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Artículo A mil metros de la barbarie de la ESMA Sports

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A mil metros de la barbarie de la ESMA

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De "Argentina campeón" a "Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar". El juicio más importante de la historia del país tiene mucho que ver con el fútbol

Ignacio Pato

30 Noviembre 2017 11:26

Del "Ar-gen-tina, Ar-gen-tina" a "como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar". 40 años de lucha por la verdad resumidas en dos cánticos futboleros.

El país vive hoy la resaca de un día histórico, pero es una jornada feliz: el juicio más grande de la historia de Argentina ha acabado con 29 genocidas condenados a perpetuidad, 19 penas de entre 8 y 25 años y solo 6 absueltos de los 54 represores juzgados por 789 asesinados durante los vuelos de la muerte.

789 personas que fueron secuestradas por la dictadura y llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde eran drogadas con Pentotal -un barbitúrico empleado en anestesiología clínica- y llevadas en camiones hacia aviones que dejaban caer los cuerpos, aun vivos, al Río de La Plata.

Los militares se encargaron de pausar su plan de exterminio mientras se desarrollaba el mundial de 1978 -entraban en pánico ante la idea de que fuera de Argentina se supiera la verdad; son legendarias hoy las imágenes en las que las Madres de Plaza de Mayo imploran a la televisión francesa por favor, ayúdennos-. Videla y sus secuaces, de hecho, pusieron en marcha una campaña con spots y miles de adhesivos bajo el lema 'Los argentinos somos derechos y humanos'. Algunos medios adictos, como la revista Para Ti, regalaban postales para que sus lectores, bajo el titular "Argentina: toda la verdad", escribieran al extranjero su pequeña crónica de cómo 30.000 desaparecidos eran sinónimo de un país en paz.

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Porque la ESMA, precisamente, estaba a poco más de un kilómetro de distancia del Estadio Monumental donde Argentina salía campeona del mundo el 25 de junio.

Se ha dicho hasta la saciedad que secuestrados y secuestradores compartían alegría con cada gol de Argentina, se ha repetido mil veces que esa es la grandeza del fútbol. Uno de los condenados a perpetua ayer, Jorge Acosta, apodado El Tigre, uno de los más crueles torturadores de la dictadura, entró en la sala de detenidos gritando ''¡ganamos, ganamos!". Lo cuenta una de las poquísimas supervivientes de la ESMA, Graciela Daleo.

Daleo dice, también, que ahí tuvo la certeza de que si ellos habían ganado, entonces ella y sus compañeros secuestrados habían perdido.

"Viendo a la multitud festejando viví otro momento de infinita soledad, porque me di cuenta, llorando, de que si me ponía a gritar que era una desaparecida nadie me iba a dar pelota", sintió.

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Alfredo Astiz también fue ayer condenado a perpetua. Su mezquindad le llevó a infiltrarse en las Madres de Plaza de Mayo, donde fue clave para la desaparición y asesinato de la fundadora Azucena Villaflor, además de otros diez familiares de secuestrados y las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon. Hoy, gracias a esas Madres, a las Abuelas, a los Hijos e Hijas, se ha restituido la identidad a 125 Nietas y Nietos que fueron robados como bebés a sus madres y padres asesinados.

Hoy, Argentina es un poquito más campeona que en el 78; lo es en Derechos Humanos. Y con un grito -¡cárcel común, perpetua y efectiva, ni un solo genocida por las calles argentinas!- que esta vez sí ha podido ser escuchado sin que lo tape la celebración de ningún gol. Porque de hecho este ya en si mismo un golazo.

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