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Los hijos de los hombres

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Los hijos de los hombres

Una vez al mes, June es violada. La escena se repite sistemáticamente hasta que un día cumple con lo que se espera de ella: se queda embarazada. El cuento de la criada, la serie de ficción inspirada en la obra de Margaret Atwood, narra un futuro en el que la mujer es esclavizada y relegada a ser una portadora de bebés. El pasado martes 14 de mayo, como si de un nuevo capítulo de la serie se tratase, el estado de Alabama aprobó una ley que prohibe abortar, sin excepciones por violación o incesto, desde las seis semanas del embarazo (un plazo en el que muchas mujeres ni saben que están embarazadas). Es la ley más restrictiva sobre el aborto en la historia reciente de EEUU. 25 hombres han sido los responsables de una aprobación que marcará el destino de las más de 2 millones de mujeres que viven en Alabama. Sus vientres, de acuerdo con la ficción distópica, les pertenecen ahora a ellos.

Y este sólo es el comienzo. Missouri está a punto de aprobar otra ley similar y muchos demócratas tienen ya miedo de que esta nueva ola legisladora se extienda por todo el país. Georgia, Alabama, Kentucky, Missouri, Ohio. Los Estados Unidos de América contra el aborto. Indignadas, celebridades como Lady Gaga, Rihanna o Billie Eilish han salido a las redes sociales para denunciar la pérdida de sus derechos. “Quieren controlar nuestros cuerpos y nuestra sexualidad”. “Tenemos que alzar nuestras voces y ¡luchar!”. Pero hubo alguien que apenas se personó en esta vieja protesta: los hombres partidarios del aborto. Llámenlo contención, serenidad masculina o, sencillamente, cobardía. El hashtag #Youknowme acompañó millares de testimonios de mujeres que, por una razón u otra, tuvieron que abortar en el pasado. Por el contrario, los hombres decidieron dejarles estos temas… a ellas.

Porque no basta con gritar muy alto, hay que cohesionarse. El diseño de las redes sociales ha propiciado que nos relacionemos sólo con otros usuarios con puntos de vista afines. En parte por eso, los partidos políticos del progreso han visto como su activismo se fragmentaba y dividía en burbujas sin apenas comunicación entre sí. Es la nueva tribalidad digital. Una colmena casi infinita donde feministas luchan en su burbuja, los animalistas en la suya, y más abajo, los de las minorías sexuales. No hay un proyecto común. En el otro lado del espectro político, la derecha más regresiva sí ha sabido unirse contra la inmigración, la negación de la crisis climática o, en este caso, la prohibición del aborto. Este es uno de los motivos de su éxito en las últimas elecciones de EEUU o Brasil. Y una de las razones de que ‘Roe contra Wade’, el fallo de la Corte Suprema de 1973 que despenalizó el aborto inducido en EEUU, corra ahora el peligro de verse cuestionado en todo el país en pleno siglo XXI.

El aborto legal significa que la ley reconoce a la mujer como una persona (este es un derecho humano que les pertenece a ellas, y sólo a ellas). También es cierto que los hombres, sean gays, heteros, transgénero o de género fluido, deberían ser parte en la pugna por esos mismos principios. La derecha conservadora ha demostrado un virtuosismo político en su unidad programática. Por eso, los partidarios del progreso deberían pinchar al fin la burbuja del individualismo y unirse en un frente común. En la Grecia clásica se llamaba idiota a todo aquel que no se implicase en los quehaceres de la polis, de su ciudad. Idiotas hoy en día son todos aquellos que interactúan pasivamente en las redes sociales. Un like o un share no cambiaran el mundo. Pero decir alto y claro, que uno está a favor de la libertad de elección de la mujer, debería ser un deber para todos aquellos que creen en ello.

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