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Artículo Las más memorables rabietas de Geert Wilders Lit

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Las más memorables rabietas de Geert Wilders

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El ultraderechista holandés es conocido por sus berrinches y pataletas. Aquí, una narración ficticia de su hermano nos cuenta las más delirantes

Diego Álvarez Miguel

17 Marzo 2017 13:08

Puedo imaginarme perfectamente cómo lo debe de estar pasando Geert después del batacazo del miércoles en las elecciones. Las redes están que arden con sus memes y los chistes.

Sé que desde fuera puede parecer que lo disfruta, que aprovecha cualquier circunstancia para entrar al trapo como si se tratase de un juego infantil, pero no es así, es una cuestión de convicción, incluso de testarudez, aunque yo prefiero considerarlo más bien una cuestión de compromiso.

Lo que está claro es que Geert no soporta que las cosas no salgan como él las tiene planeadas.

Recuerdo cuando empezó a llevar chaleco antibalas a todos los lados debido a la cantidad de amenazas de muerte que le llegaban. Un día quiso ponérselo antes de salir hacia un mitin y nuestra madre, que es quien le lavaba la ropa por aquel entonces, le dijo que la funda estaba todavía en la tintorería. Geert se enfadó tanto que cogió una pistola y se apuntó al pecho. “¡Mamá! ¡Mira lo que pasa si no llevo el chaleco! ¡¿No ves lo que pasa?!”. Entonces, totalmente fuera de sí, apretó el gatillo.

Todavía hoy doy gracias a Dios porque el arma no estuviera cargada.

No puedo negar que más de una vez yo mismo fomenté alguno de sus ataques de ira. Cosas de hermanos, ya sabéis. La peor de todas fue durante una cena de Navidad en la que se me ocurrió preguntar si la ternera era Halal. Al oír la pregunta, Geert montó en cólera, tiró su plato al suelo y salió corriendo de la cocina, con tan mala suerte que se tropezó en la alfombra y cayó de bruces contra la chimenea. No le pasó nada grave, pero desde entonces el pelo le nace casi blanco, como si todavía ardiese.

Es bien conocido por casi todo el mundo que a mi hermano no le gusta mucho el islam ni la amplia cultura que lo rodea. Quedó bastante claro hace unos meses cuando le apareció en el móvil una pantalla con un mensaje en árabe. El enfado se mezcló de tal forma con el pánico que con una llamada estuvo a punto de crear un estado de emergencia terrorista en Ámsterdam. Sin embargo, cuando lo tradujeron, descubrieron que el mensaje decía: “¿Está seguro de que quiere cambiar el idioma de su teléfono al árabe?”. Y es que resulta que se había guardado el teléfono en el bolsillo sin bloquear.

Ya veis, de las pequeñas cosas, un mundo.  


De hecho, su lucha contra el islam es bastante pública y constante, así como su rechazo. Y no han sido pocos los disgustos que se ha llevado con este tema. Por ejemplo cuando se publicó su libro “Marked for Death. Islam’s War Against the West and Me”. Cuando recibió las primeras pruebas descubrió una errata en su nombre que lo convertía en Greet Wilders (“Saluda a Wilders”). Por supuesto, rompió en pedazos el ejemplar y pidió que lo solucionaran de inmediato. Sin embargo, no se sabe si intencionadamente o no, en la página de créditos de la segunda prueba, la errata lo convertía en Geek Wilders (“Wilders el bicho raro”). Su enfado fue tal que la editorial tuvo que cerrar durante unos meses atosigados por la cantidad de demandas que les interpuso.

Él es consciente de que debería controlar sus ataques de ira. Pero también sabe que es totalmente incapaz. Cualquier pequeña cosa que se oponga a su manera de ver el mundo le hace explotar como una bomba de relojería.

Recuerdo el año 2002, por ejemplo, con la entrada del euro, divisa a la que él siempre se ha opuesto férreamente. Un mañana, en el supermercado, no le dejaron pagar con florines. “¡Es la moneda de mi país!”, gritó. “Pero señor, ha tenido un año entero para cambiarlo por euros”. Aquel día se fue del supermercado sin pagar. Fue portada en todos los periódicos y le pusieron una multa de 400 euros.

Lo peor fue que insistió en pagarla con florines.

Por otro lado, lo que me extraña es que aún no le hayan bloqueado ninguna de sus cuentas en las redes sociales, como pasó el día que comenzó la campaña electoral. Después de semanas preparando una iniciativa en contra de su principal rival, Mark Rutte, en la que este aparecía en numerosas fotos manchado de sangre y cometiendo atrocidades varias, Facebook y Twitter bloquearon el contenido por inapropiado. Profirió tantos insultos contra dichas plataformas y sus “absurdas normas de comportamiento” que le cerraron la cuenta durante dos días. Tal fue su enfado que le explotó una vena en la frente.

Desde entonces, podéis creerme, las cosas no han ido precisamente a mejor.

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