunto exclusivo de la edad joven. En este sentido, el estudio llevado a cabo en el Instituto de Neurociencia de Gotemburgo por Beckman muestra que la actividad sexual se mantiene en poblaciones septuagenarias. Afirmando algo que podemos comprobar en nosotras mismas y en nuestras colegas, que las mujeres de la generación que hoy tiene setenta años están más felices sexualmente que las que tenían su edad hace treinta años. Una obviedad que no estaba documentada, por cierto.

A pesar del sinfín de elementos que juegan en contra de la vivencia del placer femenino, numerosos estudios afirman que la sexualidad de las mujeres a partir de la mediana edad mejora. De hecho, en algunas mujeres se da un aumento de la actividad, al menos en el caso de quienes legitiman su deseo y lo ponen en práctica, o en el de quienes consiguen transformar su relación con su cuerpo y/o con su pareja; también en el de aquellas que se animan a explorar nuevos caminos. La sexualidad ha sido con frecuencia sinónimo de apariencia juvenil, cuerpo sexy y libido a raudales, por lo tanto resulta difícil asimilar que las y los mayores también «funcionan», y que más del 50% de las personas de más de cincuenta años son activas sexualmente, así como el 25% de las de que se sitúan entre los setenta y cinco y ochenta y cinco años. Es tal la presión cultural acerca de la desvalorización de la sexualidad en las mujeres mayores que a nosotras mismas nos resulta difícil identificar los puntos fuertes de nuestra erótica en este momento vital. Sin embargo, con la edad algunos elementos sociales y personales cambian y pueden permitir una relación más relajada y hedonista.

El hecho de que a partir de la menopausia desaparezca el temor al embarazo supone un cambio cualitativo en la calidad de las relaciones heterosexuales, por lo que la capacidad de disfrute se amplía exponencialmente; además, no tener que utilizar métodos anticonceptivos favorece una mejora en las relaciones afectivosexuales (una negociación menos). En este momento también se puede iniciar una relación sexual más calmada y menos estrictamente genital, en la que adquieren protagonismo otras prácticas que suelen ser de mayor agrado femenino, como las caricias, los abrazos, la proximidad física. De hecho, las mujeres que constatan una mejora en su sexualidad a partir de la mediana edad reconocen que en su vida se han dado diversos cambios, como una toma de conciencia de sus necesidades personales y un mayor conocimiento del cuerpo y el deseo. Algunas afirman que ahora disfrutan de los beneficios de haber sabido renegociar su relación afectiva con la pareja y otras señalan el papel liberador que ha supuesto en su vida la identificación y validación de los deseos lesbianos y su puesta en práctica.

En realidad una buena parte de ellas han recogido los frutos de los procesos de autoconciencia que propició el pensamiento feminista acerca del cuerpo y el deseo y se han implicado en una revisión y redefinición de las relaciones de poder que se dan en la pareja. Algunas mujeres aprovechan este momento para hacer un replanteamiento de su erotismo: unas eligen prescindir del sexo, otras descubren en compañeros anteriormente nunca considerados al amante tierno y atento que explora con delicadeza su cuerpo y sus deseos, algunas reorientan sus intereses sexuales y encuentran en otras mujeres una insospechada felicidad y la posibilidad de un nuevo y reconfortante desarrollo de su sensualidad.

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