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Artículo Un infarto mortal, "mano dura" y fake news Sports

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Un infarto mortal, "mano dura" y fake news

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¿Es la muerte de un policía antes de un partido un accidente laboral que deja en evidencia la tensión de combinar seguridad ciudadana, libertades y el auge de la extrema derecha? ¿Por qué el fútbol quiere ser una especie de Eurovisión neonazi? ¿Era imposible no recibir otra dosis de bulos anoche?

Ignacio Pato

23 Febrero 2018 12:57

El relato de los hechos que se ha abierto camino entre rumores es este: poco después de que el furgón policial aparcase en la explanada de San Mamés, el ertzaina Inocencio Alonso García bajó y comenzó a sentirse indispuesto. Cayó, sus compañeros trataron de reanimarle y en la ambulancia que le llevaba al hospital de Basurto sufrió una parada cardiorrespiratoria que acabó con la vida del agente de 51 años y treinta de servicio.

El contexto: los enfrentamientos de antes del Athletic-Spartak de Europa League que anoche se jugaba en Bilbao. Es el epílogo de una tensión que se ha ido construyendo con la llegada de centenares de ultras rusos -muchos de ellos de ideología ultraderechista- sumada a una cierta aura negra de los partidos europeos en la capital vizcaína -incidentes dejaron ya las visitas del Marsella, Anderlecht, PSG y Apoel-. Todo junto deja un extraño poso: a pesar de notables dispositivos policiales -el de ayer movilizó a unos 900 agentes de seguridad pública y privada- ya son dos las muertes diferentes en su casuística pero relacionadas con esta competición, esta ciudad y este cuerpo de policía. La primera fue Iñigo Cabacas.

El secretario general del sindicato mayoritario de la Ertzaintza, ERNE, lo ha llamado "muerte violenta". Si no ha sido una muerte en el fragor de la batalla, como por momentos leyendo de pasada y escuchando algunos titulares pueda parecer, sí es cierto que la muerte del ertzaina en la explanada de San Mamés está directamente relacionada con los incidentes callejeros. También, según han denunciado los sindicatos del cuerpo, el agente fallecido llevaba trece horas seguidas trabajando.

En ese sentido tiene mucho más que ver con un accidente laboral mortal que deja en evidencia las dificultades operativas, la tensión eterna entre libertad y seguridad pública, el espacio a cielo abierto para negligencias como en el caso de Cabacas y la extrema tensión de momentos en los que, no lo olvidemos, la ultraderecha organizada que no necesitaba exhibir estética porque está basada en el autoritarismo escuadrista. Un fascismo funcional que ha perdido complejos si es que alguna vez los tuvo.

Bilbao, en ese contexto, es un punto caliente. Un portavoz de la peña del Athletic Piratak decía hace unos días que los rusos ya conocían los símbolos y lugares de reunión de una hinchada, la rojiblanca, tradicionalmente vinculada a espacios de izquierda abertzale. La sensación de operaciones de castigo político en función de los destinos que depara el sorteo es creciente. El de hoy puede deparar más partidos calientes en San Mamés: CSKA o Lokomotiv de Moscú, Zenit de San Petersburgo, Dinamo de Kiev, Olympique de Lyon o Lazio son equipos que suelen viajar con un séquito problemático. La vieja UEFA, la Europa League, tan querida por los aficionados, convertida en una especie de Eurovisión neonazi.

Crecen las voces que piden un castigo a los clubes rusos como el que ya se ensayó con los ingleses a raíz de los 39 muertos de Heysel: la prohibición de que jueguen competiciones internacionales. Es decir, aislar a los ultras rusos en Rusia. En Inglaterra funcionó porque paralelamente el gobierno de Thatcher criminalizó al aficionado de base, hooligan o no, fascista o no, porque cuadraba de maravilla con su aspiración de reducir a la clase obrera, su seguridad laboral pero también sus dinámicas de ocio identitarias a la mínima expresión. La duda de la eficiencia en el caso ruso es obvia. Cambia el tiempo, cambia el espacio y cambia todo. En ese sentido, quien quizá haya estado más acertado ha sido el futbolista del Athletic Óscar de Marcos, que ha dicho 'no sé si el Spartak lo tiene que pagar, pero es quien lo tiene que solucionar'. En la pasada Euro ya escuchamos a directivos de la federación decir que en incidentes violentos como los de Marsella los rusos estaban "defendiendo su honor".

El repunte de esa mano dura mediática, desaparecida precisamente desde las imágenes de sangre de la Euro francesa, viene precedido de un par de informaciones sin confirmar de distinto alcance. Una era que ultras rusos habían robado una furgoneta de la Ertzaintza y se dedicaban a atropellar personas. Afortunadamente, no trascendió demasiado.

La otra -y dejando de lado titulares totalmente viciados como el del ultraderechista y testimonial La Gaceta 'Muere un ertzaina tras la batalla campal entre ultras rusos y abertzales'- era un avance informativo de uno de los programas de radio más escuchados, Tiempo de Juego de Cope. Tardaron casi media hora en rectificar que el "ertzaina ha fallecido por un golpe" cuyo causante "no han sido los rusos, sino Herri Norte".

Esta vez no venían de Rusia los bulos, como afirmaba hace unos meses el ministro de Exteriores Alfonso Dastis. Lo que venía era otra cosa bastante peor y desde luego mucho más real.

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