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Tanques en Barcelona

H

 

¿Cómo sería la esperada y temida llegada de las Fuerzas Armadas en Cataluña?

Eudald Espluga

19 Septiembre 2017 15:30

—Han dicho que esta mañana sí.

—Siempre dicen que esta mañana sí.

Son poco más de las 12, el cielo está lo bastante nublado como para mostrarse amenazante y, aunque ellas todavía no lo saben, no va a llover en todo el día. La señora B ha llegado, como es costumbre, cinco minutos tarde a la cita. Es su ritual, una ceremonia exenta de toda solemnidad, que esta vez ha realizado paraguas en mano: encender el mentolado que luego negará haber fumado, asegurarse que ya es lo bastante tarde como para no ser la primera en llegar y llamar a Perre.

"Perre" es el apelativo cariñoso que terminó convirtiéndose en el nombre de su diminuto Yorkshire. Al principio empezó como una broma, pero pronto se dio cuenta que "Perre" era mucho más original que "Bobby" o "Tobby".

—Han dicho que esta mañana sí.

Lo anuncia nada más llegar, como un saludo o un hechizo, mientras ata la correa de Perre a la pata del banco donde la señora H ya está acomodada. Lo pronuncia como si la sola invocación de ese sujeto abstracto —¿quiénes "han dicho"? ¿En la tele? ¿En la radio?— pudiera llegar a atraer, magia simpática mediante, el objeto que teme y desea a un mismo tiempo.

—Siempre dicen que esta mañana sí.

Es la respuesta invariable de la señora H, que la suelta ya como un suspiro, siempre con la misma desidia, siempre con la misma ironía desencantada. En su forma de recordarle a la señora B que, a pesar de que ambas cuentan con más de setenta años, seis de diferencia siguen siendo una distancia enorme, insalvable, un abismo que le permite dar a entender "que eso ella ya lo sabía".

Hablan, por supuesto, de los tanques. De los célebres tanques de las Fuerzas Armadas Españolas que han de entrar por esa Avinguda Diagonal, ahora reformada, desde la que ellas contemplan el tránsito. Unos tanques que son símbolo del Estado, la encarnación bélica del enfrentamiento político que viven con cierta confusión.

Por un lado, están la televisión y las portadas de los periódicos. Las ÚLTIMAS HORAS y la escalada de tensión y el órdago independentista y las familias divididas. Por el otro, la Diagonal inalterable: los locos que corren en chándal, arriba y abajo, las horribles baldosas con relieve, los atascos regulares, el ambiguo desarrollo del ecosistema del barrio.

—Han dicho que esta mañana sí.

—Siempre dicen que esta mañana sí.

El silencio que sigue a ese primer intercambio es exploratorio, una investigación del intersticio que habitan: entre la revuelta violenta y el aburrimiento mortal. Es un silencio reverente, porque a diferencia de sus nietos, se toman la palabra "tanque" muy en serio. Para ellas es la puerta de entrada a otro mundo, a un universo pasado, que ahora les parece fantasioso, incongruente.

—¿Qué haríamos si llegaran los tanques?

—Tú seguro que seguirías fumando.

—Ya sabes que el médico me lo prohibió.

—Pues supongo que nos seguiríamos mintiendo.

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