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Un bonito cuento de perdedores: ¿por qué somos de los New York Knicks?

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Son el equipo más querido por los fans de la NBA. Son la franquicia que más dinero ha gastado en el siglo XXI. Pero no pueden parar de perder partidos

Omar Naboulsi

22 Diciembre 2017 11:13

Hay aficionados de los New York Knicks en cualquier rincón del planeta, la mayoría abducidos por el glamour de ser uno de los símbolos más representativos de la capital del mundo. No se explica de otra manera que una franquicia que lleva 44 años sin ganar ningún anillo de campeón siga acumulando millones de seguidores.

Para encontrar a los que siguen sus partidos a diario hay que realizar una búsqueda más selecta... fanáticos del baloncesto que vivieron una etapa gloriosa del equipo o que su jugador favorito defiendera la camiseta knickerbocker.

"Veía muchos partidos de la NBA y las Finales de los Knicks contra los Rockets en 1994 me marcaron mucho. John Starks se salía y me pedí su camiseta. Tenía una identificación completa con el equipo", nos cuenta José Ajero, uno de los periodistas más reconocidos de España en el universo NBA que trabaja en Movistar + y es seguidor del equipo neoyorquino.

John Starks

Aquellos Knicks noventeros llegaban a las eliminatorias por el título cada temporada liderados por Pat Ewing, pero coincidieron en el tiempo con los Bulls de Jordan y los Rockets de Olajuwon.

No pudieron rascar más que un campeonato de la Conferencia Este.

EL TURISMO, LA BASE DE SU ÉXITO

De eso han pasado casi 20 años. En la travesía no han hecho más que contratar jugadores talentosos sin un proyecto sólido detrás. Pocas alegrías más allá de superar alguna ronda de Playoffs.

¿Cómo sigue teniendo tantos fans?

El turismo tiene gran parte de culpa. Sin ir más lejos, hace unos meses el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, anunció que la ciudad recibirá 60,3 millones de visitantes cuando acabe el año, récord histórico. Todos ellos han sido o serán bombardeados por la publicidad de los Knicks, comprarán su merchandising o asistirán al Madison Square Garden como si fuera una de las cino cosas indispensables que hay que hacer en la ciudad que nunca duerme.

Aunque la NBA no facilite la media de asistentes en cada uno de sus estadios y no haya manera de discernir los aficionados locales de los turistas en el Madison, desde el Centro de Visitantes de Times Square y desde el Ayuntamiento de NY nos dicen que un 30% de los visitantes se interesan por conseguir una entrada para ver a los Knicks.

Las mismas oficinas también aseguran de manera escueta que un alto porcentaje se queda sin tickets porque los Knicks no juegan durante su estancia -la temporada regular en la NBA se juega de noviembre a marzo, con 41 partidos como local- o se echan atrás por sus precios. Estos oscilan desde los 70 dólares de los asientos situados en las esquinas más altas del pabellón hasta los 7.000 de las gradas más próximas al parquet.

A partir de los datos recogidos, se puede estimar que unos 500.000 turistas al año acaban asistiendo a un partido de los Knicks.

Este fenómeno es un arma de doble filo. El estadio está a rebosar cada noche pero no hay un sentimiento identitario entre jugadores y afición, algo así como lo que pasa en el Camp Nou o en el Santiago Bernabéu cuando se ven gradas repletas de turistas británicos y asiáticos.

Desde este lado del Atlántico se puede pensar que en Nueva York existe un principio de turismofobia hacia los extranjeros que entran en el Madison -los que se hacen cuatro selfies, se compran una gorra y animan todo lo que les permiten sus conocimientos sobre baloncesto-, pero los que han estado allí no lo perciben.

"No creo que la haya porque no hay un grado tan importante de identificación entre equipo y ciudad como pasa aquí con el fútbol. Entiendo que el que quiere baloncesto puro va al Rucker Park - uno de las pistas callejeras más reconocidas del mundo- o a los torneos de verano", nos dice Ajero.

