La polarización de la sociedad que ha impulsado la retórica violenta de Bolsonaro está llevando al país a un peligroso escenario
En la noche de este martes, el fundador de Pink Floyd Roger Waters dio un concierto en São Paulo ante 45.000 personas. En un momento dado, tras tocar Another brick in the wall, en la enorme pantalla del escenario apareció la frase Resist Neofascism junto a una advertencia: el neofascismo está en aumento. Y una lista de nombres: Trump, Orbán, Le Pen, Kurz, Farage, Kaczynski, Putin y Bolsonaro. También se vio un gran Ele não, la consigna más difundida entre la población brasileña que no quiere que el exmilitar Jair Bolsonaro consolide en la segunda vuelta su paso a la presidencia de Brasil. Se escucharon aplausos y silbidos por igual. Repeticiones de ese ¡Él No! y también gritos de ¡Fuera el PT!
La polarización política en el gigante sudamericano es innegable. La magnitud de la violencia que conlleva una u otra opción -Bolsonaro o Haddad- no es, sin embargo, la misma. El líder de la extrema derecha fue acuchillado hace más de un mes por Adelio Bispo de Oliveira, un hombre aquejado según sus allegados de un trastorno delirante.
La agresividad de los partidarios de Bolsonaro solo ha aumentado. Poco después de la votación del domingo se producía la primera víctima mortal de la nueva ola de ultraconservadurismo. El compositor y maestro de capoeira Romualdo Rosário da Costa conocido como Moa do Katendê, de 63 años, fue apuñalado tras la irrupción de un votante de Bolsonaro en un bar de Salvador de Bahía. Moa do Katendê respondió que él había votado al PT. El agresor decidió acabar la discusión política yendo a su casa a por un cuchillo y clavándoselo doce veces, mortalmente, a la víctima. Bolsonaro ha llamado "exceso" al asesinato. Cree que "el ambiente tampoco está tan bélico" y ha aprovechado para contraatacar diciendo que "la violencia viene del otro lado".
El nivel de violencia puede verse también a nivel cuantitativo. Un mapa compartido en internet recoge 39 casos de amenazas, violencia verbal y agresiones de carácter ultraderechista en los diez días que llevamos de mes de octubre.
El martes -mientras Roger Waters era abucheado por parte de su propio público por rechazar al candidato del gesto de las pistolas-, un estudiante universitario del estado de Paraná era agredido con golpes y botellazos al grito de '¡Aquí somos de Bolsonaro!' por llevar una gorra del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra.
Especialmente en el punto de mira de los pro-Bolsonaro están personas LGTBI (el candidato ya dijo hace tiempo "si veo dos hombres besándose, les voy a pegar") y mujeres. Algunos casos son particularmente explícitos del momento político que vive Brasil. Ayer, en Porto Alegre, una mujer de 19 años con una chapa con la bandera arcoiris fue agredida y marcada a cuchillo con una esvástica en la pierna. El domingo pasado, en Recife, una periodista denunció una agresión por parte de dos hombres, uno de ellos con una camiseta de Bolsonaro. Hubo amenaza de violación e insultos como "pijita de izquierdas".
El lunes fue Anielle Franco quien fue acosada por la calle mientras caminaba con su hija de dos años en brazos. No llevaba ninguna prenda de ropa que la identificara como contraria a Bolsonaro o votante del PT. Pero Anielle Franco es la hermana de Marielle, la activista y concejala de Río comprometida contra la violencia contra los pobres. Y ha demandado desde el asesinato de esta justicia en un país en el que cada vez es más duro hacerlo.
