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Macri acorralado: Argentina vuelve a elegir entre el FMI y la paz social

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El macrismo anuncia duros recortes para frenar el desastre mientras trata de escapar de las sombras de la crisis de 2001

Ignacio Pato

04 Septiembre 2018 14:48

El fantasma

Mauricio Macri lucha contra un fantasma y pierde. “Crisis hubo muchas, y los argentinos lo sabemos muy bien. Pero ahora tenemos un Gobierno que enfrenta la realidad sin esconderla", ha dicho en su último mensaje grabado, acordándose sin mencionarla de la crisis de diciembre de 2001.

Pega puñetazos Macri a un fantasma porque a la vez que él decía eso, Fernando De La Rúa se convertía en tendencia en las redes sociales argentinas. Nadie se olvida -especialmente en las clases medias empobrecidas y en las más populares- de que De La Rúa inauguró aquel año diciendo que "será un gran año para todos". "¡Qué lindo es dar buenas noticias!", añadía. 2001 acabó sin ninguna, pero con corralito, con 6 de cada 10 argentinos viviendo en la pobreza, con el inevitable estallido, con 39 muertos por la policía. Con De La Rúa huyendo en helicóptero en una de las imágenes más vergonzantes que ha dado la política en este siglo.

Sobre lo que dijo, el consabido "no podemos gastar más de lo que tenemos" no pudo ocultar el sombrío "con esta devaluación la pobreza va a aumentar".

A continuación, y tras la drástica reducción de ministerios como el de Salud y con el dólar a 39 pesos -en enero valía 19, y en la anterior legislatura entre 4 y 12-, el ministro de Economía Nicolás Dujovne anunció las medidas con las que el gobierno argentino quiere paliar una crisis que ya ha dejado las primeras imágenes de saqueos de supermercados, este fin de semana, en las provincias de Chubut y Mendoza.

Las medidas

En concreto, Dujovne anunció seis medidas. Un recorte en gasto en inversión pública del 0,7% del PIB, recorte en subsidios a la electricidad y al transporte por valor del 0,5% del PIB, ahorro en remuneraciones y gastos operativos del 0,2%, otros en gastos corrientes de 0,2%, la congelación de la subida del mínimo no imponible de las contribuciones a la Seguridad Social y una subida de impuestos al sector exportador: cuatro pesos por dólar en soja, maíz y trigo y tres pesos por dólar al resto. Con esa medida -que el propio Macri ha llamado "malísima"- el ejecutivo pretende recaudar un 1% del PIB.

Esa última decisión dibuja un paradójico retrato de la legislatura de Macri. "Son medidas de último momento, tomadas en una situación de extrema vulnerabilidad, con la credibilidad muy desgastada, y además pegándole fuerte a sus principales sostenes, el sector agroexportador y particularmente el sojero. Estas medidas las han tomado después de haberles reducido las retenciones al principio de la gestión. Ahora tienen que volver a ponerle el impuesto", afirma la periodista especializada en economía Estefanía Pozzo, que califica la situación de "autogenerada". "El gobierno ha mostrado en estos dos años y medio un nivel de improvisación muy grande. Creo que están en una situación en la que si llega un nuevo embate no tienen más margen para accionar. Ya tocaron todo lo que podían tocar", apunta.

"Argentina tiene un déficit fiscal que para el gobierno es la explicación de por qué el país necesita endeudarse y por qué hay inflación. Por eso se va a producir el año que viene un fuerte ajuste de los gastos", asegura. En efecto, el ministro Dujovne ya ha anunciado déficit cero para 2019 y superávit para 2020. Hoy mismo viaja a Washington con una misión: que el FMI adelante fondos del rescate de 50.000 millones de dólares firmado en junio.

Macri ha culpado a la herencia recibida del kirchnerismo, es decir, a un Estado en opinión del actual gobierno sobreengordado a base de déficit fiscal y de emisión de moneda para impulsar el consumo. La receta del oficialismo desde que asumió fue el "gradualismo", que Macri acaba de reconocer que no ha funcionado. Tampoco -otra tesis que aduce el ejecutivo- "el mundo ha acompañado". Bajo ese lamento se esconden situaciones concretas como la subida del dólar a través de la elevación de su tasa de interés, mortal para una Argentina tan dependiente siempre de la moneda estadounidense. El gobierno intentó mantener tranquila la devaluación del peso para frenar la fuga de dólares y el efecto pescadilla-que-se-muerde-la-cola, pero a partir de abril este cayó en picado, llegando a finales de agosto a tocar un cambio récord de 41 dólares. El país acabará este año con una inflación del 42%, la más alta de 1990. El gobierno tampoco ha podido evitar la caída del peso con la venta de letras del Banco Central.

"La crisis que está viviendo Argentina es un poco la del tiempo circular, por usar la metáfora de Borges", indica Pozzo.

La calle

Las pizarras que muestran en la calle el cambio al que está el dólar son el centro de las miradas, pero no todos los ojos son el mismo tipo de calculadora. Unos hacen cuentas sobre el beneficio de comprar ya o esperar y otros sobre el precio de la leche o la carne.

"Cada vez que hay una devaluación hay una aceleración muy fuerte de la inflación y cuando suben los precios eso impacta de lleno en las personas que no llegan apenas a comer. Argentina está en torno al 30% de pobres. 1 de cada 2 niños en el país lo es", indica Pozzo.

Ya se han visto los primeros saqueos. Las manifestaciones vuelven a ser multitudinarias, como la Gran Marcha Universitaria, que tras cuatro semanas de huelgas sacó a centenares de miles de personas a la calle en una protesta que tenía de objetivo tanto los recortes en salarios de docentes como la política general de Macri. Ayer mismo hubo otra manifestación contra el despido de aproximadamente 550 trabajadores del Ministerio de Agroindustria, que se suman en simbolismo a los más de 350 en la agencia nacional de noticias Télam.

"Todavía no entramos en la fase más complicada de crisis, no estamos al nivel de entonces. Se están destruyendo puestos de trabajo pero no como entonces, y eso cambia un poco la perspectiva", asegura Pozzo. Eso sí, advierte de que "se vienen los meses más complicados", con al menos hasta el primer trimestre del año que viene en recesión.

Y con una huelga general de 36 horas convocada por la CGT para el próximo 25 de septiembre que será otra prueba de fuego para el macrismo.

"La respuesta del aparato represivo del Estado es muy grande, la cantidad de policía en la calle es alta. En Argentina la protesta social forma parte de la construcción política de la sociedad", afirma Pozzo. "El gobierno que no entienda eso está enfrentándose a algo muy peligroso".

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