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Artículo Espías, filtraciones y ultras: las cloacas ideológicas del 'procés' Now

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Espías, filtraciones y ultras: las cloacas ideológicas del 'procés'

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La filtración de una conversación privada de Quim Torra abre muchos interrogantes sobre el futuro del independentismo catalán

Eudald Espluga

05 Septiembre 2018 17:10

"Han renunciado a todo, Borja. Quieren autonomismo".

Son palabras de Quim Torra, pronunciadas en una conversación privada de WhatsApp en marzo de 2018, dos meses antes de que fuera nombrado President de la Generalitat de Catalunya. Aparentemente, Torra estaba hablando de la renuncia del PDeCAT y de ERC a perseguir activamente la independencia de Catalunya.

(Traducción: "Querido Quim Torra, con tu unfollow me has roto el corazón. Permite que te recuerde esta conversación del 15 de marzo, cuando un grupo de arrebatados empezamos a mover piezas para ti").

Borja Vilallonga, su interlocutor y responsable de la filtración, acababa de plantear a Torra la posibilidad de elegirlo presidente: "¿y si te proponemos que seas presidente? No bromeo". Torra esquiva la pregunta, ignorando la primera persona del plural que utiliza Vilallonga: "no me lo propondrán nunca porque el PDeCat no lo querrá nunca (y creo que ERC tampoco). Vilallonga insiste: "lo entiendo por parte de los partidos, pero se podría buscar apoyo civil. Si me dejas, lo hablo en mi grupo".

La captura de pantalla no deja ver mucho más. Sólo podemos leer el principio de la última respuesta de Torra: "yo me encuentro en ese punto crítico de si...". Sin embargo, conocemos el desenlace: dos meses después, Quim Torra era nombrado presidente.

Al ser preguntado por la filtración en una entrevista, el presidente catalán no desmentía la veracidad de su contenido. "Bueno, qué le vamos a hacer" era su única respuesta. La bomba llegaba en un momento clave para el independentismo, a menos de una semana del 11 de septiembre, una diada que debía servir para reagrupar el movimiento de cara a un nuevo "otoño caliente".

Como era de esperar, la filtración desató una guerra de acusaciones y recriminaciones entre representantes y simpatizantes de los distintos partidos políticos, al tiempo que abría una batería de preguntas interminable. ¿Quién es Borja Vilallonga? ¿su testimonio es creíble? ¿A qué "grupo" se refiere y qué clase de influencia tiene en la política catalana? ¿Existe una relación de causalidad entre la conversación filtrada y el posterior nombramiento de Torra? ¿Es verdad que los partidos han renunciado a luchar por la independencia y sus líderes lo admiten abiertamente en conversaciones privadas?

¿Todo por un unfollow?

Empecemos por el principio. Borja Vilallonga es un historiador y periodista catalán, doctor por la École des Hautes Études en Sciences Sociales que ha trabaja como profesor en las universidad de Columbia. Ha colaborado regularmente como columnista de opinión en los principales periódicos catalanes y ha escrito en prestigiosas revistas norteamericanas como Jacobin. Durante un breve y accidentado periodo de tiempo —sobre el que hablaremos más adelante— fue director del semanario El Temps. También ejerce como "guía espiritual y coach", y mantiene un canal de YouTube en el que habla de religión y espiritualidad.

Aunque el nombre de Vilallonga hoy no puede ser asociado directamente a ningún partido, es fácil situarlo en el espectro político independentista como partidario del proyecto rupturista que, a su modo de ver, habría encarnado Carles Puigdemont en los meses previos al 1-O.

"Carles Puigdemont está muy solo", escribía Vilallonga cinco días después del referéndum. "Se sabe, se palpa, se ve. Tiene al pueblo, sí. Tiene la determinación, también. Pero flaquean un gabinete, unas fuerzas políticas y algunos liderazgos. Hay demasiada codicia de las migajas". En el artículo, titulado 'La patria en peligro', cargaba contra lo que llama "neoautonomismo", y lo asociaba al llamado "club del puro" o "club Churchill" —un selecto club social de la burguesía catalana al que asisten políticos pero también grandes empresarios como Josep Maria Bartomeu, actual presidente del Barça—.

Pero volvamos a la filtración de este fin de semana. En un escrito publicado el 2 de septiembre, Vilallonga desmentía lo obvio: el unfollow no era la motivación real de la filtración. De hecho, como hicieron notar enseguida muchos usuarios, ni siquiera era verdad que el presidente hubiera dejado de seguir al periodista. Todavía hoy, después de la polémica, Borja Vilallonga es una de las 906 personas a las que Torra sigue en Twitter.

(Captura hecha el 4/09/2018)

Sin embargo, tras la publicación de este texto, titulado "Sólo nos quedará la verdad", la noticia era otra. A medio camino entre el tell-all y la teoría conspiranoica, Vilallonga afirmaba:

  • Que su "grupo" favoreció (¿y causó?) el nombramiento de Quim Torra como presidente porque lo consideraban el único candidato capaz de desestabilizar la situación política catalana.
  • Que Artur Mas y Oriol Junqueras, junto David Madí (PDeCAT) y Sergi Sol (ERC), fueron los responsables de frenar la declaración de independencia posterior al referéndum.
  • Que Sergi Sol (ex jefe de prensa de Junqueras y asesor del conseller Pere Aragonés) fue el responsable de que Borja Vilallonga tuviera que renunciar de su puesto como director de El Temps. Afirma que Sol lo coaccionó para que no llegarse a publicar un dossier en el que destapaba a un espía del CNI infiltrado en los círculos de ERC.
  • Que lo amenazaron e intentaron retirarle el pasaporte. Como consecuencia de las presiones recibidas, y con el objetivo de preservar su libertad de expresión, tuvo que exiliarse a Nueva York el 7 de octubre.

