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Artículo Dictadura blanca o revolución roja en Kiev Sports

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Dictadura blanca o revolución roja en Kiev

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Gloria o desastre para el Madrid, poco que perder para el Liverpool. Zidane y Klopp, la estimulación del hambre y la furia del caos. Dos mundos enfrentados en la final de Champions

Ignacio Pato

25 Mayo 2018 11:19

"Nadie puede decir que tiene más hambre que nosotros", ha dicho Zidane sobre la final de la Champions. Sería su tercera y la cuarta en cinco años para gran parte de la plantilla blanca. El fantasma de la pérdida de apetito por el éxito, ese intangible que solo aparece como efecto colateral de grandes dominios futbolísticos, parece morderle los tobillos al Madrid.

Exagerado, seguramente, además de subjetivo. ¿Qué y quién mide las ganas de ganar o la ambición de otra persona? Sin embargo, el asunto nos deja otra frase no por tópica menos jugosa: "Somos el Madrid y siempre queremos más". Como forma de despejar que Kiev no es "un día más en la oficina para el Real Madrid" se antoja un poco generalista.

Por su parte, Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, ha dejado otro titular: "No vamos a Kiev a pedir camisetas". También esperable, pero tampoco mala síntesis del espíritu del equipo red.

Desde luego, es una final a la que ambos entrenadores y ambos equipos llegan de manera muy diferente. Lo que está en juego en Kiev es la continuidad de la dictadura blanca o una revolución roja.

De funeral o de izquierdas

Zidane y Klopp no pueden parecer más opuestos. Ya desde la apariencia. El francés, serio y trajeado, un directivo de El Corte Inglés de funeral en la banda del Bernabéu. El alemán, a medio afeitar y gran parte del tiempo en chándal, expresivo como un meme andante.

Comparando su pasado de futbolistas la brecha es enorme. De Zidane poco más tenemos que decir que su nombre. Jürgen Klopp jugó sobre todo en el Mainz pero nunca en 1ª. Su currículo en trayectoria y títulos también es diversa: 8 títulos en 3 años para Zidane, 6 en 17 para Klopp.

Otra diferencia entre ambos es que Zidane apenas se significa políticamentelo más cercano que ha estado a eso ha sido llamar a no votar al neofascista Frente Nacional—, mientras que Klopp no tiene reparos en criticar a Trump, el Brexit o en declararse directamente de izquierdas.

Ambos de momento están haciendo lo que manda el guión: cruzarse piropos. Es el abc del fútbol, no puedes ser un fanfarrón y después arriesgarte a perder. Si ganas, habrás lanzado el mensaje de que lo has hecho además contra alguien muy bueno. En este caso, el tópico parece justificado.

La calma y la tormenta

Madrid y Liverpool juegan el mismo partido, y por el mismo título, pero desde ópticas radicalmente opuestas.

El Madrid tendrá el control del balón mayoritariamente durante todo el partido e intentará no dejar huecos a las contras navajeras del Liverpool. Los jugadores del Madrid, preguntados por las virtudes de su entrenador, destacan la tranquilidad que les brinda y su suave pedagogía para mejorar errores. Hablar poco al futbolista, no aturullarle con órdenes. La traslación al césped de todo eso parece arrojar la imagen de un depredador de vida apacible y pegada . Uno de los aspectos en los que ha mejorado el Madrid de Zidane ha sido precisamente el de la concentración para evitar sustos —que solían convertirse en remontadas—.

¿Jugará la BBC en detrimento de Lucas, Asensio o Isco? Sería un arreón de conservadurismo de Zidane, especialmente si es Bale quien le quita el puesto a uno de los tres últimos mencionados.

Por el lado red, más que caos como a veces se ha dicho, tormenta. Fragilidad defensiva paliada con Van Dijk y las ayudas de Milner y una salida fulgurante hacia arriba tras recuperación en lo que el propio Klopp ha llamado estilo de juego heavy metal. Desde luego será interesante ver cómo se las arreglan dos centrales grandes como Varane y Ramos para perseguir a Firmino y Salah, y los espacios que su movilidad crea.

De momento, Klopp ya lanza alguna frase en público con toda la intención del mundo. "Marcelo sube mucho y no defiende", ha venido a decir. Más que descubrir cartas está tratando de alejar al brasileño de la portería del Liverpool dos días antes del partido.

Lo que está claro es que lo que se juegan unos y otros no es lo mismo.

Dictadura blanca o revolución roja

El Madrid tiene que confirmar que sigue siendo una apisonadora, que la Champions es su competición —aunque haga un año en que acabe tras el Atlético de Madrid y eliminado por el Leganés en Copa— y que, en definitiva, Europa está bajo la bota de la dictadura blanca. Añádanle que el Barcelona ha hecho doblete. Para el Madrid, en parte presa del éxito, no cabe otra que ganar.

Decir que el Liverpool ya ha ganado llegando hasta aquí es menospreciar la historia de un club con 5 Copas de Europa y a una afición con una identidad única y enraizada en la clase obrera de vidas duras, ocio duro y duro laborismo. No obstante, lo que hay que ganar es mucho más que lo que hay que perder. Ganar la sexta frente al campeón de tres de las últimas cuatro ediciones sería glorioso.

Seguramente una de las imágenes del año sea la del Estadio Olímpico de Kiev parcialmente rojo -merece la pena echarle un ojo a algunas de las pancartas que los liverpudlians van a enseñar el sábado aquí-.

En realidades un color que le habría ido bien durante mucho a un estadio con una historia que es la historia de los últimos cien años. Se empezó a pensar en el Olimpiyskiy en 1914, en pleno zarismo, para darle un empuje deportivo-económico a la tercera ciudad del Imperio. Se abandonaron los planes por culpa de la I Guerra Mundial y en el 17 estalló la Revolución Socialista. El gobierno bolchevique resucitó el proyecto con el nombre de Estadio Rojo. Pero entonces estalló la guerra civil rusa. Blancos contra rojos.

Ganaron estos últimos y en 1923 se inauguraba el Estadio Rojo Trotski. Un año duró el apellido del disidente más famoso de la URSS. En 1941, tras una gran ampliación, iba a ser reinaugurado como Estadio Nikita Kruschev. No pudo ser: el día previsto para ello, Kiev fue bombardeado por los nazis. Tras la victoria soviética sirvió durante años bajo el nombre de Estadio Republicano, incluyendo las Olimpiadas del 80 boicoteadas por los USA pre-Reagan. Sobrevivió a la caída de la URSS y fue totalmente renovado para la Eurocopa organizada por Ucrania, junto a Polonia, en 2012.

En esa enésima reinauguración, actúo Shakira.

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