Rucker Park en el barrio de Harlem

Con un público más o menos entendido, el equipo forma una atracción turística al nivel del Central Park, el Empire State o la Quinta Avenida, potenciada por una liga como la NBA, que exprime el concepto espectáculo con shows antes y durante los partidos para completar coberturas televisivas de alto nivel. Todo para que si no quieres, no veas ni un segundo de baloncesto y te lo pases igual de bien.

LA FRANQUICIA MÁS VALIOSA Y LA PEOR GESTIONADA

Año tras año, los Knicks se afianzan como un monstruo comercial. A pesar de que la temporada pasada acabaron ocupando la 25ª posición en una liga de 30 franquicias, fue el quinto equipo que más merchandising vendió, además de colocar a dos jugadores en el Top 15 de camisetas más vendidas: Carmelo Anthony -décimoquinto en el ranking-, que este verano se fue a los Thunders, y el letón Kristaps Porzingis -séptimo-, la nueva estrella de la franquicia.

Porzingis, la nueva estrella

Las ventas y su expansión a nivel internacional les convierten, números en mano, en la franquicia más valiosa de la NBA. Según el listado que elabora Forbes cada año, el equipo está valorado en 3.300 millones de dólares.

James Dolan, miembro de una familia propietaria de varios medios de comunicación, compró el equipo a principios de siglo. Desde entonces no ha hecho más que dar palos de ciego, tanto que más de un medio le ha definido como el peor propietario de la historia de la NBA.

Con su gestión, los Knicks son la franquicia más derrochadora del deporte profesional estadounidense del siglo XXI, incluyendo la NFL, la NHL y la MLB.

Tal y como se ve en este detallado estudio de NerdWallet, el equipo de la Gran Manzana es el que peor relación tiene entre dinero invertido en fichar jugadores y partidos ganados. Desde el año 2000 hasta el 2015, todos los equipos de la NBA se gastaron 28.000 millones de dólares en los salarios de sus jugadores... 1.300 solo los Knicks, para ganar 513 partidos y ningún anillo de campeón.

A Dolan le ha costado 2,5 millones cada victoria por sobrepagar a buenos jugadores sin status de superestrella, aparte de no dejar a ningun manager acabar su proyecto deportivo.

El último ejemplo lo tenemos en Phil Jackson, que ha conseguido dejar un equipo que ahora empieza a funcionar -van sextos en su Conferencia- con Porzingis como estrella. El problema es que Dolan echó al entrenador con más anillos de la historia este mismo verano, y no parece que nadie vaya a seguir sus directrices.

"Es complicado gestionar el equipo de una ciudad tan grande, hay mucha presión alrededor", asegura José Ajero, intuyendo que algunos jugadores no fichan por los Knicks sabiendo del circo mediático que les espera.

UN NIDO DE CELEBRITIES

En el Madison es habitual ver caras conocidas como las de Woody Allen, Olivia Wilde, Drew Barrymore, Chris Rock, Alicia Keys, Ben Stiller, 50 Cent o Michael J. Fox, entre muchos otros. Normalmente ocupan asientos exclusivos a pie de pista -que puso de moda Jack Nicholson en el Staples Center para ver a los Lakers- que cuestan entorno a los 120.000 dólares por temporada.

La mayoría de estos famosos aparecen y desaparecen según la racha del equipo, pero hay uno que anima a los Knicks de manera incondicional. El director de cine Spike Lee se ha convertido en una estrella más del Madison, incluso tiene una relación cercana con los jugadores.

Quizá lo mejor de la franquicia sea que ha sabido explotar todos los instrumentos que la ciudad le pone a su disposición para ser un símbolo reconocible.

Al fin y al cabo, los Knicks son como ese vecino que te pide un par de veces al año el taladro en vez de comprarse uno, sabes que se aprovecha un poco de ti pero se lo perdonas porque tu también le pides prestado el serrucho.

Una simbiosis perfecta en Nueva York donde una nueva derrota de los Knicks es parte del juego que todos amamos.

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