Aunque Vilallonga no revela la identidad del supuesto espía —"todavía hoy tengo miedo de decir su nombre"— otros lo han hecho por él.

(Traducción: "El espía del que no dice el nombre Vilallonga a quien ya le salió suficientemente cara la broma´, os lo diré por si todavía no lo sabéis: un ex militante de Fuerza Nueva de Blanes que en su currículum consta que participó en la agresión a unos socialistas de su pueblo cuando pegaban propaganda electoral en el año 1979; ahora es cónsul de Israel en Barcelona y el mismo individuo que acompaño a Junqueras en verano de 2016 a reunirse con Soraya Sáenz de Santamaría para acordar que él sería el próximo presidente autonómico de la Xene de Dalt durante los siguientes veinte años... ay, Junqueras no tuvo en cuenta que un improvisado Puigdemont ganaría en las urnas y así le pagaron no cumplir el pacto: a la prisión! Pues bien, este espía español es el abogado José Antonio Sánchez-Molina.")

Enric Vila, periodista, escritor y amigo de Vilallonga, publicaba el fragmento de un email escrito por Enric Borràs —el padre del fotoperiodista Jordi Borràs que recientemente fue agredido por un policia nacional— en el que se señala al abogado José Antonio Sánchez-Molina Rubin, actual cónsul de Israel en Barcelona y ex militante del partido de extrema derecha Fuerza Nueva, según una investigación del periodista Andreu Barnils.

El independentismo después del procés

La historia, por supuesto, no empieza ni termina con el artículo de Vilallonga.

Por un lado, el caso del cónsul José Antonio Sánchez-Molina nos lleva hasta una trama todavía más rocambolesca sobre las relaciones de los líderes independentistas con el magnete ruso Vyacheslav Aminov y el papel del Estado de Israel en el conflicto catalán.

Por el otro, está la sempiterna discusión sobre la función que Artur Mas y su ex asesor, David Madí, juegan todavía hoy en el procés. A este último se lo ha pintado una y otra vez como una suerte de dirigente en la sombra que gobierna el destino del movimiento independentista. Entre los rumores más exóticos, están los que contaba el propio Vilallonga en abril de este año: Madí habría tratado de difamarlo con historias homófobas sobre sus preferencias sexuales.

En medio, está la crisis de relato que atraviesan los partidos independentistas. Tanto en el PDeCat como en ERC se está librando una guerra interna —la disputa por el control de la Crida Nacional es el principal reflejo de estos enfrentamientos— que tiene que ver con la toma de posición frente a la herencia del 1-O y la existencia de presos políticos: ¿diálogo o ruptura? ¿pacto con el Estado o estrategia de confrontación?

(Traducción: Hace falta: 1. Gobierno Torra-Aragonès eficiente; 2. Liberar a los presos/exiliados; 3. Ser más y más diversos para hacer un referéndum que incluya Estatut o independencia; 4. Desobedecer si niegan negociación; 5. Movilización frente a sentencias injustas; 6. Unidad de acción indepe y compartir camino con autodeterministas.)

Es en este contexto donde el relato de Vilallonga adquiere sentido.

Por supuesto, es imposible saber qué hay de cierto en su testimonio. De entrada, la épica de la conspiración y el lenguaje metafísico para hablar de Catalunya dificulta que nos tomemos en serio nada de lo que dice. Pero es importante señalar que su historia no sólo es un relato plausible de lo que ha pasado en Catalunya este último año, sino que además sirve para vertebrar una corriente rupturista en torno a Puigdemont.

Tanto él como los algunos de los principales columnistas que comparten su visión de los hechos —Bernat Dedéu, Enric Vila o, en menor medida, Jordi Graupera— tienen una influencia real en el debate independentista, y su lectura del giro conservador de PDeCAT y ERC resulta verosímil: sólo en las últimas horas, Joan Tardà (ERC) se ha desmarcado de cualquier forma de "insurgencia" y Quim Torra, en la conferencia en la que tenía que definir la hoja de ruta independentista para el "otoño caliente", centró su discurso en el diálogo con el Estado.

Además, la idea de que las cúpulas de los grandes partidos nunca ha dejado de ser autonomista tiene efectos prácticos en la política cotidiana: a finales de julio, Miera Boya (CUP) estallaba precisamente contra Sergi Sol, a quien consideraba un "cínico" y una "rémora republicana", pero también contra el vicepresidente Pere Aragonès, a quien acusaba de "dividir el independentismo" y aspirar solamente al poder.

Quizá Borja Vilallonga y su "grupo" no fueron los responsable directos de la elección de Quim Torra como presidente. Quizá su relato de patriotas y traidores sea solo un cuento. Quizá sea una exageración leer el "han renunciado a todo, Borja. Quieren autonomismo" como una rendición total de los líderes independentistas. Pero lo cierto es que estas ideas tienen —y tendrán— un peso muy importante en la redefinición del ecosistema procesista.

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